La “Bóveda del Conocimiento (Knowledge Vault)” es un centro informático autónomo que reúne y combina la información de todas las webs en una sola base de datos cuya calidad ha sido de alguna forma comprobada. Utiliza sistemas de aprendizaje automático e inteligencia artificial avanzados. Hasta ahora atesora unos 160 millones de hechos de “alta confianza” a los que Google atribuye una oportunidad mayor del 90% de ser ciertos. Tom Austin, analista de tecnología de Gartner, dice que las mayores compañías tecnológicas del mundo, además de Google, Microsoft, Facebook, Amazon e IBM, están trabajando en centros informáticos similares. Al final se trata de que esta bóveda verifique hechos publicados en internet y llegue finalmente a responder a preguntas como un oráculo inteligente en lugar de un simple motor de búsqueda. “Estamos ante un salto cuántico”, ha dicho Austin.
En estos momentos se crean en el mundo en torno a 2,5 quintillones de bytes de datos. Sólo en 2007 se produjeron la misma cantidad de datos que en el resto de la historia hasta ese año, mientras que el 90% de los datos almacenados en la actualidad han sido creados en los últimos dos años. Estas cifras están en la interesante exposición que la Fundación Telefónica ha empezado a exhibir en Madrid, llamada “Bing Bang Data”.
La inmensa información publicada en la red se ha ido convirtiendo paulatinamente en un pandemónium en el que todo el mundo compite por el tráfico, muchas veces abusando de sistemas de posicionamiento que abonan un fraude frecuente. El experto Jeff Jarvis ha dicho recientemente en Madrid que la carrera para lograr audiencia en internet está alumbrando monstruos y recogemos “fotos de gatitos y titulares sensacionalistas”. Los titulares tipo “Las 12 cosas que harán que las mujeres caigan rendidas a sus brazos” es posible que tengan los días contados. Google no va a primar aquellas páginas que tienen muchos enlaces por ser fundamentalmente sensacionalistas, va a primar fundamentalmente la calidad. Los sistemas de posicionamiento en buscadores tendrán que revisar sus métodos. Y los periodistas podremos cantar aleluya porque ya no tendremos que titular retorciendo y alargando las expresiones hasta el absurdo. Estamos de enhorabuena.