El ICIJ es una red formada por unos 185 profesionales de más 65 países que llevan a cabo importantes trabajos de investigación. Su sede oficial se encuentra en pleno centro de Washington y el coordinador es el irlandés Gerard Ryle. Gracias a una intensa labor de equipo, ha sido posible conocer en los últimos tiempos los nombres de las personas que poseen cuentas opacas en Suiza o los acuerdos fiscales secretos de más de 350 compañías internacionales con Luxemburgo.
El International Consortium of Investigative Journalists (ICIJ) es una organización sin ánimo de lucro que nació en 1997 con el fin de dotar de recursos a periodistas de investigación de todo el mundo.
En Washington, muy cerca de la Casa Blanca, el director Gerard Ryle y su adjunta, la argentina y pariente lejana del Che, Marina Walker Guevara, coordinan una sala de redacción virtual. El apoyo del ICIJ, centrado en proporcionar tecnología de última generación, respaldo financiero o cobertura legal, ha permitido a decenas de periodistas a nivel mundial destapar casos que de otra forma jamás habrían visto la luz.
La última operación periodística llevada a cabo por el consorcio recibe el nombre de “SwissLeaks”. Como recoge “Le Monde”, uno de los 55 medios repartidos por 50 países que han colaborado en el proyecto, la investigación ha permitido dar a conocer la famosa “Lista Falciani” en la que figuran miles de clientes de la filial suiza del banco HSBC que evadieron impuestos.
El ICIJ también ha promovido investigaciones como la llamada “Luxembourg Leaks” o “LuxLeaks”, gracias a la cual conocimos los acuerdos secretos que habían firmado las principales compañías internacionales con las autoridades de Luxemburgo para pagar menos impuestos. O el “OffshoreLeaks”, sobre los paraísos fiscales y las operaciones opacas de más de 120.000 sociedades y de 130.000 particulares.
Pero el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación no solo ha destapado escándalos financieros. Algunos de los informes más relevantes tienen que ver con temas como el tráfico de tejidos humanos, el comercio mundial de un material cancerígeno como el amianto, el contrabando de tabaco o los detalles de los contratos de las guerras de Irak y Afganistán, entre otros.
Todas las investigaciones se comparten gratuitamente en Internet y en cada medio. Para que los trabajos puedan llevarse a cabo con total independencia, el consorcio se financia gracias a la generosidad de donantes individuales o fundaciones como Open Society, Waterloo, Pew… Su presupuesto anual ronda el millón de dólares.