Para ello han contado con la ayuda de 80.000 voluntarios (con cuenta y trayectoria en Facebook) que cumplimentaron una encuesta con cien cuestiones relacionadas con sus gustos y su forma de actuar. Cada una de las respuestas sirvió para investigar sobre sus respectivas personalidades en base a cinco cualidades humanas: agradabilidad, extraversión, apertura, escrupulosidad y neuroticismo (inestabilidad emocional), y extrapolarlas al resto de ciudadanos.
Así la cosas, sus desarrolladores afirman que al software en cuestión le basta analizar 300 "Likes" de una cuenta para establecer, incluso mejor que lo haría su propia pareja sentimental, los rasgos anímicos y gustos de su creador (qué filón para el marketing).
Pero éste no es el único caso de tecnología-ficción reciente. Una nueva técnica no invasiva (se basa en la respuesta cerebral a los sonidos del habla y se establece a través de un casco con electrodos puesto en la cabeza) llamada ERP, dice permitir detectar (con un 81% de acierto) a partir de los tres días del nacimiento si se va a tener dislexia a los ocho años.
Sin entrar en materia en los conflictos éticos que despiertan este tipo de avances y desde el punto de vista exclusivamente científico, estos análisis de neuroimagen desarrollados podrían servir para prevenir comportamientos delictivos o, a posteriori, para emitir informes adicionales que los jueces tomaran en cuenta a la hora de decidir acerca de la puesta en libertad de delincuentes convictos.
Daría para un guión cinematográfico. De hecho, una serie inglesa, "Black Mirror", explota televisivamente esa relación entre la tecnología y la sociedad con historias (todas son capítulos independientes) que bien podrían ser ciertas en muy corto plazo.
Un ejemplo. Muere uno de los componentes de una pareja y le ofrecen a la viuda un programa informático de inteligencia artificial capaz de mantener (a través de mensajería por Internet) una relación virtual con el fallecido. El software es capaz de recuperar toda la "memoria histórica" de una persona a través de su actividad en la red para recrear y reproducir la manera de pensar, sentir y expresarse del difunto, con quien se puede conversar a través del teclado de un ordenador. Una ouija binaria, vamos.
En estos mismos instantes en los que estoy redactando esta entrada de mi blog, Microsoft está a punto de presentar su Windows 10, al que supuestamente le acompañará "Cortana", un asistente de voz personal que espera convertirse (de una vez por todas) en el elemento fundamental de comunicación del sistema con el usuario. Aprenderá de nuestros actos (los datos apuntados en la agenda, nuestras notas, etcétera) para que no se nos pase nada y ayudarnos en todo lo que sea preciso.
Lo que parece claro es que la realidad, y más cuando se habla de tecnología, casi siempre supera a la ficción.