Para la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, hubo un intento por vincular el supuesto encubrimiento de la responsabilidad iraní en el atentado a la AMIA con la postura del Gobierno en el atentado contra Charlie Hebdo al no autorizar al canciller asistir a la marcha en París.
En la mañana del 14 de julio de 1994 un coche bomba impactó contra la sede de la AMIA, la mutual judía ubicada en el barrio porteño de Once. Cuando el polvo se disipó y los escombros fueron retirados se contaron 85 muertos. Quince años más tarde, el pasado 12 de enero llegó a Buenos Aires, tras interrumpir sorpresivamente sus vacaciones, el fiscal Alberto Nisman, quien tenía a su cargo la causa AMIA. Nisman tenía previsto presentar una denuncia contra la presidenta Cristina Fernández de Kirchner por encubrimiento a los supuestos responsables iraníes del atentado. Según el fiscal, la mandataria argentina habría negociado esa protección con las autoridades iraníes a cambio de petróleo. Pero lo que no sabía Nisman - aunque no lo descartaba – era que pocas horas más tarde él mismo engrosaría la lista de muertos en el atentado de la mutual judía: una bala, en su cabeza, lo convirtió en la víctima número 86.
La bomba política explotó apenas se conoció la noticia. La onda expansiva pegó de lleno en la frágil figura de Cristina Fernández. El kirchnerismo pronto salió a blindar a su lidereza: "Queremos saber qué hizo (Nisman), o qué sector mafioso que todavía existe en la sociedad argentina, llevó al fiscal a tomar la determinación", planteó el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, en una conferencia de prensa en la que estuvo rodeado por las primeras espadas del bloque oficialista. Enseguida, el legislador apuntó contra el enemigo mediático del kirchnerismo, el Grupo Clarín. Domínguez le atribuyó al CEO del Grupo Clarín, Héctor Magnetto , haber generado "un clima de incertidumbre" a través de las tapas del diario de los últimos días.
¿A qué portadas se refiría Domínguez? La propia presidenta lo explicó en una carta abierta: “¿Es casualidad también que ese mismo día 12 que el fiscal regresa imprevistamente al paísel diario Clarín titula: ‘Más de 4 millones de pie contra el terror en Francia’?” La presidenta, tras citar la portada posterior de ese diario, vinculada con una supuesta orden oficial al canciller argentino de no asistir a la marcha contra el atentado a la revista Charlie Hebdo en París, se pregunta si es casualidad que la 3ª tapa secuencia de Clarín sea precisamente este hecho: “Amia, acusan a Cristina de encubrimiento a Irán”. El período oficialista Página 12 dedujo que el argumento sugerido por la Casa Rosada es que hubo un intento por vincular el supuesto encubrimiento de la responsabilidad iraní en el atentado a la AMIA con la postura del Gobierno en el atentado contra la revista francesa, realizado por un grupo extremista musulmán.
Como telón de fondo, la embestida del Ejecutivo argentino contra el Poder Judicial. La Nación destacó que la muerte de Nisman se inscribe en un proceso por el cual Cristina Kirchner pretende, por medio de Gils Carbó, tomar el control de los tribunales a través de los fiscales. Ningún legislador o líder de la oposición, siguió el columnista, consideró hasta anoche oportuno pedir la renuncia de la procuradora. “Pero la conmoción de ayer la obligará a explicar cómo sigue, si es que sigue, su programa. Nisman era parte de esa Justicia que ella y sus superiores consideran ilegítima”, aseguró.
¿Es casualidad que en medio del estupor por la muerte de Nisman se mezclen conflictos que tienen como protagonistas a la Justicia y la prensa independiente? No, ambas representan los pilares de una democracia madura, y la democracia argentina puede que esté tocada.
Ahí, como prueba, está la víctima número 86.