Lunes 19 de enero de 2015
Los profesores Coy Callison y Trent Seltzer, de la Tech University de Texas, y Patrick Merle, de la Universidad de Florida, han publicado el resultado de su estudio sobre la percepción que tiene el público general norteamericano de los profesionales de la Comunicación y las Relaciones Públicas.
El estudio, a pesar de sus limitaciones, tiene interés porque trata de llenar un vacío en la literatura científica, que cuenta con valiosas aportaciones de los profesionales de relaciones públicas, académicos y estudiantes, pero no con la opinión del público en general. Y éste, a fin de cuentas, es el objetivo último de la mayor parte de las acciones de comunicación.
Como apuntan en su estudio, aparecido en el último número de la revista “
Public Relations Review”, el reto era preguntar por una profesión en cuya definición no hay gran consenso, a menudo contaminada por la publicidad y el marketing, y en cuya imagen impactan de forma negativa los mensajes difundidos desde medios de comunicación –con frecuencia asociados a la idea de manipulación- o productos de la cultura popular, como el cine o las series televisivas.
En general, y es la buena noticia, los profesionales se describen en términos positivos (aunque menos en 2012 que en 2003). Sin embargo, la negativa percepción pública en lo que se refiere a los rasgos éticos no debe pasarse por alto. Como bien señalan los autores, los profesionales de las relaciones públicas harían bien en considerar lasconsecuencias a largo plazo que las dudas sobre su ética pueda tener en el futuro de la profesión.
Para finalizar, quiero aclarar que hablo de este estudio realizado en EEUU porque no tengo constancia de que se haya planteado algo similar en España, y soy consciente de que sería muy aventurado extrapolar las conclusiones a nuestro país.
De hecho, dudo de que, en una encuesta similar realizada en España, los encuestados supieran distinguir la profesión de comunicador/relaciones públicas de la de portero de discoteca. Ignorancia que solo se podría atribuir a la incapacidad de los comunicadores para constituirse en personajes protagonistas en el devenir social.