Desde los inicios de nuestra civilización los hombres pudieron subsistir y procrearse para mantener la especie porque trabajaron en grupo. El hombre aislado jamás pudo haber sobrevivido. Esta génesis de la interdependencia está hoy más vigente que nunca, porque somos más interdependientes que hace 200 generaciones.
Pero se ha producido un cambio fundamental: en la sociedad moderna y abierta en la que vivimos, ya no nos preocupan los niveles de necesaria supervivencia del paleolítico, sino otras cuestiones mucho más intangibles pero que a la postre son las que condicionan nuestra forma de actuar y cómo se comportan organizaciones y la sociedad en su conjunto.
Nos preocupa los tópicos y lo que opinan de nosotros. Nos preocupa lo que opinan los demás sobre determinadas cuestiones más que nuestra propia opinión. Este es el precio por vivir en sociedad y por depender más que nunca unos de otros. Pero no es malo, sino que simplemente hay que saber gestionar nuestra posición sobre un tema, filosofía de vida, cómo interpretamos el cambio, etc. de manera de complementarnos con los demás y evitar los conflictos.
Las sociedades modernas y democráticas tienen instrumentos suficientes para que haya opiniones encontradas y no por ello deba recurrirse a los “palos”, aunque pareciera que estamos en un momento en Europa, en particular en España, de una especial crispación en que casi todo (por no decir todo) es cuestionado. Lo grave es, que con frecuencia se utilizan argumentos vacíos de contenido y más en orden a eslóganes propagandísticos.
Creemos que nuestro punto de vista sobre un problema es el mismo que tienen que tener los demás. Y en este punto, subyace la generación de los conflictos humanos. Esta forma de observar es la que los expertos llaman “pensamiento lineal”, porque se mira desde el presente hacia atrás y hacia delante en una especie de meridiano geográfico. Pero no se mira a ambos lados de dicho meridiano. Perdemos la perspectiva.
Justamente es el mecanismo del pensamiento lineal al que estamos tan habituados, el opuesto al llamado PENSAMIENTO CREATIVO, ya que éste abarca la visión de ambos lados del meridiano. No persigue como propósito la búsqueda de una sola solución, sino alternativas y la que mejor se adapta a las circunstancias que se nos presentan.
Descripción vs. percepción
¿Por qué hemos desarrollado un lenguaje excelente para los procesos descriptivos y tan poco eficiente para los procesos perceptivos? Basta fijarse por un momento, la percepción que tienen los políticos desde su “atalaya” sobre la ciudadanía y cómo creen que le afectan los problemas. Esto es lo que a muchos analistas les lleva a decir, que tal o cual político no “vive en este país” en alusión a su falta de perspectiva real porque su percepción, a veces torticera, poco o nada tiene que ver con la realidad.
¿Por qué vemos solamente lo que estamos preparados para ver? ¿Cuál es el grado de influencia de algunos factores en la percepción de esa realidad? Los grandes líderes siempre han tenido una percepción de la realidad (su visión) que a la postre muy poco se diferenciaba de cómo sucedían los acontecimientos, lo que hace que las acciones que tomen cuando lideran organizaciones, sean exitosas. Y cuando lideran ciudadanos los resultados se traduzcan en un bienestar general porque se habrá acertado en las políticas que eran necesarias.
¿Por qué nos es más fácil aprender las cosas del pasado que las cosas del futuro? Porque nuestros mecanismos mentales de decisión están influenciados por aquellas otras acciones que se han implementado en el pasado y con éxito, por lo que se sigue creyendo que es posible abordar los nuevos desafíos con los métodos y procedimientos pretéritos, cuando lo que sí han cambiado son las circunstancias por evolución natural de la sociedad, acelerada por un cambio tecnológico sin precedentes.
De lo que no cabe duda es que estamos llenos de prejuicios y de tópicos.
¿Nos asusta el cambio o es que no sabemos administrar el cambio?
Los orientales cuentas con una filosofía que llevan a la práctica, que permite aceptar el cambio como una oportunidad positiva para poder demostrar de lo que somos capaces en nuestra vida.
¿Cómo hacer para perder esa obsesión que nos produce el miedo al CAMBIO y convertirla en una FUERZA POSITIVA? ¿En qué momento se puede dar este paso?
Todo el proceso de cambio e inseguridad respecto al futuro que se va metiendo en nuestra mente, hace que en algunos momentos se empiece a odiar el trabajo y responsabilidades diarias. Se produce una infelicidad en las tareas y responsabilidades que ejercemos, porque nos sentimos impotentes y que nada podemos cambiar. Que no depende de nosotros. Estos pensamientos nos están perturbando y haciéndonos sentir mal.
Sí es posible cambiar el curso de las cosas para mejor. Desde el momento en que se haga el planteo mental de que vamos a impulsar una mejora (nuestro granito de arena) para que el trabajo en su conjunto vaya mejor, se tendrá la satisfacción de que habremos contribuido en parte a que la cosa cambie. Es el momento (en las peores crisis) del compromiso, de abordar la realidad tal cual es, de no subyugarnos por eufemismos y falsas verdades, sino atajar en su esencia cuáles son los problemas y cómo vemos esas oportunidades para resolverlos.
Hasta hace pocos años los antropólogos buscaban en el sur de África, ciertas comunidades de individuos que se formaban aunque pertenecieran en su origen a diferentes tribus o clanes. En cierto sentido, se vuelve a dar una vez más en la evolución humana, la preeminencia del grupo por sobre el individuo. Hoy formamos parte de una COMUNIDAD DE INDIVIDUOS a escala global, LAS REDES DEL CONOCIMIENTO, que también están configurando una grandísima y casi incalculable INTELIGENCIA COLECTIVA.
El secreto para ir atravesando los acontecimientos de nuestra vida y enfrentarnos a las dificultades, se basa fundamentalmente en la elección que hagamos desde esa VOZ interior que nos dice:
- Pensemos creativamente y con perspectiva.
- Nuestro punto de vista no es único.
- La opinión que los demás tienen sobre una cuestión no tiene por qué coincidir con la nuestra.
- Rechazar tópicos y prejuicios sobre cosas y personas.
- No tener miedo al cambio, sino aprender a gestionarlo considerándolo una oportunidad para demostrar nuestros valores.