A mí me pasó. Tras trabajar ininterrumpidamente durante más de 25 años en distintos medios de comunicación (hasta en siete empresas editoriales distintas), y ser profesor en una Universidad privada dando clases de Periodismo, tuve la desgracia de quedarme en paro con 43 años de edad, allá por 2005.
Y sí, pasé más de dos años buscando trabajo hasta debajo de las piedras y maldiciendo mi suerte. Al final, me lié la manta a la cabeza y monté una casa rural en la sierra de Cádiz. Luego se agudizaría la crisis, llegaría el cierre del negocio, el regreso a Madrid y, cuando más desesperado estaba, la fortuna de encontrar a alguien que me valorara por la experiencia que podía ofrecer para darme trabajo. Es el que tengo hoy, el que me devolvió mi dignidad profesional (y gran parte de la personal) e hizo que me convirtiera en un profesional de la comunicación, un escalón más elevado (por la visión de juego que te ofrece) que el que te aporta el de periodista.
"Bienvenido al lado oscuro". Me lo dijeron la primera vez en que mostré mi capacidad para actuar de forma estratégica ante la necesidad de uno de nuestros clientes. Una estrategia que se basa en mostrar y priorizar la información que más puede beneficiar, maquillar o diluir la que pudiera perjudicar, crear distintos mensajes adaptándolos a los distintos receptores de un mismo envío... pero nunca mentir. Parte del secreto está en hacer siempre notas de prensa interesantes, con información relevante que ayude al profesional de los medios al mismo tiempo que le convierte en nuestro aliado, porque él es el altavoz que nos permitirá recalar en los públicos que más nos interesan.
A mí no me cabe duda alguna. Las agencias de comunicación cumplen un propósito clave en la estrategia de una empresa o institución que planee un crecimiento a medio o largo plazo; pretenda posicionar un producto o servicio en el mercado; quiera obtener un reconocimiento de marca o resolver problemas evidentes que permitan o limiten el desarrollo de su negocio. En algunas ocasiones te das cuenta que, a pesar de que lleven años realizando su labor, hay compañías que no tienen claro cuáles son sus mercados, sus aliados naturales, sus debilidades o sus principales fortalezas. Desconocen como explotar sus recursos y sacar el máximo partido a sus capacidades.
Las agencias están para todo eso. Nosotros solemos utilizar el modelo Canvas,una herramienta de diseño de modelos de negocio integrada por nueve apartados (clientes a los que te diriges o quieres dirigirte; propuestas de valor de la empresa; canales de comercialización; relaciones con clientes; fuentes de ingresos; recursos clave; actividades clave; asociaciones clave, y estructura de costes). Estas nueve claves se distribuyen en casillas sobre una cartulina (ver imagen que acompaña este texto) y vamos interrogando al cliente sobre cada una de ellas, con pausa, utilizando post-it de colores para pegar las respuestas en las casillas respectivas y ver aquellas que coinciden o están vinculadas entre sí. Cuando lo completamos, podemos afirmar que conocemos (o a veces descubrimos su ausencia) el modelo de negocio del cliente, identificamos qué problemas o necesidades tiene, vemos posibles soluciones y determinamos su coste.
Lo malo es que en muchos casos las pequeñas empresas piensan que el departamento de comunicación es prescindible y/o que los servicios de una agencia pueden ser asumidos internamente por alguno de sus empleados; y en el caso de algunas de las grandes, se contrata (o se adjudica) el trabajo de una de las agencias consideradas top porque de esa forma el responsable de la decisión no se juega el cuello. Si algo falla, siempre podrá excusarse con: "Quién lo iba a imaginar. Yo contraté los servicios de una de las mejores".