"The Economist", la publicación más influyente del mundo, que vende 1,2 millones de ejemplares cada semana, dedica su última portada al presidente Putin, titulando "Red de mentiras". Es un ataque demoledor contra la política de mandatario ruso, tras el derribo del avión de Malasyan Airlines, presumiblemente con una misil ruso "prestado" a los separatistas prorusos del Este de Ucrania. La guerra de la información se ha desplegado en este asunto con enorme virulencia.
La agencia de prensa de videos Ruptly mantiene en la célebre Postdamer Platz de Berlín tres pisos y 110 colaboradores. Está financiada por el Kremlin y funciona desde hace un año, pero en los últimos días está particularmente activa, especialmente desde el derribo del avión de Malasyan Airlines en territorio ucraniano controlado por los rebeldes prorusos. No es abiertamente propagandista y difunde videos de contenido más neutro, pero en los temas más candentes como el citado, se limita estrictamente a difundir la visión oficial. Lo malo es que Putin ha cambiado de opinión varias veces y ha difundido versiones de difícil digestión en opiniones públicas como la occidental poco propicia a deglutir ruedas de molino. Les ha puesto el trabajo muy complicado a sus periodistas de corte. Como a los 2.500 colaboradores de la cadena internacional del Kremlin RT (antigua "Rusia Today"). Centenares de millones de euros han sido invertidos en medios rusos en el extranjero en los últimos años, con bastante eficacia, hasta hace pocos días. RT ha sobrepasado a la CNN en visionados YouTube en nueve años, con 1.200 millones de pases. Incluso RT en Gran Bretaña es la cadena extranjera más visitada en las grandes ciudades de EEUU. Rusia emplea a fondo Internet, la prensa, la TV, periodistas y expertos, para difundir su visión de las cosas, siempre con un cierto tamiz de neutralidad. Pero la caída del avión ha derribado también la credibilidad. La última portada de" The Economist", desgrana la "red de mentiras" del ciudadanos Putin con una agresividad poco usual. Toda la prensa británica, en general, atiza estos días al amo del Kremlin, echando por tierra una labor de muchos años. Putin empieza a oler a azufre en un frente demasiado amplio.
En el frente interno, el Kremlin está poniendo mucha carne a cocer. El 4 de julio se ha publicado una ley que obliga a todos las web de Internet rusas a utilizar servidores nacionales únicamente. Es una medida más de un paquete que en las últimas semanas ha ido cerrando el cerco a una de las pocas regiones informativas con cierta libertad en el vasto territorio ruso. En Rusia se conectan diariamente a Internet 56 millones de rusos, para una población total de 140 millones. Muchos de ellos estaban presentes en la red social de mayor éxito en el país, VKontakte, pero ante las presiones y censuras, su director, Pavel Dourov, ha tenido que exiliarse hace no muchos días.
La medida más dura, sin embargo, es la nueva ley que regula los blogs. Si recibe más de 3.000 visitas al día, debe registrarse y comprobar la veracidad de sus informaciones, bajo la amenaza de cuantiosas multas. Solo las autoridades, sin ningún procedimiento judicial, determinan los contenidos tachados de "extremistas" o acusados de "amenazar el orden público". El perro guardián del la ortodoxia es un organismo del Estado llamado Roskomnadzor.
Cada pasajero muerto del Boeing de Malasyan le puede salir a Putin por cientos de millones. Los expertos advierten que si la UE y EEUU ponen en marcha todas las medidas propuestas en el último paquete, la economía rusa entrarán en una profunda recesión. Por supuesto, las consecuencias alcanzarán a toda la economía mundial. Rusia es una gran potencia militar, pero una mediana potencia económica. Su economía es muy vulnerable, muy dependiente de las materias primas y no tiene el grado de autarquía que ofrecía la URSS. Ya sabemos cómo acabó la confrontación económica de la URSS con Occidente. Putin también lo sabe, es pragmático, astuto, y tratará de maniobrar en los límites mismos de la cuerda floja. Cuando los activistas prorusos dispararon contra el avión de pasajeros, en lo que parece un trágico error, se comportaron más como matones fuera de control que como soldados, derribando junto al avión el entramado cuidadosamente levantado por Putin para recuperar, siquiera parcialmente, el control sobre el Imperio.
Stalin expandió extraordinariamente el imperio que alzaron los zares y cimentó un área de influencia sin parangón en la historia, engranada en la fuerza y la violencia. Putin y muchos rusos creen que su caída se debió a enormes errores, brutales torpezas y traiciones. Muchos rusos se vieron atrapados en territorios que habían dominado y en el que eran de golpe ciudadanos de segunda. Es una vieja historia del colonialismo y los imperios. Puedes aferrarte a la nostalgia y creer en el deliro de que Al Andalus es árabe y debe ser reconquistada. O puedes ceñirte a las nuevas realidades y apostar por un puesto destacado en la nueva competitividad global, en la que Rusia tiene un potencial nada desdeñable. La historia muestra que Rusia ha dado un salto adelante cuando ha apostado por Europa como mostró el gran Pedro. Al mismo tiempo, puede hacer de puente con el Asia resurgente. Europa necesita a Rusia, estamos caminando peligrosamente en el camino equivocado.