La radio es el medio que mejor refleja estos tiempos modernos. Lo dijo Charles de Gaulle en 1974 al inaugurar Radio France y sus palabras las recordaba el viernes pasado el actual director de la cadena durante un debate por sus cuarenta años de historia. Ni siquiera Twitter es más inmediato que una persona en el lugar de los hechos transmitiendo desde su teléfono. ¿O sí?
Las retransmisiones más importantes del que fuera líder de la resistencia francesa y, luego, presidente de la República, no fueron, sin embargo, a través de Radio France, sino de la BBC. Desde junio de 1940 hasta casi cinco años después, retransmitió cada noche para la Francia ocupada por los nazis y para la Francia colaboracionista de Vichi un programita de cinco minutos. Al igual que del Día D, también se han cumplido los setenta años de su emisión más famosa: aquella en la que, mediante la lectura de los versos del ‘Canto de otoño’ de Paul Verlain, convenidos previamente, indicaba a la resistencia que se iba a efectuar el desembarco. Para que luego digan que la poesía no sirve para nada.
No fue el primer general en darse cuenta del potencial de la radio. Queipo de Llano ya la utilizó durante la Guerra Civil para amedrentar a las fuerzas republicanas y, de hecho, se jactaba de haber tomado toda la provincia de Huelva desde los estudios de Radio Sevilla, únicamente con sus discursos. Sin duda a De Gaulle le fue mejor que a De Llano. Años después, la oposición de izquierdas en Francia utilizaba contra el viejo general un cartel en el que se veían unos tejados de París en los que las antenas de televisión tenían la forma de la Cruz de Anjou, la adoptada por la Resistencia en oposición a la cruz gamada y que sería luego el símbolo del partido gaullista. Denunciaban así su control propagandístico de los medios de comunicación estatales.
Utilizar las ondas para difundir la propaganda política ha sido una constante desde la invención de la radio. No solo por el ejemplo siempre citado de Goebbles. Las más célebres emisiones en España durante la Guerra Civil fueron quizá las de Arturo Barea, autor de ‘La forja de un rebelde’ y que, no olvidemos, era el jefe de la censura republicana. Por no citar las del poeta Miguel Hernández, muchas veces emitidas también a través de la megafonía [esto sí se lo copiaron a Goebbles] del frente, para que la escuchara el enemigo. Era una buena forma de obligar a la audiencia objetivo a que escuchara nuestro mensaje. Hoy día, siempre se puede cambiar de cadena.
Pero ¿qué cambios han supuesto para la propaganda política las redes sociales? Sobre todo, suponen una difusión más eficiente: los mensajes políticos ya no son un ‘mensaje en la botella’ lanzado al mar electromagnético sin saber contra qué transistor se estrellará. No. Ahora se lanza a un grupo de internautas afines que se lo transmiten a sus contactos, muchos de ellos también afines y, por tanto, dispuestos a rebotarlo de nuevo. Es un ‘pásalo’ selectivo que consigue difundir los mensajes entre usuarios con similares tendencias políticas.
Uno de los fundadores de Twitter contó hace un par de años durante una conferencia en Málaga cómo surgió la idea de crear esta red social. Su idea inicial de hacer mensajes de audio entre usuarios quedo frustrada cuando Apple lanzó iTunes. Así que a alguno se le ocurrió sacar partido de un error de programación por el que los mensajes de la novia de uno de ellos le llegaban, durante las pruebas del sistema, a todos los del equipo. ¿Y si hacemos una red social en la que los mensajes de uno le lleguen a todos?, se preguntaron. Cambie “de uno” por “del partido” y “a todos” por “a los potenciales votantes”. Eso es lo que han hecho los políticos.