Este es el título de un artículo corto pero contundente, de uno de mis líderes favoritos, el británico Richard Branson.
Lo inicia diciendo que los niños son como esponjas que lo absorben todo, tanto lo que decimos como lo que hacemos. Afirma que nuestras acciones y palabras pueden influenciar e inspirar estas mentes jóvenes y de algún modo, predeterminar su futuro. Porque ellos (lo decimos nosotros) terminan haciendo una elección para su futuro, basados en esas impresiones que les han marcado en su infancia.
Branson afirma que esto no implica que tengamos que estar censurándonos a nosotros mismos, sino solamente preocuparnos en liderar como adultos para dar el ejemplo y de esta forma facilitar que ellos puedan alcanzar todo el máximo potencial. Que se libere todo su talento.
Como todo lo que hace y dice Branson, no solamente me parece de gran interés, sino que también, me impresiona (y no soy un niño). En su relato, Branson explica que recientemente escuchó una hermosa historia de una de sus jóvenes promesas científicas y cómo descubrió su pasión por el espacio.
Fue en 2004 cuando Barbara Schloss tenía solo 11 años y sus padres, unos “fanáticos” del cosmos, la llevaron a ella y su hermano al desierto Mojave en California, para asistir cómo el SpaceShipOne intentaba hacer historia y ganar el XPRIZE, que es el líder global en la creación de competiciones y premios para la incentivación. Por eso le preceden las palabras “MAKING THE IMPOSSIBLE POSSIBLE” (Haciendo posible lo imposible). Su misión es la de provocar y facilitar los cambios radicales en la forma de pensar, para que inspiren la formación de nuevas industrias y se revitalicen los mercados.
La familia Schloss viajó desde Los Ángeles para ser testigos esa mañana del histórico viaje que según Branson, en palabras de Barbara Schloss (declaraciones en 2014) estaba muy nerviosa y excitada ante la experiencia de ver cómo la nave despegaba, se deshacía de su cohete impulsor y pasaba a formar parte de la historia al ser la primera compañía privada aeroespacial en condiciones de llevar gente al espacio.
Branson explica que ese día, sus padres sin saberlo, estaban ayudando a marcar el camino que Barbara finalmente tomaría en su vida. Tal fue su impresión y lo que esa mente de 11 años incorporó como un valor final para sus acciones futuras, porque fue en ese instante en que decidió ser una ingeniera aeroespacial.
Actualmente es una estudiante del MIT (Massachusetts Institute of Technology) y trabaja como interina en el programa aeroespacial avanzado de Virgin Galactic, en un grupo que investiga las condiciones del sístema líquido de propulsión de los cohetes, que se convertirá en un vehículo para el lanzamiento de pequeños satélites.
Barbara Schloss dice que aún tiene pintado en el armario de su habitación aquella nave de la que fue testigo una joven de 11 años, pero dice que trabajar en el mundo real es infinitamente mejor que aquella “fantasía” que tuvo la suerte de vivir.
Finalmente Branson afirma y con razón, que a los niños siempre les estamos dando órdenes y diciendo “no puedes hacer esto”, o “no debes hacer esto otro”, pero finalmente este discurso termina quedando fuera de nuestro alcance.
No puedo menos que suscribir lo que Branson opina sobre la infancia: “es una cosa increíble, porque derrocha confianza, vitalidad, acción y una mirada fresca. Cuando les permitimos hacerlo, a los niños no se les puede parar. Por eso dejemos que estén mejor expuestos a las oportunidades y démosles apoyos para lograr cumplir metas que a nosotros nos parecen inalcanzables. Siempre he tenido un pensamiento listo para soñadores, de aquellos que miran al cielo y dicen: ¿por qué no puedo disparar a la luna?”
Y cómo no puede dejar de ser lo que es Branson, un gran líder, finaliza su artículo dedicándoselo a Bárbara: “Gracias Bárbara, por tu trabajo en Virgin Galactic. Estamos orgullosos de tenerte en el equipo. Buena suerte en tu último año en el MIT y en tus viajes futuros al espacio.
Para mis lectores y para los que aún jamás me han leído, quiero extraer una enseñanza que nos sirva a todos para construir una sociedad mejor. Una cuyo diseño se apoye fundamentalmente en las decisiones de hombres y mujeres libres y líderes, al estilo Branson, que son los que en definitiva hacen la historia, no los políticos, que van detrás de ella (salvo honrosas excepciones), cuando no, complicándonos e interrumpiendo el devenir histórico con sus desaciertos y falta de liderazgo.
Branson está apoyando a las jóvenes promesas universitarias y científicas dándoles cabida en sus ambiciosos proyectos que irán cambiando muchas cosas, con toda seguridad a mejor. Branson es ese líder que cuando se le pregunta por qué de su éxito al liderar un grupo de 400 empresas contesta: “cuando tenemos que entrar en un nuevo mercado o desarrollar un nuevo producto, me pregunto: ¿esto en qué va a modificar la calidad de vida de la gente?”. Sin duda, su generosidad es tan grande como su visión.
Señores políticos, aprendan un poco de estos buenos ejemplos, que EMULAR no IMITAR es bueno, especialmente cuando se tienen grandes carencias de liderazgo. Porque de haber más Branson o más líderes políticos que como Branson se preocupen por la infancia y la juventud, otra sociedad tendríamos en este momento, no la de la admisión de la crisis como un mantra y del paro con un destino fatal, contra lo cual no hay nada que hacer.
Esta….esta es la diferencia de los grandes líderes, que frente a la fatalidad, la desarman o superan con imaginación, determinación, valor y un IRREFRENABLE SENTIDO DE JUSTICIA.