Fue el quíntuple campeón mundial de automovilismo, el legendario Juan Manuel Fangio, quien una vez dijo “las carreras se ganan cuando te bajan la banderita a cuadros”. Esta máxima bien se puede extender a otras actividades, y la política no es una excepción. Un festejo prematuro puede conducir a la decepción y al ridículo.
El presidente de Ecuador, Rubén Correa, organizó una fiesta en la avenida Shyris de Quito para festejar lo que él creía su holgado triunfo en el referéndum que convocó para que la ciudadanía respondiese a diez preguntas. La dos principales se referían a la Justicia y a la liberad de prensa. Todo parecía estar bajo control. A las 5 de la tarde del domingo el poderoso sistema de medios de comunicación del Gobierno anunció que el Sí había triunfado con el 62% de los votos válidos en las diez preguntas y en casi todas las provincias. Cuando las cornetas y las risas comenzaban a sonar con más fuerza, el presidente del Consejo Nacional Electoral (afín a la Revolución Ciudadana) desmintió a la encuestadora oficial y atribuyó al Sí solo el 53%. En menos de cuatro horas, los resultados variaron en diez puntos porcentuales.
Los porcentajes del Sí continuaron reduciéndose. Un recuento parcial de votos indicó que la propuesta para que el Congreso apruebe una ley de comunicación -que incluya el ente regulador- era aprobada con un margen estrecho: 44% por el Sí y 43,6% por el No, según el 31,7% del escrutinio divulgado al mediodía del domingo y último dato oficial hasta el lunes.
Con todo, Correa puede afirmar que salió vencedor de la consulta, pero con un margen que no da lugar a grandes festejos. Se trata de una victoria muy opaca y, para peor, ante su gran enemigo: la prensa independiente.
Y si no veamos. Tras prometer que intensificaría la batalla contra la prensa “corrupta y mediocre” el día en que consiguió su reelección en 2009, el mandatario planteó demandas por 90 millones de dólares contra periodistas y dueños de medios que, según él, dañaron su honor, lo que podría implicar penas de prisión, en un hecho criticado por organizaciones de derechos humanos. Entrevistado el domingo pasado por la agencia AFP, Correa sostuvo que la prensa de América Latina confunde libertad de expresión con mentira, afirmación con la que pretendió justificar la creación de un consejo para regular los contenidos mediáticos en su país. Punto seguido, Correa centralizó gran parte de su enojo en El Universal de Guayaquil y la revista Vistazo.
El champán aún no tiene quien lo descorche.