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Salvar al soldado Ryan o cómo ser merecedores y dignos del esfurezo

Martes 02 de septiembre de 2014

En la película “Saving private Ryan” (Salvar al soldado Ryan) (1998) dirigida por Steven Spielberg, relata la historia basada en una novela, en la que el general George Marshall, Jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, es informado de que tres de los cuatro hermanos de la familia Ryan han muerto en la Segunda Guerra Mundial en combate, con pocos días de diferencia. Entonces, todos los esfuerzos se centran en buscar y encontrar al cuarto hermano que se sabe está vivo en algún lugar de Normandía. 



Lo que me ha impactado siempre de este filme es la escena final en que el capitán del pelotón (interpretado por Tom Hanks) que encuentra finalmente al soldado Ryan (Matt Damon), es herido de muerte y entonces, le dice lacónicamente con sus últimas fuerzas: “hágase Ud. merecedor y digno del esfuerzo”.

Siempre me ha impresionado el mensaje que le da al soldado que rescata y por el cual el finalmente muere. Es que me he vuelto demasiado sensible (que no sensiblero). ¡No! Lo que me pregunto es si practicamos algo tan simple como el reconocimiento y agradecimiento hacia los demás.

¿Somos nosotros merecedores y dignos del esfuerzo y sacrificio que otros- nuestra familia, amigos y también compañeros- hacen por nosotros de forma natural? Pareciera que no somos conscientes o incluso peor, a veces no le damos la importancia que deberíamos darle. Como si fuera algo que los demás están obligados por el solo hecho de tener determinado vínculo con nosotros.

Si nos mirásemos más a menudo hacia nuestro interior (nuestra visión interior) buscando los valores y principios que guían nuestra vida, seguramente encontraremos muchas razones que subyacen en nuestras propias raíces, para dar las gracias. Son errores que nos pesarán en la vida cada vez que cumplamos más años y seamos reacios a reconocer y agradecer.A dar un abrazo fraterno cuyo valor no tiene precio en dinero, pero que sí llena cualquier corazón.

Cuántas veces nos hemos detenido al recordar o expresar el nombre de un ser querido que ya no está, como queriendo pedir perdón por todo aquello que no hemos agradecido suficientemente.

Decía un poeta anónimo mexicano que “los mausoleos de los cementerios contienen infinidad de frases y despedidas que jamás hemos pronunciado”. No debemos arrepentirnos de las palabras que decimos, sino de aquellas que no hemos tenido el valor o la honestidad a veces, para gritarlas y que el resto del mundo se entere.

Aquel compañero de equipo que está siempre en todas las ocasiones frente al otro que por el contrario huye cada vez que puede de esos encuentros necesarios, como por ejemplo, expresar la gratitud por una acción realizada en nuestro (suyo) beneficio.

“Pero si solamente me ha cambiado su hora por la mía….no es para tanto”. ¡Pues sí que lo es! Porque esa persona cambió su tiempo de trabajo y también de su vida (algo ha sacrificado) por su tiempo, que a lo mejor lo necesita para una cuestión tan noble, como llevar su hijo al médico. Pero no es menos noble la acción de esa persona que ha permitido que Ud. pueda haber ido a la consulta de ese médico en un horario que originalmente no podía. “Con un gracias es suficiente” pensará Ud. Pero que tal si lo expresa por ejemplo: “estoy en deuda contigo, menos mal que me has cambiado el turno porque no podría haber ido al médido. Gracias”.

Es esto pedir demasiado. ¿Y no será que cuando un jefe o un mando intermedio pide y pide y no agradece jamás, se va resquebrajando la confianza en el grupo, se pierda ese clima agradable que genera una comunicación directa, sincera y especialmente sensible, a los problemas que plantea el equipo? Por supuesto que sí.

¿Pero sabe lo que es más importante si nos hacemos merecedores y dignos del esfuerzo de los demás? Que ese favor que nos hacen, ese esfuerzo y sacrificio, caso de los padres para que los hijos tengan una carrera, se convierte en un necesario camino de apoyo que nosotros daremos a los demás, y que como los que antes lo hicieron con nosotros, no pediremos nada a cambio, solamente diremos: sé merecedor y digno de este esfuerzo. Ser dignos en la vida es vivir con honor, más allá de riquezas y otras formas de poder.

Ahora entiendo, quizás tarde en la vida como suele ocurrir, cuando alguna vez escuché de una persona allegada a la familia del cual dijeron: “1.600 personas estuvieron en su entierro…esto da idea de su carácter y de lo que significó para todos nosotros”.

 

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