Hace solo unos días El Confidencial anunciaba que la regulación del lobby en España es inminente. Me alegro mucho y espero que ponga en valor esta dignísima actividad tan machacada y malinterpretada por muchos. El desconocimiento y la falta de regulación en nuestro país hacen que la gente poco menos que equipare lobby a ilegal o crea que consiste en diseñar maquiavélicos planes que no se paran ante nada, por muy perverso que sea lo que haya que llevar a cabo.
La verdad es que es una actividad menos misteriosa y oscura que tiene que ver más con el conocimiento técnico de procesos y funcionamiento de las instituciones, la monitorización, las reuniones incesantes con parlamentarios y políticos (que como son nuestros representantes, no solo es que puedan, es que deben reunirse con los ciudadanos y escucharles) y la elaboración de dossieres y materiales informativos, entre otras rutinas profesionales. Me refiero a algo no muy apasionante como, por ejemplo, preparar estudios científicos sobre el impacto que podría tener en todo un sector la adopción una u otra medida, recopilar documentación técnica que un perfil político probablemente no conozca, etc.
El lobby es muy legítimo en una sociedad democrática y tan solo significa representar los intereses de un determinado colectivo, sea este el de empresas productoras, el de una profesión o una ideología. Y, lógicamente, para defender sus intereses de forma legítima deben estar en contacto con los reguladores y decisores en su actividad y exponer sus puntos de vista de forma transparente para que las decisiones les sean lo más favorables posibles. Otra cosa es que existan prácticas aisladas abusivas o malos comportamientos como, por desgracia, existen en casi toda actividad humana que me viene a la mente.
El problema radica en que esta actividad no está regulada en nuestro país como lo está en Bruselas, pese a que el sector y los lobistas han pedido en muchas ocasiones esa regulación. Recientemente se han escuchado iniciativas para que la Ley de Transparencia pueda establecer ese marco legal para el lobby. Es un nuevo intento que esperamos fructifique porque las diferentes proposiciones no de ley que surgieron en el pasado y se aprobaron en el Congreso han quedado en nada y nunca ha existido mucho interés político por desarrollarlas.
En Cohn & Wolfe trabajamos para muy diferentes sectores de actividad que tienen sus particularidades y están muy pendientes de posibles cambios legislativos o decisiones que puedan afectar a su viabilidad y sostenibilidad en el futuro. Y trabajamos en programas de lobby y estamos muy orgullosos de hacerlo, así que esperamos que finalmente se pueda trabajar dentro de un marco definido, con un registro de actividades de lobby que nos permita no ser mirados con desconfianza (me resisto a que los profesionales de las Relaciones Públicas estemos condenados a tener que ser mirados con sospecha) y me atrevo a añadir que con transparencia total, pese al abuso que se ha hecho de este término últimamente.