Tomando como ejemplos varios títulos franceses y redes como Facebook o Twitter, se evidencia que el valor de las empresas tradicionales se reduce a prácticamente nada. Las que no hace mucho tiempo gozaban de gran prestigio entre la sociedad y en los mercados, hoy se venden a precios de ganga. Cabeceras como “Le Nouvel Observateur” son un buen ejemplo de ello. La mayoría de los inversores buscan algo que los medios impresos no podrán darles: la capacidad de adaptarse rápidamente a los cambios.
La caída de su modelo de ingresos, pero también la mala gestión de sus consejos de administración o sus sindicatos explicarían la brecha que se ha abierto entre la valoración otorgada hoy en día a los medios de comunicación tradicionales frente a las empresas de alta tecnología, según un artículo del periodista francés Frédéric Filloux publicado en “Monday Note”.
El ejemplo más reciente ha sido la adquisición por parte de “Le Monde” del 65% del semanario “Le Nouvel Observateur” por sólo 13’4 millones de euros. Un precio poco elevado para un título que podría pretender una valoración de 40 ó 50 millones de euros. Además, gracias a las condiciones de transacción, “Le Monde” en realidad podría desembolsar menos de 10 millones.
Pero no es un caso aislado. Lagardère Groupe vendió en 2011 todas sus revistas internacionales al grupo estadounidense “Hearst” y ahora quiere deshacerse de una decena de revistas, que cerraría en el caso de no encontrar comprador (y por el momento ningún grupo mediático parece interesado). El hecho de que el polémico heredero Arnaud Lagardère haya mostrado sus ansias por desprenderse de este grupo de cabeceras a toda costa, permite a los posibles compradores esperar a que el precio siga bajando, gracias a una estrategia que sólo ha servido para que el valor de los títulos se deteriore aún más.
Para los analistas financieros de París y Londres consultados por Filloux, la causa de esta pérdida de valor sin precedentes se debe fundamentalmente a la incapacidad de las empresas de transformarse. Este retraso en su adaptación a los nuevos tiempos conlleva que los nuevos compradores tengan que invertir mucho dinero en la transición digital, en buscar nuevas vías de financiación para no depender tanto de una publicidad cada vez más debilitada y hacer frente a las fuertes caídas de la circulación. “Libération”, uno de los diarios más emblemáticos de Francia, padece todos estos problemas, a los que se suma una desconfianza del personal hacia sus gestores. A pesar de recibir subvenciones del Estado, sus pérdidas son evidentes y se verá abocado a la desaparición si no es capaz de reestructurarse, renunciando a su edición impresa y aplicando una política de “Mobile First”.
La opinión de los usuarios, basada en transacciones recientes, alerta sobre una grave pérdida de valor de las compañías tradicionales frente a nuevas empresas tecnológicas. Mientras que el valor por usuario de Twitter o Facebook alcanza los 165 y 132 dólares respectivamente, el de “Le Nouvel Observateur” apenas llega a los 8 euros. Los inversores buscan valores en alza, empresas en las que sea posible la escalabilidad de su base de usuarios y la facilidad de los jugadores digitales para adaptarse rápidamente a un entorno cambiante. Y los medios tradicionales no suelen cumplir con estos requisitos.