Los aviones no tripulados o drones están cambiando la manera de informar. Tras un uso exclusivamente militar, los medios de comunicación empiezan a adoptar esta tecnología con el objetivo de sobrevolar zonas de difícil acceso. El debate sobre el derecho a la privacidad vuelve a reabrirse.
La incorporación de los drones al trabajo diario de los periodistas está empezando a jugar un papel relevante en la cobertura de conflictos, eventos deportivos, realización de documentales o la información de sucesos en lugares inaccesibles.
Esta nueva herramienta al servicio de los profesionales se maneja desde un dispositivo móvil y resulta más barata que alquilar un helicóptero. Aunque diseñadas para uso militar, los sistemas aéreos no tripulados están siendo adoptados para fines informativos, tanto por parte de civiles como de periodistas. Especialmente relevantes fueron las filmaciones de un militante turco en la plaza Taksim de Estambul en junio.
En Europa ya hay medios que están incorporando esta nueva tecnología. En Francia, la cadena “France 3” ha realizado reportajes sobre las cumbres del Tour de Francia y tomas de localidades vistas desde el cielo. Además, “BFM TV” utilizó un drone para filmar las inundaciones en Lourdes. En Inglaterra, la BBC pudo recopilar información para realizar un informe que cuestiona la viabilidad del tren de alta velocidad Londres-Manchester.
Por su parte, la CNN transmitió recientemente con este sistema la destrucción causada por el tifón “Yolanda” en Filipinas, informa “The New York Times”. Gracias a las imágenes ofrecidas, el fotógrafo británico Lewis Whyld asegura que pudieron descubrir dos cuerpos que fueron posteriormente recuperados por las autoridades. Otras empresas, como News Corporation, han encontrado potencial en esta tecnología para la filmación de deportes en Australia.
Aunque personas como Whyld están probando drones de largo alcance y nuevos sensores que permitan, por ejemplo, determinar la calidad del aire, lo cierto es que todavía no están definidas las líneas legales que los gobiernos deben establecer para controlar su uso.
Por una parte, los permisos para volar son muy caros en Inglaterra, pero en EE.UU. es aún peor, ya que sólo se permite a fabricantes y entidades públicas poner a prueba las aeronaves. Aunque en las universidades del país se desarrollan cursos de periodismo para enseñar el manejo de estos aviones, en agosto se advirtió de que no podían realizar clases prácticas a menos que tuvieran un permiso.
Se espera que la tendencia cambie de aquí a 2015, se promulguen leyes menos restrictivas que las vigentes y se liberalice el espacio aéreo “en un mercado organizado y negociado”, señala Arnaud Mercier, director del Observatorio de Medios francés. El modelo a seguir sería el australiano, con una normativa del año 2001 en la que se anima a los fabricantes a adoptar esta tecnología.
Por otro lado, aún hay ciertos detalles que deben pulirse. Sobrevolar lugares llenos de gente puede resultar un peligro si se pierde el control del artefacto y se estrellan contra el suelo o un edificio, como ya ha ocurrido en alguna prueba. Pero sobre todo preocupa la violación del derecho a la intimidad, ya que muchos paparazzis están utilizando los aviones para colarse en eventos privados, como la reciente boda de Tina Turner en Suiza.