La mayoría de las cosas de las que disfrutamos en la actualidad, nos parecen algo normal a las que no damos importancia alguna, cuando en realidad subyacen miles de horas humanas de investigación, estudio y sacrificio.
La investigación científica, así como los avances en el pensamiento filosófico, social, económico y político, desde la mitad del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, sentaron las estructuras básicas de la sociedad actual. Representan en diferentes momentos de este período, la iluminación que a cada acción humana otorgan siempre los que son considerados precursores de una época.
La deuda que la historia en general, así como las mujeres en particular, tienen con la invalorable herencia científica y humana que dejó Madame Curie, por lo menos en parte queda compensada con el sitio que actualmente ocupa la mujer en la sociedad en todos los ámbitos, pero más importante es aún, el camino que se ha abierto para estas “nuevas precursoras” que están cruzando fronteras tanto en el campo científico y tecnológico, como en el social y político.
Su extraordinaria preparación teórica y su sacrificio de miles de horas de investigación a riesgo de su propia salud y la de su marido Pierre Curie, abrieron las fronteras del conocimiento sobre la radioactividad y los beneficios que de ella podían obtenerse.
Fue la primera mujer y primer científico en recibir dos Premios Nobel, el primero de física en 1906 y el segundo de química en 1911. Al morir en 1906 su marido en accidente trágico, Marie Curie rechaza la pensión que le ofrece el gobierno francés, porque ella pensaba que tenía capacidad de seguir trabajando. En cambio, sí acepta la cátedra de física que Pierre Curie tenía en la Facultad, convirtiéndose en la primera mujer catedrática de la historia de Francia.
Su actitud desinteresada sin igual, la llevó no solamente a no patentar el proceso de aislamiento del radio, sino a dejarlo abierto a la comunidad científica internacional, iniciando un interesante intercambio epistolar con otros científicos norteamericanos a los cuales les envía cartas para compartir sus conocimientos.
Su sencillez rompe cualquier molde, prueba de ello es que al acudir a la ceremonia de los Nobel en la segunda ocasión que lo recibía, fue con el mismo traje que había lucido cuando fue galardonada por primera vez.
Nacida en Polonia en la época de la Rusia Zarista, en que la mujer no podía asistir a la universidad, le impulsa a trasladarse a Paris y desarrollar su carrera y su vida, porque es aquí donde conoce a su marido.
Fallece en 1934 de leucemia, causada por la prolongada exposición a materiales radioactivos. Desde 1995 los restos de Madame Curie descansan en el Panteón de Ilustres de Paris, batiendo incluso después de su muerte otro record más de los tantos que marcó a lo largo de su vida: ser la primera mujer que por méritos propios descansa junto a los más grandes hombres de Francia.
Marie Curie es un ejemplo, aunque no lo sepan, para aquellos emprendedores –hombres y mujeres- que se enfrentan a diario a los desafíos del mercado y los esfuerzos por llevar adelante una idea plasmada en una empresa; qué decir de los grandes sacrificios que implica la investigación científica y que miles de investigadores en todo el mundo mantienen esa tradición de servicio y entrega a una causa que siempre es en beneficio del género humano.
El científico colombiano Manuel Patarroyo (nacionalizado español) también inspirado en aquella herencia, decidió hace pocos años que los derechos de patente sobre las investigación de la vacuna contra la malaria, quedaran en beneficio de la humanidad. Sin especulación, solamente abnegación y generosidad.
Michael Schutzler, autor de Inspiring Excellence: A Path to Exceptional Leadership (Inspirando la excelencia: un paso hacia un liderazgo excepcional), afirma que en la actualidad existe un nuevo pensamiento en los niveles de alta dirección, en el que los líderes entienden que ejercer el liderazgo es un privilegio, no un derecho. ¿Cuál hubiera sido la reacción de Marie Curie ante esta aseveración? Hubiese ido más allá, sosteniendo que no se trata ni de privilegios ni derechos, sino que el fundamento sobre el que se basa el avance de la ciencia y el del bienestar de una sociedad, es el de que nunca se debe claudicar.
Ella no lo hizo ni ante los fracasos que a diario tiene un científico hasta llegar a su meta, ni ante sus valores que construyeron su fama de mujer de carácter, necesaria virtud para un mundo que en su época, pertenecía plenamente a los hombres.
Marie Curie tenía confianza en sí misma, reforzándola aún más, desde el instante en que dejó su Polonia natal, para ir a estudiar a Paris. A medida que se iba integrando en la sociedad parisina, tuvo que comulgar en más de una ocasión con cierta misoginia y xenofobia, típicas de aquellos que tienen una visión endogámica del universo del que forman parte. Ella aislaba este tipo de ataques y su conducta solamente se aferraba a sus valores. Confianza sobre lo que hacía y hacia dónde iba en su ardua y sacrificada tarea que día tras día realizó durante años.
Marie Curie rompió todas las barreras de los “ismos” (racismo, segregacionismo, etc.) que ha caracterizado a los movimientos nacionalistas europeos durante décadas, desde el momento en que sus restos fueron trasladados al Panteón de los Ilustres de Paris, dejando su impronta para las generaciones futuras de inmigrantes que desde diferentes latitudes, en Francia o en cualquier otro país desarrollado, se han ido integrando plenamente en sus nuevas sociedades de acogida.
Mi homenaje a Marie Curie es mi cuota parte de deuda moral con esta precursora impar. Nuestra deuda con ella es inconmensurable. Su legado es patrimonio de la humanidad. Sus valores y principios trascienden la física y la química, porque subyace en el código ético de una sociedad occidental necesitada de mucho más humanismo del que ostenta hoy.
Marie Curie, mujer…científica…precursora…líder y emprendedora…
GRACIAS ¡!!!!!!!!!!
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