Actualmente, los profesionales de los medios de comunicación están atravesando una crisis de identidad tras la aparición de ciudadanos reporteros que utilizan las redes sociales como plataformas para difundir informaciones. La misión del periodista en la era digital ha de ser la de autoafirmarse y delimitar muy claramente cuál es su papel en la sociedad.
“Todo el mundo puede realizar ahora un acto de periodismo... cualquiera informa a cualquiera”. Jeff Jarvis escribió hace unos meses un interesante artículo en el que intentaba abrir los ojos a los periodistas, advirtiéndoles de que hoy en día, recopilar y transmitir informaciones son tareas para las que ya no resultan imprescindibles. Pero Jarvis tiene claro que la labor de los profesionales aún sigue siendo necesaria para agregar valor a este proceso.
Los periodistas temen a esas personas anónimas que cada vez tienen más voz con sus comentarios en páginas web o redes sociales y se obsesionan con su supervivencia tanto personal como industrial. Pero en lugar de ver al público como una amenaza, lo que debe hacer el profesional es replantear su posición y enfocar su actividad como un servicio cuyo fin es que la sociedad esté informada. El periodismo como comportamiento, no como estado.
¿Cómo lograr esta meta? Katharine Viner tiene claro que la misión del periodista es la de destapar historias que de otra manera no serían conocidas. Se necesita a un grupo de trabajadores a tiempo completo para denunciar hechos que otras organizaciones quieran ocultar y que transformen esas informaciones en algo accesible y comprensible para el gran público.
La tarea no es sencilla, por ello tiene que ser realizada por una persona muy preparada. El profesional sabe cómo cultivar una fuente durante meses para conseguir una información, tiene la capacidad para saber cuándo se está ocultando algo importante, realiza preguntas incómodas, lee entre línea, desafía sin temor al poder, conoce la manera de acceder a cientos de datos y es valiente para resistir las presiones.
Pero aunque todo este trabajo se haya realizado escrupulosamente, el público puede desconocerlo y la única manera de conseguir su fidelidad es ganándose su confianza. Viner considera que es un trabajo que hay que hacer en esta era digital. Después de todo, en esta plaza, en el ágora, alguien tiene que ser al que la gente cree, el que puede confirmar algunas historias y desacreditar a otros.
Twitter es una herramienta muy interesante de comunicación, pero en la que también es muy fácil difundir bulos y rumores. Los usuarios se encuentran indefensos ante esta situación, incapaces de averiguar cuándo se trata de una historia real o falsa, por lo que siempre acuden a las cuentas de los medios de comunicación para comprobar si se trata de una información veraz. Algunos medios han caído en la trampa de confiar en los rumores que se extienden por la red y han cometido errores de bulto, muy difíciles de corregir y que han provocado una pérdida de la confianza que depositaban los usuarios en ellos. La lección que deben aprender es que es mejor llegar tarde y bien, que pronto y mal, y ser transparentes para saber reconocer un error o explicar cómo se ha llegado a obtener determinada información.
La revolución digital ha traído un cambio de poder. La web es abierta y la comunicación es más democrática que nunca gracias a que el acceso a Internet llega al 39% de la población mundial, frente al 16% de hace sólo ocho años. Hay miles de empresas y ciudadanos comunicando en la red, pero algunas organizaciones no pueden hacerlo libremente porque deben velar principalmente por los intereses de sus propietarios y accionistas. No es el caso de “The Guardian”. El periódico tiene total libertad editorial y todo el dinero obtenido se reinvierte en mejorar para ofrecer un periodismo de calidad a sus lectores.
En resumen, ¿cómo será el periodismo de la nueva era? No es instinto o datos, ni contenido original o verificación de hechos. Ni profesionales neutrales o politizados o periodistas o lectores. El futuro del periodismo es todo lo anterior.