En el estado más noroccidental del extenso territorio de los Estados Unidos, Washington, su capital Seattle lleva el nombre en homenaje al jefe de la tribu de indígenas americanos que poblaban esa región cuando llegó el hombre blanco.
La carta que escribe el jefe Seattle al Presidente Franklin en 1855, en respuesta a la oferta de compra de las tierras de Surwamingh, es una pieza digna de la más ALTA POLÍTICA, que podría darse ahora en pleno siglo XXI en negociaciones entre estados.
Es por ello, que me parece de interés para mis lectores, que la analice párrafo por párrafo.
“El Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras. Vamos a considerar esta oferta, pues sabemos que de no hacerlo, el hombre blanco vendrá con sus armas de fuego”.
El líder de la tribu sabía que era mejor negociar que enfrentarse al gobierno de Washington. Mientras no se enfrentara mantenía su capacidad de negociación.
“El Gran Jefe blanco podrá confiar en lo que dice el Jefe Seattle con la misma certeza con que nuestros hermanos blancos pueden confiar en la vuelta de las estaciones. Mis palabras son inmutables como las estrellas”.
No hay contrato más poderoso que el valor de la palabra empeñada. Un líder tiene siempre que cumplir con la palabra dada a su gente. De la misma forma decimos, que no hay caída más rápida para un líder, que no cumplir con lo prometido.
“¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Esta idea nos parece extraña. No somos dueños de la frescura del aire ni del centelleo del agua. ¿Cómo podéis comprarlo vosotros?”.
Al jefe Seattle le parece inverosímil comprar o vender extensiones de tierra. Rompe con su cultura, porque ésta hace que el indio americano sea una parte más del paisaje. Está en armonía con la naturaleza.
“Lo decidiremos oportunamente. Habéis de saber que cada partícula de nuestra tierra es sagrada. Cada hoja resplandeciente, cada playa arenosa, cada neblina en el oscuro bosque y cada insecto con su zumbido son sagrados en la memoria y la experiencia de nuestro pueblo. La savia que circula en los árboles porta las memorias del hombre de Piel Roja”.
Y a continuación, el jefe Seattle parece que hablase hoy…en los finales de 2012 cuando dice: “Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las fragantes flores son nuestras hermanas, el venado, el caballo, el águila majestuosa son nuestros hermanos. Las crestas rocosas, el calor natural del potrillo y el del hombre pertenecen a la misma familia. Los ríos son nuestros hermanos, ellos calman nuestra sed”.
Ya en los párrafos finales de este documento, demuestra un liderazgo de humildad, aceptando que el gobierno de Washington es su nuevo máximo jefe y el que manda, pero expone su deseo para la tribu de contar con un lugar en dónde puedan seguir viviendo dentro de su cultura y tradiciones, afirmando que van a estudiar detenidamente la oferta del gobierno estadounidense.
El jefe indio sabe que la fuerza del gobierno norteamericano es incomparable con la que les queda a su pueblo, por ello se refiere a su condición de indígena americano como parte de la tierra, porque además de ser realidad, es el respaldo y su fuerza para la negociación.
“Por eso, cuando el Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras es mucho lo que pide. El Gran Jefe dice que será nuestro padre y que nos reservará un lugar para que podamos vivir. Por ello consideraremos su oferta. Mas ello no será fácil porque estas tierras son sagradas para nosotros. El agua centelleante que corre por los ríos no es meramente agua sino la sangre de nuestros antepasados. Deberéis enseñar a vuestros hijos que cada reflejo en las aguas claras de los lagos habla de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre”.
Estas últimas palabras son la historia viva de un pueblo que se funde en la naturaleza y que en ésta encuentra el sentido de su vida, la fuerza de su supervivencia.
“El Piel Roja no comprende por qué queréis comprar nuestras tierras. Nuestra manera de ser es diferente. La vista de vuestras ciudades hace doler nuestros ojos. Pero quizá sea porque el Piel Roja es un salvaje y no comprende las cosas. No hay ningún lugar tranquilo en vuestras ciudades, ningún lugar en el que puedan escucharse las plegarias de las hojas o el desplegarse de las alas de un pájaro. El ruido que acaricia la cara del lago y el olor del viento, purificado por la lluvia del mediodía o perfumado por la fragancia de los pinos”.
Finalmente, repitiendo una vez más que van a considerar la oferta, impone una condición, digna de los más férreos defensores de la biodiversidad y contra el cambio climático que de manera traumática ha provocado el hombre:
“Si la aceptamos, os pondremos una sola condición: el hombre blanco deberá tratar a los animales y a nuestros bosques como a sus hermanos. ¿Qué es el hombre sin los animales y los bosques? Si ellos desaparecen, el hombre morirá de una gran soledad de espíritu. Porque lo que ocurra a los animales pronto ocurrirá al hombre”. Todas las cosas están relacionadas entre sí. Esto lo sabemos: la tierra no pertenece al hombre sino que el hombre pertenece a la tierra”.
Es una declaración de principios sobre la tierra como un organismo vivo y de recursos limitados que ha abierto en los últimos años, debates profundos sobre la sostenibilidad del planeta de persistirse en la forma de cómo se explotan sus recursos naturales.
“El hombre no ha tejido la red de la vida: es sólo una hebra de ella. Todo lo que haga a la red se lo hace a sí mismo. Lo que ocurra a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra; las cosas están relacionadas como la sangre de una familia”.
Su gran lección de liderarzgo
El gran líder Seattle no había hecho ningún curso de liderazgo. Tampoco lo necesitaba, porque las verdades que emanan de sus palabras, no se regulaban por las leyes del hombre blanco.
Su mundo giraba en torno a las leyes de la naturaleza de la cual ellos sabían que formaban parte, y no podían comprender la VISIÓN del hombre blanco y poderoso, que con armas quería adueñarse de más extensiones de tierra porque el desarrollo de sus actividades así se lo imponía.
Por eso el jefe Seattle se muestra firme pero flexible, porque sabe que contra la fuerza del gobierno americano solamente tiene la fuerza de su razón, que para la tribu y los padres de sus padres, reside en el agua, las praderas y todo lo que la naturaleza les ha brindado a las sucesivas generaciones que poblaron la región.
Un liderazgo fundado en su historia y fundido con la naturaleza. Una verdad que contiene su carta sostenida en una concepción de justicia natural, que para el jefe Seattle está claramente por encima de la justicia que imponen los hombres blancos.
Sabemos cómo terminó la historia de la conquista del oeste de los Estados Unidos. Pero aún hoy, en 2013, se escuchan los ecos de estas palabras de un jefe indio que demostró que en 1855 fue capaz de aplicar técnicas de negociación y dotes de liderazgo para preservar su cultura y su historia.
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