Cuántas veces a lo largo de su historia, el séptimo arte nos ha relatado hechos que de otra manera hubiésemos desconocido.
A pesar de que la crítica siempre ha destacado como eje central de la película, el romance entre Karen Blixen (Meryl Streep) y el cazador Denys Finch Hatton (Robert Redford), es cierta en parte aunque me parece mezquina, ya que lo que en realidad refleja la obra maestra de Sydney Pollack “Out of Africa”, es cómo era la lucha que una mujer independiente para la época, en los albores de la Primera Guerra Mundial y en concreto, en una colonia británica como Kenya, libra para llevar adelante su vida como empresaria.
Hace exactamente 100 años que Karen Blixen tuvo que sobreponerse a los engaños de su marido -ya que en el inicio ella había aportado dinero de su madre para una explotación ganadera- cuando en realidad el barón Bror von Blixen-Finecke (su marido) había invertido en una plantación de café, con los riesgos que tal inversión suponían, en cuanto al tiempo necesario para que las plantas produzcan y en cuanto a la altitud en la cual se localizaba; todo lo demás a lo que se enfrentó Blixen, puede sintetizarse con una expresión que sigue teniendo vigencia: el establishment británico. La mujer no era bien vista en actividades empresariales y menos aún que se mostrara como una persona independiente y con criterios propios.
La perseverancia
¿Qué ha cambiado en un siglo? Podríamos decir que mucho o también que muy poco, y ambas respuestas no son excluyentes. Pero sí en algo estaríamos todos de acuerdo: que en la actualidad la mujer empresaria y emprendedora, así como la directiva con altos niveles de responsabilidad, tiene en su ADN una Karen Blixen que se sobrepone tanto a los desafíos del mercado como a la persistente y no acabada aún lucha por la no discriminación de la mujer en puestos de responsabilidad.
El paralelismo de la película cuando Karen Blixen entra en el club social inglés de la capital de Kenya, Nairobi, exclusivo para hombres y que produce un revuelo que hace poner a los hombres en pie quejándose por su presencia, es similar en intensidad y alcance al que las mujeres han despertado en su participación en consejos de administración en la última década en Europa, a tal punto que en la UE la comisaria Redding sigue aún batallando para que el cupo permita, si bien no la paridad absoluta, una relación más razonable, no como en la actualidad que escasamente sobrepasa el 13%.
La humanidad
Una mujer que se preocupó por la educación y sanidad de los aborígenes que empleaba en la plantación, iba en contra de la visión que los británicos tenían de las poblaciones autóctonas, consideradas salvajes y sin ningún tipo de derecho. Por eso chirriaba en la visión que tenían los ingleses, cuando ella decide crear una escuela para que aprendieran a leer y escribir.
Este aspecto es tratado por Pollack con su habitual maestría, ya que muestra como Blixen convence al jefe de la tribu a que deje a los niños instruirse a partir de determinada altura (en centímetros); este acto en el presente sería la empatía que Karen Blixen sentiría con su equipo (la gente de la plantación) y la preocupación por su bienestar. En rigor de verdad, en aquella época Blixen se preocupaba porque no tuvieran problemas de salud y tuvieran instrucción; en el presente, Blixen contaría con un equipo cohesionado, con buena formación y con un alto nivel de productividad individual, todo ello en beneficio de la eficiencia de la organización en su conjunto.
Karen Blixen representaba ya entonces a una mujer que con su carácter autónomo e independiente, se había liberado de la vida y convenciones burguesas que la constreñían en Dinamarca. Una forma de estar en una sociedad en la que no encajaba una mujer con sus dotes empresariales y con una personalidad decidida, que le gustaba tomar decisiones y no estar sujeta a lo que dijeran los hombres.
Emprendedora
Su empresa, “The Karen Coffee Company”, le dio más sinsabores que beneficios, pero aún quedándose sola a cargo de la explotación hizo lo posible para que sus empleados se sintieran integrados y comprometidos con la empresa.
Su facilidad para aprender las lenguas aborígenes, especialmente el suajili, y llegar a comprender y compartir las costumbres locales, le granjearon un respeto y admiración. Los nativos la apodaban «la hermana leona» habiéndose ganado su afecto porque la consideraban una mujer de coraje, con grandes habilidades como cazadora.
Pero en 1931 la economía es la que la derrota con la caída de los precios del café, circunstancia que le obliga a dejar la explotación, vender todo y regresar a Dinamarca. Nunca más regresó a África, aunque ella afirmara siempre su voluntad de volver y el entrañable amor que sentía por el Continente Negro.
Ejemplo de liderazgo
Fue la primera mujer cuyo liderazgo se enfrentara claramente al lo establecido. Comprendió el cambio y la adaptación a las circunstancias más adversas. Su carácter le permitió luchar contra la sífilis y soportar el oprobio que para una mujer ello representaba en una sociedad europea cerrada y clasista. Rompió con tabúes y hoy la mujer líder moderna tiene una deuda de gratitud con la gran escritora danesa.
Sus palabras “Yo tenía una granja en África…” inmortalizadas por Pollack, siguen inspirando a mujeres que hoy en el África actual luchan por lograr al menos un mejor trato hacia la mujer y eliminar de una vez la marginación a la que se ven sometidas aún en 2013.