Parece claro que los dos diarios españoles de mayor alcance pondrán en marcha sus muros de pago a la vuelta del verano. Se juegan su futuro, pero no deberían esperar demasiado de la nueva estrategia, a pesar de que en los mercados más avanzados el pago por contenidos es ya una realidad establecida. El problema es que sus contenidos responden todavía a la cultura del papel, no a la sociedad digital.
Juan Luis Cebrian, el consejero delegado de Prisa, haría bien en escuchar y poner en práctica los consejos de John Paton, el CEO de Digital First Media, uno de los mayores grupos de medios digitales y de papel del mundo, que, por cierto, es desde hace semanas consejero de Prisa. En esta misma web recogemos su intervención en una conferencia que se acaba de celebrar en París, en la que advierte que los muros de pago son sólo una solución parcial y transitoria, que lo que realmente más importa es implementar cambios profundos, sistemáticamente y sin parar, en la organización de las redacciones, en la cultura de los periodistas implicados, de los editores, del papel mismo que se han autoasignado de guardianes de la información. Todo el ecosistema de cabeceras, marcas, plataformas tecnológicas y fórmulas de comercialización, ha entrado en una era de discontinuidad radical. Más crudo lo tiene Pedro J. Ramirez en Unidad Editorial, porque tiene las riendas editoriales, pero no las empresariales y en esta difícil fase no pueden ir desacopladas.
Tenemos ya algunas certezas a nivel global: los muros de pago mixtos funcionan en los mercados maduros. Una reciente encuesta de Ernst & Young entre altos ejecutivos de 500 medios de comunicación y entretenimiento del mundo es bastante concluyente al respecto: los ingresos digitales se incrementarán más del 50% en dos años y sobrepasarán los ingresos tradicionales en 2015. La cuestión básica es cómo monetizar los soportes móviles, ya que los “smartphones” y las tabletas serán el canal predominante para acceder a la información y el entretenimiento. No perder de vista que hoy en día hay en el mundo más personas con acceso a suscripciones móviles que con posibilidades de tener agua potable y electricidad. Por eso hay que rediseñar de arriba a abajo, con cambios radicales y sistemáticos, todo el statu quo de la información, la formación de la opinión pública y la comunicación.
El drama de los grupos españoles de medios tradicionales es que están muy retrasados en la transición digital, sus contenidos básicos son noticias que todos repiten, de ámbito nacional o provincial, algo por lo que es muy difícil que paguen los lectores digitales. Además, la prensa está muy sesgada ideológicamente y ese giro se ha acentuado en los últimos años, cuando la sociedad digital transcurre por un sentido muy distinto: quiere análisis de calidad, síntesis significativas, perspectivas de fondo, opiniones prestigiosas, por eso sí está dispuesta a pagar. Pagará poco, siempre y cuando sea fácil y ágil el pago. Y demandará servicios añadidos, privilegios, exclusividades, etc. Y además quiere participar y compartir, hasta el punto de que muchos editores y periodistas en marcados avanzados reorientan sus trabajos y temas abordados en función de la retroalimentación que genera interactuar con las redes sociales.
Las noticias puras que tiene todo el mundo NO DEBEN IMPRIMIRSE y mucho menos las cotizaciones y datos que ya están obsoletos cuando pasan por la rotativa. Esta es una evidencia creciente en la sociedad digital en la que estamos inmersos, pero por este lado de los Pirineos, enfrascados en peleas partidistas y polémicas de patio de colegio, no parece enterarse. Lo pagaremos caro, porque el futuro de nuestros medios de comunicación no es una cuestión del sector, es una base esencial de competitividad global, un asunto de Estado.