¿Cree Ud. que controla todas sus emociones? Si la respuesta es afirmativa, debo decirle que se equivoca. Que siempre hay sentimientos que se descontrolan. De ahí la importancia de una buena dosis de inteligencia emocional.
El sentimiento de arrepentimiento no es algo esporádico. Si nos detenemos a analizar la cantidad de veces que nos arrepentimos de algo que hemos hecho, tanto a nivel personal como profesional, cobra gran importancia cómo practiquemos nuestro control de las emociones.
¿Qué es mejor? Lamentarnos sobre cosas ocurridas y que no se pueden modificar (estar obsesionados con el pasado) o por el contrario, seguir adelante y tratar de vivir sin arrepentimientos.
La inteligencia emocional nos enseña a mejorar en nuestra relación con los demás, pero especialmente con nosotros mismos. Pero el autocontrol en las emociones no implica que dejemos de ser sensibles. Por el contrario, cuando ejercemos un control sobre nuestro estado emocional, priorizamos aquellas emociones que realmente deben importarnos.
Como dice la escritora y periodista norteamericana Kathryn Schulz,
“si quieres ser totalmente funcional y humano, creo que necesitas aprender a vivir, no sin arrepentimientos, sino con ellos. El arrepentimiento es la emoción que nos embarga cuando pensamos que nuestra situación actual podría ser mejor o más feliz si hubiéramos hecho algo diferente en el pasado”. No se puede estar más de acuerdo con esta autora.
Hay decisiones que se tomaron que lo más probable es que ya no nos importen dentro de un año o a lo mejor dos. Aunque nos agobiamos por ese pasado que sentimos nos condena e inhibe a vivir un presente del que disfrutemos plenamente. Además, ese remordimiento nos coarta la libertad en la planificación de nuestro futuro, porque el pensamiento sigue estando en función de nuestras experiencias pasadas.
Kathryn Schulz, define las características de cómo opera el arrepentimiento en nuestra consciencia:
- La primera es la negación, que se refiere a una reacción casi adolescente de pensar que lo hecho desaparecerá como por arte de magia. Y dar este tipo de respuesta no ayuda a solucionar el problema ni analizar las razones que nos llevaron a tenerlo.
- La segunda manera que el arrepentimiento nos agobia es con una sensación de perplejidad. Es un sentimiento que nos invade como si no fuera nuestra la decisión equivocada que hemos tomada por la cual ahora sentimos arrepentimiento. Como si no la entendiéramos, como si no fuera con nosotros.
- El tercer rasgo del arrepentimiento, corresponde a un deseo intenso de castigarnos. Ese impulso –aunque falso- de querer golpearnos la cabeza como si fuera a solucionarse el problema.
- El cuarto componente del arrepentimiento es lo que los psicólogos llaman perseveración: concentrarse obsesivamente en un acto o hecho específico. Un acontecimiento que ocupa toda nuestra atención, llegando en ocasiones a bloquearnos. A dificultar nuestra reacción.
- Pero Kathryn Schulz señala un quinto factor del arrepentimiento al que se refiere como una especie de “despertador” existencial, que nos hacen tomar consciencia de que las malas decisiones que uno toma le dejan totalmente indefensos y expuestos a ser vulnerables en un mundo insensible e indiferente.
La autora norteamericana plantea tres posibles salidas a esta encrucijada de nuestra consciencia:
En primer lugar, debemos consolarnos pensando que no es un sentimiento aislado que nos ocurre a nosotros, sino que es universal. Y por más que haya personas que no quieran reconocerlo, en algún momento se han arrepentido de alguna decisión tomada.
La segunda forma de ayuda es reírnos de nosotros mismos, porque el humor es una terapia fantástica para eliminar esta fijación con problemas ya ocurridos y que pueden ser modificados.
La tercera manera en que podemos hacer las paces con nuestros arrepentimientos es permitir que el tiempo pase, pues bien sabemos que borra todas las heridas. Aunque no significa que justamente seamos más indulgentes que otras personas (compañeros de trabajo, familiares, etc.) con nosotros mismos.
Kathryn Schulz afirma que lo esencial no es vivir sin arrepentimientos; lo que importa es no odiarnos por tenerlos. Necesitamos aprender a amar las cosas defectuosas e imperfectas que creamos, y perdonarnos por haberlas creado.
El arrepentimiento no nos recuerda que actuamos mal; nos recuerda que sabemos que podemos actuar mejor”.