En el año 2.002, se finalizó la primera versión de la normativa EMV para tarjetas con microchip. Europa fue pionera en el proceso de migración de sus tarjetas bancarias, que consistía en la implantación y uso del chip frente a la banda magnética con el fin de combatir los riesgos de fraude en los medios de pago. Proceso que culminó en el año 2.010, considerándose este año como la fecha definitiva de implementación del chip en las tarjetas para toda el área de la UE.
Gracias al chip, tanto las entidades generadoras y responsables de estas tarjetas como los usuarios, han ganado en seguridad y confianza a la hora de realizar los procesos transaccionales en los medios de pago. Este proceso de migración requiere de múltiples cambios, tales como: arquitectura de terminales (Cajeros y TPVs), generación de datos para el chip, sistema de aceptación o traslación de transacciones, etc.
La principal ventaja del chip es que actúa como contenedor robusto y procesador confiable de los datos del usuario y las claves personales asociadas a su tarjeta, lo que permite la autenticación del usuario, a la vez que evita la suplantación de su identidad y los robos en las operaciones financieras que afectan a sus cuentas bancarias.
Cabe destacar, que este chip está regulado por los estándares internacionales fijados al respecto en materia de interoperabilidad.
En la actualidad, los países del continente americano se encuentran en pleno proceso de migración y asunción del chip en sus tarjetas, es decir, están inmersos en la misma fase que vivimos en Europa durante la primera década de este siglo.
El primer país de este continente que ha asumido el testigo europeo ha sido Brasil, secundado por otros países como Chile, Perú, Venezuela, Colombia y México, que actualmente, también, se están inmersos en estos proyectos de migración a EMV y cuyas previsiones más optimistas de implementación masiva se sitúan en torno al año 2.014.
En el caso de USA, cabe reseñar que, aunque inicialmente decidieron desmarcarse de EMV, con posterioridad decidieron alinearse y han iniciado, recientemente, un proceso de adaptación de sus Cajeros Automáticos y TPVs con el objetivo de estar preparados ante la inminente llegada del chip en las tarjetas y poder así, gestionar los procesos asociados a las mismas con todas las garantías.
Otra de las bondades del chip en las tarjetas es que reduce las posibilidades de clonación de éstas, ya que al estar integrado en el plástico de la tarjeta, ayuda a una mejor autenticación a través del uso de claves criptográficas personales para generar los criptogramas (mensajes cifrados) de petición de aceptación. El cifrado se produce en el interior del chip una vez que el titular accede a éste mediante un PIN.
Es evidente que la implementación del chip en las tarjetas bancarias ha supuesto una revolución repleta de ventajas en la forma de operar en los medios de pago, a la vez que ha aumentado la confianza y seguridad en su uso tanto para las entidades como para los usuarios finales.
En Europa, existen empresas desarrolladoras de soluciones para el entorno EMV, como es el caso de la que tengo el honor de presidir y dirigir, que cuentan con soluciones muy maduras y probadas para gestionar la información en los chips de estas tarjetas.
No obstante, a día de hoy todavía nos encontramos inmersos en una fase de convivencia del chip y la banda magnética, debido, como explico en este post, a que aún son muchos los países que no tienen implementando este sistema. Pero confiamos en que dentro de unos años la banda magnética sea un sistema que haya pasado al olvido, imponiéndose por completo la robustez y seguridad del chip.
Ya que además, aquellos países que no dispongan de chip en sus tarjetas serán un blanco fácil para los ataques de las mafias y los ciberdelincuentes. Con el consecuente riesgo de convertirse en una “isla tecnológica”
Pero esto no se queda aquí, el futuro del chip en los medios de pago ofrece un amplio abanico de posibilidades que va más allá de las tarjetas de plástico. A día de hoy, esta aplicación se está implementado en otros soportes, como son: teléfonos móviles o celulares y tabletas.
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