El continuismo crónico de los medios de comunicación tiene los días contados: se están arruinando a una velocidad mayor de la esperada. Los despidos masivos, los recortes, los cierres, ahondan su crisis, pues no es tanto el modelo informativo como el modelo industrial el que ha naufragado. Muchos sectores antes que el editorial han llevado a cabo su revolución posindustrial, externalizando toda su producción excepto el I+D+I y el marketing. La externalización de redacciones o la tercería del talento es su gran asignatura pendiente.
En España los responsables de los grandes medios, incluida la TV, empiezan a darse cuenta, con una década de retraso, del enorme error de poner en Internet todos sus contenidos gratis total y luchar a brazo partido por los millones de visitantes únicos, que ha resultado una ruinosa y supuesta panacea. Los precios de la publicidad digital son de risa. Cada vez menos internautas clican sobre los banners. Casi nadie se detiene a leerlos. La tasa de clics era del 9% en el 2000 y de menos del 0,2% el año pasado. La web de “The Guardian” es el segundo portal informativo más visitado del mundo: 78 millones de visitantes únicos al mes. ¡El prestigioso diario británico pierde un millón de libras esterlinas a la semana!.
Cuando un medio reduce su plantilla sin cambiar de modelo está inexorablemente recortando en calidad. Eso se puede percibir en los grandes diarios nacionales españoles, que están sustituyendo las buenas historias exclusivas o los análisis en profundidad, por una creciente politización, mezclando en loca algarabía la información con la opinión.
Se puede incrementar la calidad y bajar los costes. La externalización puede reducir el coste de una redacción hasta el 50%. Cambiando, claro está, el modelo industrial, que ahora no se basa en la producción en serie con grandes redacciones presenciales sino en una revolución total organizativa, con un ágil sistema de prueba y error, concentrándose en el valor añadido. Eso supone recortar todo aquello que no aporte valor añadido. No hay un esquema único, pero este podría ser un modelo, basado en experiencias en marcha en EEUU y otros países avanzados:
-Un pequeño equipo de “rastreadores”, “ojeadores o “exploradores”. Casi todo está en Internet, detectar y seleccionar temas es hacer “calle” en el periodismo tradicional. También pueden colaborar expertos en temas concretos y colaboradores externos. Deberán rastrear también las redes sociales y el material de blogs, agencias y otras fuentes. Así evitaremos que dos docenas de noticias se repitan hasta la extenuación en la inmensa mayoría de los medios.
-Una redacción externalizada de especialistas funcionando en teletrabajo, bien coordinada por un director editorial.
-Un pool interno de editores digitales, que adaptan el material informativo a cada formato: web, móviles, tabletas, e-books, videos, infografías, etc., enriqueciendo los productos finales. Los periodistas tendrán que acostumbrarse a trabajar codo a codo con informáticos, diseñadores, desarrolladores de apps, infógrafos…
La web trabaja en tiempo real, con las noticias puras y duras. La preferencia es para los móviles inteligentes y las tabletas. El material se va enriqueciendo paulatinamente. El papel, cuando sobrevive, se reserva para la prospectiva, el análisis de fondo, la síntesis significativa, la perspectiva. Los diarios de papel dejarán de ser diarios, como mucho se editarán dos veces por semana, salvo excepciones. Es el final de la cadena.
Todo esto supone un cambio de cultura radical y esta es la cuestión crucial, lo más difícil de la ecuación. No solo para los periodistas, sino muy principalmente para los directivos, altos ejecutivos y los dueños del negocio.
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