Los blogs, las redes sociales y los móviles con cámara de foto, vídeo y acceso a Internet han puesto de moda el término periodismo ciudadano. ¿Puede una persona sin formación profesional específica convertirse en periodista por difundir un suceso presenciado?
El término periodismo ciudadano levanta ampollas entre los profesionales. Es como llamar bombero a un ciudadano con una manguera o ebanista a quien monta muebles de IKEA. Las claves de la profesión periodística se mantienen antes o después de la era Internet, la información profesionalizada exige selección, verificación y jerarquización, y eso solo puede realizarlo quien tiene un conocimiento y una experiencia contrastadas. “El llamado periodismo ciudadano no es periodismo”, asegura el televisivo periodista Josto Maffeo, en una frase que resume el sentir de la mayoría de los profesionales.
El denominado como periodismo ciudadano siempre ha existido, lo han “ejercido” los aficionados a contar sucesos presenciales. ¿Por qué los blogueros y los aficionados a contar sus experiencias en las redes sociales se autotitulan de esta forma? La respuesta es la confusión del activismo social en Internet con el ejercicio de una profesión que está recogida en dos artículos de la Constitución española por su fuerte repercusión social, y por el grado de responsabilidad que exige su ejercicio.
Pilar Carrera, en el libro de Fundación Telefónica, “El periodista en la encrucijada” arrima leña a la polémica al denunciar la dificultad para verificar y contrastar la información vertida en las redes sociales. Un entorno que asegura estar marcado por la multiplicación de fuentes no verosímiles. Es más, los medios de comunicación deben realizar una labor de criba y confirmar hechos vertidos en los medios sociales antes de reflejarlas.
Incluso en los depauperados medios de comunicación españoles se empieza a echar en falta la norma anglosajona de verificar los datos vertidos por los redactores, labor realizada por controles profesionales internos. Sin embargo, es obligado reconocer el aspecto positivo de denuncia realizado por las redes sociales, que siempre deberá ser contrastado por los profesionales antes de publicarlo en un medio de comunicación.