Varios expertos utilizan las nuevas tecnologías para ampliar los conocimientos literarios y realizar un mejor seguimiento de la evolución del lenguaje. Los métodos algorítmicos invaden el mundo de las letras. Matemáticas en clase de literatura.
El profesor Mathew L. Jockers publicó el año pasado una investigación en la que estudió casi 3.600 trabajos literarios publicados desde 1780 a 1900. Basándose en estadísticas, dio como resultado una serie de descubrimientos sorprendentes sobre grandes autores gracias al análisis llevado a cabo por un ordenador. El señor Jockers pudo así obtener en su Laboratorio de Stanford una visión global del mundo literario para comprender mejor el contexto en el que un escritor trabajó.
“The New York Times” destaca que, tras este estudio pormenorizado, Jockers y su equipo descubrieron por ejemplo que las obras de Jane Austen o Sir Walter Scott tuvieron una gran influencia en otros autores en cuanto al estilo de escritura y temática. Ésta y otras conclusiones se publicarán próximamente en el libro “Macroanálisis: Métodos digitales y la historia literaria”.
La tecnología Bid Data, que hasta ahora se utilizaba sólo en la investigación científica, está irrumpiendo con fuerza en campos que habían evitado el análisis cuantitativo, como las humanidades y las ciencias sociales. Culturomics es el término que se utiliza para describir estas investigaciones. Stylometry es el estudio del estilo de escritura de un autor, basado en identificar patrones de palabras y elementos temáticos en el texto escrito. La influencia se determina analizando el número y la fuerza de los vínculos entre las novelas, del mismo modo en que Google clasifica los sitios web.
Los matemáticos Jean-Baptiste Michel y Erez Lieberman Aiden lideraron un proyecto para explotar el depósito de libros virtual “Google Books” y realizar un seguimiento del uso de las palabras a través del tiempo, compararlas y representarlas gráficamente. En su trabajo, publicado en la revista Science en 2011, hallaron curiosidades como que “las mujeres”, en comparación con “los hombres”, se mencionan muy poco hasta los años 70, o que Mickey Mouse y Marilyn Monroe reciben menos atención impresa que Jimmy Carter. Pero lo más llamativo es la rapidez con la que se desvanece el pasado de los libros. La referencia a “1973” bajaba a la mitad en 1983, por lo que concluyen que “existe un aumento del interés por el momento presente y olvidamos nuestro pasado cada vez más rápido”.
Finalmente, otro gran estudio fue liderado por Jon Kleinberg, científico informático de la Universidad de Cornell. Su trabajo se centró en frases de películas que se han incorporado a nuestro vocabulario y precisan que la clave del éxito de estas frases es que son “perlas genéricas de sabiduría” que tienen la misma secuencia de partes que oraciones cotidianas.
Como en todos los ámbitos de la vida, estas herramientas cuantitativas no son infalibles y necesitan ser controladas por un experto que sepa interpretar los datos que proporcionan. Aunque seguirán siendo los especialistas los que lleven a cabo estos estudios, “estamos en un momento en que la aceptación de estos métodos es mucho mayor que en el pasado”, sentencia el profesor Jockers.