Tenía que ocurrir. Durante mucho tiempo me he resistido a realizar mi aportación a este subgénero digital de las listas de consejos pero la tentación ha sido más fuerte que yo y aquí me tenéis pontificando sobre un tema que me preocupa y ocupa: la marca personal. Aunque dicen que la manera más rápida de perder un amigo es darle un consejo, confío en vuestra generosidad para perdonar este gesto de arrogancia.
Sirva como justificación el hecho de que, en los últimos tiempos, recibo frecuentes consultas sobre este asunto y he creído conveniente responder a través de este blog por si mis reflexiones pudieran ser de utilidad para un mayor número de personas. En fin, basta de excusas, vamos a ello.
El mundo espera escuchar tu voz
Si crees tener algo que aportar al discurso colectivo en este mundo tan necesitado de nuevas ideas, hazlo. Esta frase es la que utilizo como respuesta siempre que alguien me pregunta sobre la pertinencia de añadir su voz a la conversación que fluye a través de las redes digitales.
Sin embargo, creo que antes de avanzar al lugar del escenario iluminado por los focos hay que ser consciente de que nuestra representación –porque eso es la construcción de una marca personal- puede no ser acogida como esperamos por un público que a duras penas intuimos en el oscuro patio de butacas virtual.
El avatar se convierte en una versión contemporánea de las máscaras que se utilizaban en las representaciones teatrales de la Grecia Clásica y, como entonces, nos transforman en un personaje y amplifican nuestra voz. Una voz que queda registrada en internet y que es accesible a través de una búsqueda más o menos sencilla.
Por eso creo que, antes de dejarse ver en las redes, hay que tener en cuenta algunas cuestiones. Sólo me referiré a tres, que creo importantes, por no aburriros demasiado y por aplicarme a mí mismo el tercer punto de esta lista:
1.- Las fronteras entre lo profesional y lo personal son borrosas.
Es de perogrullo pero recuerda que, aunque tus opiniones son sólo tuyas, pueden influir en la percepción que, de ti, tiene tu ecosistema profesional, para bien y para mal.
Hablo de tres entornos:
La empresa en la que trabajas. En mi caso, es de justicia decir que me siento un privilegiado por el exquisito respeto con el que se acoge en mi ámbito profesional mi actividad “persional” o “profesonal” en medios sociales. Pero esta afortunada circunstancia no siempre se produce así que, antes de lanzarse a la Red, conviene asegurarse de…que hay red. Quizás normas de participación de empleados en redes sociales, quizás alguna consulta previa..
La empresa para la que quieres trabajar. Me refiero a posibles ofertas de trabajo para las que te podrías postular o a clientes que, antes de contratar tus servicios o los de la empresa para la que trabajas, pueden querer conocerte algo más a través de tu huella digital. Asegúrate de que, en lo posible, lo que vean en ella no erosione su confianza en ti como profesional y persona cabal.
La empresa que podría estar buscando a alguien como tú. No olvidemos que, cada vez con mayor frecuencia, consultores de recursos humanos buscan profesionales en las redes. Quizás haya alguien buscando lo que eras antes de convertirte en un avatar o precisamente sea tu avatar lo que busca. Encuentra el equilibrio entre tu marca personal y tu personalidad para no cerrar puertas a las oportunidades, y más en estos tiempos en los que escasean.
Un posible “control de seguridad” muy eficaz en estos casos es que jefes, compañeros, subordinados, clientes o colegas de profesión formen parte de tu lista de seguidores. Piensa también en ellos cuando escribas e interésate en conocer cuál es su percepción sobre tu actividad. Invítales a comentar en tu blog, a dialogar contigo en la red, a aportar sus ideas.
También piensa –aunque menos, porque no lo merece- en ese oscuro personajillo que desde la penumbra de un rincón puede estar esperando el momento para ajustar cuentas contigo. No se lo pongas fácil.
2.- El público no tiene por qué compartir tu opinión sobre tus opiniones.
Quizás a ti te parezca razonable la expresión de ciertas ideas que tu entorno considera inadmisibles. Y no me refiero sólo a que seas de los que defienden las nuevas entregas de La Guerra de las Galaxias, cuestión que a mis ojos ya te haría sospechoso.
Aun en ese supuesto recomiendo la expresión mesurada de opiniones. Huyamos de la crispación que contamina el ambiente, de ese légamo maloliente en el que chapotean con frecuencia algunos populares tertulianos. Esa polarización ideológica es un peligro añadido para el ejercicio saludable de la libertad de expresión a través de los soportes digitales y quizás te genere alguna mala experiencia en forma de “troll”, tanto en el mundo on como off line.
Por fortuna, más allá de tristes excepciones, vivimos entre personas sensatas, dignas de formar parte de una democracia consolidada como la nuestra. En ella, todos -ciudadanos, instituciones y empresas- debemos ser respetuosos con las opiniones que participan de valores que la inmensa mayoría compartimos, expresados en documentos de consenso (Constitución, Declaración Universal de Derechos Humanos, etc..). Con independencia del signo ideológico de cada cual, así como de sus preferencias en materia divina, sexual, musical, etc..Disfrutemos pues de esta situación, bastante excepcional en el planeta, y actuemos en consecuencia.
Pero ojo con alentar el pensamiento único, tan estéril y peligroso. Por eso creo que también deben hallar su espacio aquellas opiniones disruptivas, innovadoras, incluso incómodas que no participan del discurso social convencional pero que, expresadas de forma argumentada y serena, pueden abrir nuevos caminos de futuro.
Palabras que pueden generar nuevos consensos y ante las que no conviene taparse los oídos si no queremos echar por tierra buena parte del potencial de las redes para la construcción de nuevas oportunidades de desarrollo colectivo.
3.- Salvo excepciones, la desnudez es enemiga de la seducción.
No destruyas todo el misterio, guárdate algo en la reserva, no viertas todo tu conocimiento en las redes. Recuerda que compartir conocimiento es positivo pero también puede destruir tu valor añadido como profesional o como referente en tu entorno.
Aunque sólo sea por no tener que remitir a tu blog o a tus perfiles 2.0 a las personas que conozcas en el mundo off line, guarda algunas líneas de diálogo para ti.
No dilapides todo el arsenal personal y profesional que puede ayudarte a seducir a otros o, si decides hacerlo, que sea de forma premeditada, no por un irrefrenable e inconsciente deseo de sacar a pasear a tu ego.
En definitiva, y con esto acabo, no creo en la transparencia personal total, tampoco en instituciones o empresas. Frente a ella, mi apuesta es la translucidez inteligente, honesta y constructiva.
Es bueno que pase la luz por las ventanas de cristal transparente, pero antes hay que definir los huecos que se deben abrir para asegurar la luminosidad confortable de la estancia, acogedora para el anfitrión y sus invitados. Todos tenemos zonas en la penumbra y a menudo generamos luz para aclarar el entorno desde esos espacios opacos.
Además, esos lugares oscuros no siempre los elegimos nosotros por lo que también debemos tener en cuenta los planos que otros diseñaron para confinar nuestra individualidad. Recordad a Ortega y Gasset: «Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo»
En fin, lamento si estas líneas os parecen un poco a contracorriente del “buenrrollismo” supuestamente inocentón que pulula por vuestras pantallas. Una actitud que algunos hacen suya sin que los apóstoles de la transparencia compartan con ellos los pingües beneficios de su prédica.
Si os parezco cobarde, conservador o poco “dospuntocérico”, haced un experimento: A todos los que os sermonean con la transparencia total, pedidles el número y claves de su cuenta bancaria y a ver qué os contestan.
Si no os dan esa información, borradles de vuestra lista de gurús favoritos :-)
David Martínez Pradales
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