Hace más de un año, a los ejecutivos de Vocento (yo era entonces uno de ellos) se les presentó el quiosco digital que el grupo había desarrollado en colaboración con otras grandes empresas del sector. Durante esa presentación, se nos dijo que el objetivo era lograr que los “nativos digitales” se suscribieran a las ediciones digitales de los periódicos y revistas integradas en ese cíber-quiosco. Supongo que el otro invento similar, pilotado por el grupo Unedisa, nació con el mismo propósito.
En aquel momento me asaltó una duda: un “nativo digital”, es decir, quien ha nacido ya en pleno ciberespacio, acostumbrado a informarse gratuitamente en la red… ¿por qué va a suscribirse, pagando, a una revista o periódico en edición digital si puede conseguir gratis, como siempre desde que “nació” en este mundo, la información de multitud de páginas web? ¿Por recuperar desde su tableta o su teléfono inteligente la sensación de pasar las páginas como en una revista o periódico tradicionales?
Parece poco probable que el llamado “nativo digital”, alguien que nunca ha apreciado la prensa, sencillamente porque nunca fue lector de prensa, se suscriba a una publicación digital de pago mientras pueda conseguir gratis algo similar en las páginas web que estos grandes grupos mantienen abiertas… pese a que en toda su vida casi ninguna de ellas ha sido rentable para sobrevivir por sí sola y todas ellas han colaborado a minusvalorar el auténtico producto de los medios de comunicación. Y ese producto, no se confundan, no es el periódico o la revista en papel. El papel es sólo el soporte, como antes lo fueron el pergamino, el papiro, las tablillas de arcilla o las paredes de las cuevas habitadas por los primeros “homo sapiens”. El producto que “fabrican” las empresas de medios no es el papel, sino lo que ese soporte publica: el contenido periodístico.
Como ese contenido comenzó a regalarse hace más de una década, en la ingenua creencia de que la publicidad pagaría los costes, es poco probable que el “nativo digital” nacido también desde ese momento quiera pagar nada por un contenido ofrecido ahora en formato digital.
De hecho, meses después de aquella presentación, durante un curso de internet para directivos de medios de Vocento, reinaba cierto desconcierto: la nueva consigna para los periódicos y revistas del grupo parecía ser “capar” (se empleó específicamente esa palabra) la información de las webs, dejar sólo titulares, entradillas, o alguna muestra, para fomentar que el lector se suscribiera a las versiones digitales de los periódicos y revistas…
Pero tanto en ese grupo como en otros similares del panorama mediático español, las webs con el “gratis total” siguen siendo la norma. ¿Cuántos suscriptores de pago se han logrado a través de los quioscos digitales? ¿Suficientes para conseguir que los grupos dejen de vender sus contenidos en el soporte papel? ¿Suficientes, y convincentes, para que los anunciantes acepten pagar tarifas adecuadas, si esos medios digitales llegan a un abundante público “identificado”, no a la inabarcable, amorfa, infiel, volátil y poco rentabilizable masa que se nutre gratis en los “medios.com”?
Cierto: cada vez se venden menos periódicos y revistas. Sin duda, la competencia del soporte gratuito, la página web “gratis total”, ha hecho daño. Y mucho. Pero tampoco olvidemos el auténtico factor que está arrasando las ventas. Un factor mucho más grave, impactante y trascendente que la “revolución.com”. Ese factor se llama “crisis económica”, la más grave desde la Gran Depresión. Cada vez menos gente está dispuesta a gastarse 1,30 euros al día, o el doble un domingo, para comprar un periódico. Y, además, la publicidad, uno de los negocios más cíclicos que existen, se ha hundido en los medios tradicionales y sube muy lentamente en los digitales (y eso gracias a tarifas de auténtica risa, entre otras cosas por la saturación de oferta y por la creciente dificultad para saber quién está viendo el anuncio… si es que alguien lo ve y no pincha con celeridad la equis que cierra el anuncio invasor).
A la crisis económica global y a la autocompetencia desleal que supone regalar por internet los mismos contenidos que los medios pretenden vender en el quiosco (digital o físico), se une la crisis interna de los mismos grupos de comunicación: no se puede hacer un periodismo de calidad con plantillas diezmadas, prescindiendo de los profesionales más especializados y expertos, sin recursos que, se pongan como se pongan, la venta de publicidad “on-line” nunca va a generar.
Si en un ambiente de grave crisis económica los medios siguen regalando su producto, el contenido, seguirán ahondando su propia tumba. Si siguen ofreciendo webs gratuitas, van a vender muy pocos periódicos y revistas digitales… máxime cuando, además, su contenido es cada vez más flojo por culpa del exagerado ajuste de plantillas.
Seguro que el contenido -la información y el análisis que ofrecen las empresas periodísticas- tiene que cambiar de soporte. Es posible que el papel sea el soporte en retroceso, que deje sitio al soporte digital, igual que el papiro se rindió ante el pergamino y éste cedió después su espacio al papel… El papel morirá antes o después. Pero antes que él morirán las empresas periodísticas, que han creado su propio Frankestein, ese implacable “enemigo.com” que siguen alimentando… Quizás sigan siendo empresas, pero no ya periodísticas, no centradas en vender un contenido de calidad, sino otras cosas que prefiero no nombrar. A este paso sólo quedarán buscadores, agregadores, blogs… un interminable revoltijo de contenidos sin control alguno de calidad y, por lo mismo, facilísimo de manipular, utilísimo para los poderes establecidos, pero inútil e hipnotizante para el consumidor, que dejará de ser lector y se convertirá en una pura terminal receptora de todo lo que consiga (o le inyecten) gratis desde el ciberespacio.
Pero quizás antes los medios recuperen la cordura y abandonen la consigna “el papel ha muerto”. Lo que está muriendo, lo que este sistema se está cargando, es el contenido, el periodismo de calidad.
Es una magnífica idea cambiar de soporte. Abandonar el papel, dejar de depender de una carísima producción y de una compleja distribución para mutar hacia la publicación digital. Pero la mutación nunca será posible si antes los medios no acaban con el “gratis total”, si no dejan de regalarlo todo y a todos… hasta a los monstruos puros de internet, como Google, que se forra siendo el dispensador de lo que otros fabrican. La reciente iniciativa del Bundestag para hacer que los “regaladores.com” paguen a los “fabricantes” por los contenidos que esos mismos “regaladores” consiguen gratis y rentabilizan con publicidad (no olvidemos que entre el 60 y el 70 por ciento de la publicidad “on-line” va a empresas como Google y Facebook), puede ser un primer paso para que el sector recupera la cordura y deje de regalar su producto.
En los contenidos periodísticos, Internet se ha convertido en el único escaparate en que el cliente puede no sólo ver el producto, sino también llevárselo gratis. Y lo peor es que los fabricantes de ese producto colaboran encantados y siguen engordanto al “enemigo.com”. Así, difícilmente vamos a lograr la transición definitiva hacia la revista o el periódico digital. No nos va a dar tiempo.
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