Hace un par de meses contacté telefónicamente con un amigo, editor al que la crisis en su comunidad autónoma le estaba golpeando. Las deudas de organismos oficiales le ahorcaban de tal manera que había decidido cerrar las cinco redacciones que tenía y unificar en un solo producto el diario que fundó a comienzos de los ochenta.
Ilusionado me recomendó que me hiciera con un ejemplar y lo analizara. Confieso que esperé ansioso que me llegara el ejemplar. Y me llegó.
La conclusión es que se siguen haciendo periódicos con formato y esquemas de hace dos siglos. En plena era digital los editores parece que insisten en vender tabloides con fotos impresas en papel prensa, con poca calidad cuando no en negro, con la estructura que nos enseñaron en la escuela de periodismo de mediados del siglo pasado.
No sé por qué, pero creía que un diario refundido tras la crisis sería distinto. Como estoy acostumbrado a las tabletas, a internet, no me veía de nuevo manchándome las manos con la tinta impresa, como antes, con un formato nada cómodo pero esclavo de las máquinas de las antiguas impresión.
Creo que cuando la masa crítica de tabletas lo permita, el papel prensa, que antes se utilizaba incluso para envolver el bocadillo, o el pescado, será una reliquia del pasado. Mientras, entiendo, los editores deberían cambiar muchas cosas en los diarios impresos. Con la tecnología digital en algunos países, Suiza, Alemania, ya disponen de diarios en formato pequeñísimo, cosidos y con lomos pegados, a todo color, con papel de más calidad… vamos como la lectura de la tableta pero en papel.
Entiendo a Juan Luis Cebrián, cuando acaba de declarar en Cádiz que el periódico diario de papel está muerto. No sólo lo entiendo. Lo comparto.
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