Parece una contradicción pero no lo es. La red social, herramienta idónea para la comunicación directa, guarda silencio ante hechos que conmueven a la opinión pública, siempre y cuando detrás de los 140 caracteres esté la mano de un cargo político.
Muy pronto, los políticos de todo el mundo vieron en Twitter un canal de comunicación con sus compatriotas – o electores, para ser más precisos – en tiempo real y sin intermediarios. Como la política es una cosa seria, se espera que los comentarios resumidos en 140 caracteres que provengan de aquellos que tienen bajo su responsabilidad la cosa pública también lo sea.
Pero el pragmatismo gana todas las batallas. Es así cómo los políticos, argentinos en este caso, descubrieron la posibilidad que les ofrecía Twitter para instalar titulares, atacar a sus adversarios y hacerse los simpáticos a fin de incrementar sus seguidores. También vieron en la red social el canal idóneo para censurarse a sí mismos; o, lo que es lo mismo, callarse ante hechos que les incomodan. El periodista Julián Gallo, en un artículo publicado en La Nación, le pone voz al silencio de los políticos argentinos.