La junta anual de accionistas de News Corporation puso de manifiesto el descontento de los accionistas que llegaron a pedir la cabeza del presidente, la de su hijo James y la del resto del comité de dirección. Invesco, el tercer mayor accionista del grupo, invitó a los Murdoch a vender todas sus cabeceras y repartir mayores dividendos, tras el escándalo de las escuchas.
The Sunday Telegraph publica unas declaraciones de Kevin Holt, fundador de Invesco, al final de la reunión en las que el inversor asegura que “el mundo ahora el digital y la competencia ha superado a los periódicos en papel”. Invesco posee 14 millones de acciones de la compañía, lo que convierte a la firma en el tercer mayor accionista del grupo, y Holt no dudó en mostrar su descontento con la situación de News Corp. en Reino Unido. “Por suerte no tenemos esta participación únicamente por los negocios en aquel país, sino que nuestra participación se mantiene a pesar de lo sucedido allí”.
La que era la primera junta tras el cierre de News of the World el pasado mes de julio estuvo precedida de protestas en el exterior de los estudios de la Fox en Los Ángeles que albergaron el evento. Cerca de veinte personas con pancartas coreaban lemas como “echad a la mafia de los Murdoch” para animara a la rebelión a los accionistas de la firma. Cosa que finalmente sucedió, a pesar de los intentos del patriarca por dejar claro que hará todo lo que esté en su mano para evitar que algo así vuelva a suceder. “No sólo debemos ser una compañía rentable –aseguró el presidente ejecutivo-, debemos ser una compañía de principios”.
La familia Murdoch controla un 40% de los derechos de voto del Consejo de Administración y cuenta con el apoyo del príncipe saudí Alwaleed bin Talal, que controla un 7% más del capital. De este modo, los inversores independientes tan sólo acumulan un tercio de los votos posibles, lo que merma su capacidad de maniobra dentro del Consejo.
La reunión de accionistas del conglomerado mediático, cuyo presidente recordó que se hizo una reserva de 20 millones de libras para compensar a las víctimas de las escuchas, se saldó con la reelección del comité ejecutivo y la propuesta de los accionistas independientes de instaurar un nuevo consejo independiente también fue rechazada.
Riñas familiares
Más allá del puñado de accionistas díscolos hay otros riesgos que ponen en entredicho el legado de Rupert Murdoch. Su hijo James, de 38 años, es el que parece destinado a suceder al fundador, si bien las diferencias entre él y su padre en la visión del negocio comienzan a hacerse más que evidentes.
Con su hermana Elizabeth al frente de una productora de televisión con sede en Londres, y su hermano Lachlan empeñado en centrarse en preservar la continuidad de las empresas del grupo en Sidney, James podría tomar el relevo a su octogenario padre al frente de la compañía, si bien parece que hay ciertas diferencias irreconciliables entre el empresario autodidacta y hecho a sí mismo, y el joven M.B.A. seguidor de las modernas técnicas de gestión empresarial.
Fuentes cercanas a la familia han afirmado que Rupert llegó a plantear el pasado invierno un ultimátum a su hijo para que abandonase su apacible residencia de Londres y se mudase a Nueva York, donde se encuentra la sede central de la firma. En marzo, James compró una casa en el Upper East Side por 23 millones de dólares, pero con la crisis de las escuchas de por medio aún no ha llegado a hacer efectivo su traslado.
Cerca de media docena de empleados de la compañía han descrito con detalle los desacuerdos que alejan las posturas de padre e hijo y que les han llevado incluso a no hablarse en algunas ocasiones. Ante esta situación, todas las miradas están puestas en Chase Carey, Jefe de Operaciones de la compañía, quien podría suceder a Rupert Murdoch mientras James y su cohorte de asesores preparan su desembarco en la firma neoyorquina.