Pero no tenemos tiempo para lamentarnos, sino para ver qué acciones se van a tomar a escala global. No es un problema exclusivo de la Península Ibérica. El Planeta TIERRA se está secando.
Pero en mi responsabilidad con miles de lectores/as que me siguen hace años, tengo la obligación, al menos de intentar, poner sobre la mesa algunas reflexiones que nos ayuden (especialmente a la dirigencia política y empresarial mundial), a una toma de posición, ante un bien natural necesario para la vida, que es cada vez más escaso y que es responsable directo e indirecto de pueblos que han tomado las armas. No ha sido el único factor desencadenante, pero sí uno bastante decisivo.
¿Es que estoy exagerando? Les voy a poner sobre la mesa ciertas pruebas que nos indican por qué hay preocupación mundial por un posible conflicto que vaya escalando hasta convertirlo en una Guerra Mundial por el agua.
Si consideramos un portal como es YKA, que indica inmediatamente después del nombre que es el sitio dónde “Where Young India Writes” (dónde la joven India escribe), en el que se afirma que “si hoy estallara la Tercera Guerra Mundial, creemos que sería sobre el agua. Muchos científicos e hidrólogos no solo están de acuerdo, sino que creen que tal conflicto podría estallar tan pronto como en 2025”.
Y agrega datos escalofriantes:
“Ya se están librando terribles guerras por productos escasos como el petróleo. Teniendo en cuenta que una de cada 9 personas en la tierra carece de agua potable y que nuestro uso del agua está creciendo el doble de rápido que la población mundial, es hora de que esta toma de conciencia sobre el agua marque la diferencia antes de que sea demasiado tarde”. Y justamente hace una descripción de la que ya hay señales, la que llama “los signos de tal conflicto ya existen”, en relación a que la revolución contra el presidente sirio Bashar al-Assad, el comienzo de la Guerra Civil de Yemen en Taiz (la ciudad con mayor escasez de agua del país), el conflicto entre Turquía e Irak por el río Tigris, la disputa entre Israel y Palestina por el río Jordán: todos estos conflictos tienen sus raíces en las disputas por el agua.
Es evidente que, ante la delicada situación geoestratégica y geopolítica actual, derivada de la Guerra de Ucrania, la sensibilidad en la política está a flor de piel, por supuesto que también, la otra sensibilidad más peligrosa como es la reacción y/o respuesta armada.
Basta con agregar a una cuestión como la inestabilidad e incertidumbre actual a la que nos hemos tenido que acostumbrar desde la PANDEMIA, para que un elemento clave para la vida como es el agua, pueda cortocircuitar las ya tensas relaciones entre Oriente y Occidente, pero muy en concreto, los poco más de 1.000 millones de habitantes que no tienen acceso directo al agua potable. ¿O es acaso que los vamos a acusar de terrorismo?
Veamos otro caso que me ha sorprendido, que es el de Diva Envitec Pvt Ltd, una empresa de ingeniería con sede en Bombay, India, que se centra en una amplia gama de tecnologías de mejora de procesos para la industria. Hasta aquí todo normal, como la presentación de una organización más, pero en cuanto entras a leer, ves que dice que “nuestra filosofía se basa en una transición constante hacia la energía y los materiales renovables. Ayudamos a nuestros clientes a ahorrar millones de dólares a través de procesos ecológicos y energéticamente eficientes y la recuperación de productos de los flujos de desechos”.
E inmediatamente lanza la bomba: “las guerras por el petróleo dieron forma a la historia del siglo XX, pero está claro que la mayoría de los conflictos del siglo XXI serán por el agua. ¿El cambio climático, la creciente escasez de recursos hídricos y la creciente inestabilidad regional nos llevarán a la Tercera Guerra Mundial?”. ¡Contundente! Al mismo tiempo preocupante, porque en ambos ejemplos que he puesto, no corresponde a una charla de café.
Los políticos (de cualquier signo que sean) que ostentan el poder en un país, o los que están liderando los máximos organismos multilaterales, caso del FMI, Banco Mundial, etc., saben lo preocupante que puede llegar a ser para el futuro del planeta, lo que se conoce en la ciencia política como “la maldición de los recursos”. La historia nos ha puesto de relevancia una y otra vez en diferentes épocas, la paradoja de que países con abundancia de recursos naturales muy valiosos, terminaban experimente mayores índices de corrupción, más conflictos y que tenían gobiernos menos democráticos. Basta estudiar un poco la historia del siglo XIX y XX y ver qué es lo que ha ocurrido en África y Latinoamérica. Los recursos importantes como los minerales, el petróleo, trigo, carne, sal y los diamantes (entre muchas otras materias primas), siempre han estado vinculados con guerras y conflictos locales, a veces regionales, y por supuesto, una gobernanza en base a corruptelas, que eran sostenidas siempre por las potencias coloniales que seguían haciendo gala de su fuerza con la rentable contrapartida de negocios internacionales de materias primas.
Pero actualmente, cuando se trata del agua, el recurso más comprometido de todos, la teoría de la ciencia política descrita cambia: e indica que la creciente escasez de agua generará conflictos violentos a medida que el acceso al agua se agote para ciertas comunidades. ¿Y por qué irán creciendo situaciones de conflictos que lleven a guerras más extendidas? Por la sencilla razón, que, frente a este panorama de corruptelas mundiales, de oportunistas políticos y de líderes mediocres, puede ocurrir que muchas organizaciones poderosas puedan luchar por la disminución de los suministros de agua, aumentando las tensiones. Esto implica, por supuesto, financiar y sostener a políticos corruptos y naciones de cuyo ejercicio democrático (las llamadas democracias blandas), solo tienen el nombre.
La falta de agua ya afectaba a finales de 2015 a un 40% de la población mundial, estimándose que en un cuarto de siglo más, o sea, llegando a 2050, podría estar por encima del 60% (algunos indican que más). ¿Ojo al dato? Lo veo más claro cada vez que ese “quinto jinete” no debe galopar jamás. Debemos evitarlo si pretendemos defender la existencia de nuestra especie.
Las sequías se van extendiendo por el globo, lo que convierte suelos fértiles en áridos, y poblaciones que se podían sostener (aunque en la pobreza) disponiendo de los mínimos básicos, pero que poco a poco la situación va dando paso a la falta de alimentos, hambre, pestes y enfermedades endémicas.
Aunque parezca un mero desiderátum, la situación perentoria actual nos exige ACTUAR y ahora mismo. Me parece que hay que revertir la estadística.
Vamos a aclararnos y lo hacemos de manera meramente enunciativa, o sea, no pretendemos cubrir todo el espectro que el preciado elemento necesita de la acción humana:
1º) No ceder en la lucha contra el cambio climático.
2º) Evitar la contaminación de los ríos y demás acuíferos.
3º) La gestión responsable del agua debe ser por partida doble: consumidores (formar y concienciar a la población en un consumo responsable) y las administraciones, en cuanto al tipo de obras que se liciten que puedan afectar de manera directa o indirecta el suministro y la disponibilidad de agua. Esto implica una educación para el cambio de modelos de consumo y estilos de vida.
4º) Para hacer frente a las sucesivas etapas de falta de agua y sequías, es imperativo que se lleven a cabo cambios en todas las formas de consumo, sea a nivel individual y familiar, como el de las grandes empresas que demandan por su tipo de producción ingentes cantidades de agua.
5º) Aprovechamiento del agua de lluvia y mejora sustancial en las canalizaciones y almacenaje.
6º) La reutilización de aguas residuales, haciendo de ellas un recurso.
7º) El 70% del agua dulce se utiliza en todo el planeta con finalidades de riego y prácticas agrícolas. Si se hacen mejoras tecnológicas se puede reducir de manera importante el desequilibrio que se produce entre la demanda y oferta de alimentos básicos derivados del campo.
Pero una vez explicitadas algunas de las medidas que han de tomarse, la cuestión es meramente política, como sigue:
- ¿Qué tienen que hacer los gobiernos locales, regionales y nacionales?
- ¿Existe una legislación adecuada para impedir el derroche y/o el mal uso del agua?
- ¿Se están generando los marcos institucionales internacionales y la cooperación entre naciones, por ejemplo, con acuerdos nacionales transfronterizos para compartir de manera racional este recurso vital?
- ¿Se está llevando a cabo una política fiscal que promueva el ahorro y consumo responsable del agua, penalizando el derroche?
Lo que sí queda claro, es que hay un camino de solución para que evitemos llegar a una Tercera Guerra Mundial como consecuencia de la escasez de agua: compatibilizar concienciación de los ciudadanos, las corporaciones industriales de todo tipo, así como los sistemas de producción y las medidas de gobierno de medio y largo plazo.
Como cuando le preguntaron al profesor Paul Samuelson (Premio Nobel de Economía) qué era para él la economía, como podía explicárselo a la gente de la calle, respondió: “la economía es una disciplina muy sencilla, cualquiera puede entenderla. Ahora bien…lo que no cualquiera puede hacer, es saber las consecuencias de la aplicación de las medidas de política económica que hay que tomar en cada momento”.
Este pensamiento es el que debe inspirarnos para diferenciar siempre entre la acción humana y las medidas de gobierno. Jamás podremos superar el problema del agua (como tantos otros conflictos casi irresolubles que tenemos en el mundo), si no se compatibiliza el principio económico de la escasez con la utilización racional del recurso AGUA.
Si esto se hubiera hecho con cabeza (buen criterio y sentido común) desde hace al menos tres décadas, no estaríamos en la situación que estamos actualmente. El tema se ha agravado porque se ha llegado demasiado lejos en el deterioro. Es hora de actuar y concienciar. Podemos evitar algo tan sencillo como UNA TERCERA GUERRA MUNDIAL y algo más dramático aún: la desaparición de nuestra especie.