Se está formando un cierto consenso entre genetistas y gerontólogos sobre la idea de que el envejecimiento, e incluso la muerte consecuente, no es un proceso inevitable. Esta idea supone un cambio radical sobre el enfoque de la vida y el progreso de la raza humana, rompe un tabú y abre unas perspectivas apasionantes. Ya hay varias empresas como Calico, la sigilosa empresa de Google, creada en 2013 con una inversión de 1.300 millones de dólares, que abordan este empeño con inversiones muy cuantiosas. Si logran éxito, veremos en las próximas décadas surgir una raza de los que ya se denominan amortales, que solo morirán por causas de accidente, no por envejecimiento. Será un privilegio al alcance de unos pocos, que podrá conllevar conflictos sociales y políticos. Es interesante constatar que este paso puede coincidir con un descenso constante de la población mundial que los demógrafos señalan para la segunda mitad del siglo o quizás antes.
La prestigiosa MIT Technology Review acaba de publicar un extenso trabajo al respecto. Menciona de entrada una cita muy oportuna: “Los Cíclopes tenían un solo ojo porque, según la leyenda, estos gigantes mitológicos intercambiaron el otro con el dios Hades a cambio de la capacidad de ver el futuro. Pero Hades los engañó. La única visión que recibieron los Cíclopes fue el día en el que morirían. Para estos seres, disponer de esa información se convirtió en una carga: la tortura de conocer el dato sin tener capacidad de hacer algo para poder evitarlo”. Tal vez el llamado Tercer Ojo les proporcione a la humanidad la visión que precisa para acabar con la tortura. El primer paso es acabar con el concepto inmutable durante milenios de que el envejecimiento es un proceso natural. Las enfermedades que afectan a la vejez pueden ser los síntomas, no las causas; cada vez más científicos cuestionan la concepción básica del envejecimiento. Por ejemplo, el genetista de la Universidad de Harvard David Sinclair, afirma que la medicina no debería tratar el envejecimiento como una consecuencia natural de hacerse mayor, sino como una enfermedad en sí misma. Considera que le vejez es simplemente una patología y puede tratarse con éxito, como todas las patologías. Ese es el enfoque correcto y no tratar aisladamente las enfermedades asociadas como el cáncer, la demencia o la fragilidad física.
En la naturaleza encontramos ejemplos muy sugerentes: los longevos pinos de América del Norte se consideran biológicamente inmortales. Pueden morir por una hacha o por un rayo, pero nunca se caerán de viejos. Algunos tienen más de 5.000 años. La edad no les afecta. Algunas criaturas marinas tienen parecida biología, se regeneran hasta el infinito.
El director del Centro de Envejecimiento Saludable de Singapur, Brian Kennedy, señala que el envejecimiento de la población es “el cambio climático de la salud”. Aboga por desarrollar le geroingeniería. Singapur tiene un problema: sus proyecciones ponen en evidencia que para el 2030, que está a la vuelta de la esquina, solo habrá dos personas en edad de trabajar por cada jubilado. Otros países le seguirán. Tenemos que cambiar el guión. Kennedy está preparando los primeros grandes ensayos en humanos con tratamientos centrados en el envejecimiento. Se mencionan entre otros los llamados senolíticos. El Gobierno de Singapur le da total prioridad. “Hemos logrado grandes avances con animales, pero necesitamos empezar a hacer estas pruebas en humanos”, dice Kennedy.
En un estudio inédito que aparecerá en el próximo libro de David Sinclair titulado “Lifespan” explica que la clave de su trabajo está en la epigenética. Afirma que ha utilizado la terapia genética en ratones y asegura que puede “lograr que las células dañadas del nervio óptico se vuelvan jóvenes de nuevo” para restaurar la vista a los animales ciegos de edad avanzada. Entonces podría cesar la tortura de los Cíclopes.
Los amortales están en ese horizonte.
Si (
No(
