De ahí que uno de los ejes centrales de su mensaje se refiera a la mentalidad victimista, que termina configurando una personalidad que se ampara justamente en transmitir ese sentimiento de víctima a los demás, cuando no endosarles también la responsabilidad sobre sus desgracias.
¿No me digan que alguna vez no han experimentado ese sentimiento de víctima?
Esto no es malo en sí mismo, lo que sí es negativo son las circunstancias en las cuales terminamos haciendo de un problema menor o que tiene solución, todo un mundo y que además nos sentimos víctimas de la situación. Casi siempre este sentimiento nos causa angustia.
Pero se convierte en una patología clara cuando endosamos la supuesta culpa de lo que nos pasa hacia otras personas, que en realidad no tienen nada que ver o no son directamente responsables con lo que nos sucede.
¿Afán de protagonismo?
Sin duda una personalidad victimista asume un rol protagonista importante.
También su forma de expresarse y sus gestos acompañan una manera de comportarse típica de quién se siente víctima aunque en realidad no lo sea.
Pero uno de los peores escenarios en el que actúan las personalidades victimistas, es cuando sabemos que su sentimiento de derrota es algo crónico, ya que se encuentran en una especie de estado permanente de disconformidad, insatisfacción y queja.
Se convierten en personas que muy difícilmente puedan transmitir emociones positivas.
En realidad asumen el victimismo como una especie de capa protectora de sus propios fracasos e inseguridades.
Se acostumbran a ello y no son capaces de renunciar porque se sienten cómodas en esa posición.
No les preocupa en cuánto puedan intoxicar el ambiente de trabajo o incluso a nivel personal en una relación, porque son egocentristas y ejercen de manera constante un rol que les permite que se fije la atención en ellas.
También es cierto que algunas personas adoptan esta actitud de manera inconsciente, pero justamente no es el caso de los victimistas crónicos, que para ellos es su manera de conducirse en la vida.
De este modo se liberan de cualquier responsabilidad en sus acciones y culpabilizan al resto de lo que les ocurre.
Cuando del victimismo se pasa al pesimismo
Una de las consecuencias más directas del estado victimista en el que cae con frecuencia una persona, es tener también una visión pesimista de la vida.
Cuando aflora la desconfianza sobre su propio trabajo y acciones, tratando de tirar balones fuera buscando responsables en otros compañeros o jefes, lo que se logra es un ambiente inestable, a veces irrespirable.
Surgen las palabras inadecuadas y como siempre la falta de oportunidad en una respuesta, que complica aún todavía más una situación de inestabilidad emocional.
Cuando la personalidad victimista se instala y convive en la psicología de un individuo, termina transformándolo en sus sentimientos más profundos, alimentando por ejemplo, la ira, que a su vez puede terminar en actitudes más agresivas en sus relaciones interpersonales.
La intolerancia así como el desprecio son piezas comunes en la relación hacia algunas personas que son consideradas culpables y/o responsables de los supuestos males que está padeciendo quién ha desatado este sentimiento.
La víctima puede tener un sentimiento de dolor e impotencia, pero es su actitud la que le granjea algunos beneficios, tales como eludir o diferir según sea la situación, la responsabilidad que trata que caiga en otra u otras personas.
Las que considera que son las que han de resolver su propio conflicto y asumir la responsabilidad de lo que le sucede.
El victimismo más que una acción es una actitud
No importa quién actúa y las funciones así como responsabilidades que tiene.
La cuestión es en qué afecta lo que dice y hace al victimista que le achaca los problemas y consecuencias que supuestamente está sufriendo.
La búsqueda de la atención de los demás sobre la personalidad del victimista, es sin duda una muestra palpable de experiencias traumáticas pasadas no superadas, del mismo modo, que la necesidad imperiosa de una búsqueda de protección.
En realidad, en nuestras actitudes diarias, a veces inconscientes, estamos a disgusto por algo que nos ha salido mal.
Pero en realidad nos estamos culpando en nuestro interior porque sabemos que somos responsables de lo sucedido.
Entonces, como una defensa natural de nuestra mente, preferimos sentirnos víctimas en vez de afrontar ese sentimiento de culpa interna.
Sería mucho más fácil hablar de ello y aprender a convivir con la culpa en casos que realmente sean graves o que hayan tenido un impacto en nuestra vida.
En definitiva, echar balones fuera culpándolos a los demás de nuestras supuesto mal destino (así sea un tema puntual), o no querer ver la culpa para resolverla y asumir el papel de víctimas, es una búsqueda generalmente inconsciente de querer calmar esa sensación de culpa para estar en paz con nosotros mismos.
¡Pero cuidado! En la medida que nuestra lucidez nos permita ser conscientes de la situación, debemos objetivar bien el problema, para poder erradicarlo al saber cómo tratarlo, pero nunca llevarlo al terreno del victimismo que terminará haciéndonos daño personal y a muchas personas de nuestro entorno.