Entre las metas a alcanzar, que desde ya no son fáciles como está el mundo actual, es la del establecimiento de estándares globales para lograr la igualdad de género, de ahí que se trabaje a escala mundial con los gobiernos y la sociedad civil para diseñar leyes, políticas, programas y servicios necesarios para garantizar que las normas se implementen de manera efectiva y realmente beneficien a las mujeres y niñas en todo el mundo.
Forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para mujeres y niñas y apoya la participación igualitaria de las mujeres en todos los aspectos de la vida, centrándose en cuatro prioridades estratégicas:
1º) Las mujeres lideran, participan y se benefician por igual de los sistemas de gobierno. Personalmente creemos que aún deja mucho que desear esto postulado, porque incluso en la UE aún se está luchando por una participación igualitaria de la mujer a escala social, lo que implica en todo tipo de actividades que desarrolle.
2º) Las mujeres tienen seguridad de ingresos, trabajo decente y autonomía económica. Sobre el particular, también en nuestro entorno europeo existe aún ese “gap” que posterga el pleno desenvolvimiento y desarrollo de la mujer en cualquier ámbito laboral. Es más, desde Hollywood, han tenido que ser mujeres galardonadas con el Oscar de la Academia en los últimos años, para erigirse en símbolo de la reivindicación por los salarios de las mujeres en todo tipo de empleo en los Estados Unidos. Parece ser que ha impactado mucho, pero los resultados aún siguen siendo muy bajos en detrimento de los ingresos de las mujeres.
3º) Todas las mujeres y niñas viven una vida libre de toda forma de violencia. En el caso particular de España, la violencia de género ha matado más mujeres que el terrorismo de ETA. Haber llegado a 1.000 víctimas es sin duda un fracaso que no nos podemos dar el lujo de mantener.
4º) Las mujeres y las niñas contribuyen y tienen mayor influencia en la construcción de una paz y resistencia sostenibles, y se benefician por igual de la prevención de desastres naturales y conflictos y la acción humanitaria. Sin duda alguna, la mujer ha sido clave en los momentos en los que los desastres naturales y/o los conflictos armados, arrasaban una región.
Lo hemos vivido en el eterno conflicto Palestino-Israelí o en la Guerra de Siria. Pero el ejemplo más palpable de la mujer y la economía en el tercer mundo, se vio en los microcréditos concedidos a las familias en cabeza de las mujeres, que tuvieron un éxito tremendo porque cuando se apoyaba desde organismos internacionales a zonas absolutamente postergadas en dónde la renta básica no supera el dólar diario, cuando la mujer ha sido la receptora de estos beneficios, esa comunidad empezó a trabajar de manera sostenida y levantarse, con el impacto social que ello implica en la educación de los hijos y la protección especialmente de las niñas. La mujer se preocupaba por sacar partido a la oportunidad que los Bancos de los Pobres, como el de la India, les daban.
Siempre nos decían desde nuestra condición de niños, que el deporte era importante para el crecimiento y desarrollo de la persona, afirmando su carácter y definiendo su personalidad. Aquello de “mente sana en cuerpo sano” para UN Women tiene a su vez otro alcance: que el deporte tiene el poder de cambiar vidas, ya que enseña a las mujeres y las niñas el trabajo en equipo, la autosuficiencia, la capacidad de recuperación y la confianza. Es evidente que todos estos atributos son elementos sustanciales que conforman la inteligencia emocional de los individuos. Condicionan nuestra vida diaria y el trabajo, pero más aún en circunstancias extremas como ocurre en países del tercer mundo, a las mujeres se le suman los obstáculos, por problemas económicos, sociales a los que también contribuyen de manera negativa elementos religiosos y étnicos.
Pero el mérito sin lugar a dudas de UN Women, es que el deporte es uno de los grandes impulsores de la igualdad de género. Las mujeres se animan gracias al deporte a desafiar “los estereotipos de género y las normas sociales, hacen modelos inspiradores y muestran a hombres y mujeres como iguales”.
Cuando en los partidos de tenis de Roland Garros o de Wimbledon, se detenían los comentaristas a hablar simultáneamente de la vestimenta de las tenistas en igual medida que sus virtudes deportivas, lo que para muchas voces discrepantes (que siempre las hay) consideraban que dichos atuendos eran demasiado cortos y provocadores, creemos que justamente han sido también una forma de protesta. Dichas deportistas tenían el privilegio de estar compitiendo en las respectivas catedrales de la tierra batida y de la hierba y casi sin proponérselo, se convirtieron en una voz de protesta al mismo tiempo que de afirmación de su condición de mujer deportista de élite que estaban abriendo puertas a una modernidad, que a veces de manera estúpida, queda relegada por motivos étnicos y religiosos.
Cuando he titulado mi aportación de hoy como “El drive de una mujer tiene un alcance mucho mayor que el propio deporte”, creo que sobran las palabras, porque justamente una imagen puede convertirse en un ícono cuando es una mujer deportista moderna y actual que rompe con los estereotipos de qué deporte como trabajo pueda realizar (no hay límites para la mujer que ha llegado al boxeo, o el rugby o el fútbol) y menos debe haberlos por su forma de vestir.
Es diferente a la del hombre, por supuesto, porque así está establecido. Pero el alcance de dicha diferencia se reduce (al menos eso es lo que esperamos) a la mínima distancia que debe existir en la plena realización de su vida personal y laboral de mujeres y hombres, mejor dicho, de que por fin dicha manera en la que van culminando etapa a etapa sus vidas, las mujeres no sientan ni complejos, ni diferencias, ni abismos provocados por una sociedad aún reticente en términos generales al avance igualitario de la mujer. El género no pude ser un obstáculo en una sociedad moderna y abierta. Más bien, para que así sea, el género es un elemento clave de la cohesión social.
De ahí que siempre hemos sostenido desde esta tribuna que justamente la mujer tiene que desde su interior erradicar esos complejos que siempre la han llevado a comprender en exceso a los hombres e incluso, mujeres líderes empresariales han confesado en alguna convención de la mujer, que tenían miedo al cambiar de puesto y exigir un salario acorde por temor a ser mal vistas en relación a lo que percibían los hombres.
El deporte cumple muy bien esta función igualitaria, casi mejor aún que en el ámbito de las organizaciones que tienen que seguir trabajando para que sirva de ejemplo lo que UN Women predica y apoya. Es tiempo de cambio definitivo para la integración sin paliativos de la mujer en todos los ámbitos de nuestra vida. Si así ocurriera a muy breve plazo, menos conflictos tendríamos a nivel mundial.