La transformación digital es un hecho imparable. La sociedad es realmente la que ha cambiado, el origen y fin de la transformación. No es un tema de empresas, políticas o inventos. Es una realidad sociológica, donde ha cambiado la pirámide de prioridades, los valores sociales y los hábitos de consumo. Somos unas generaciones beta intentando asumir todo lo que nos llega; pero desde un sillón más solidario, más compartido, más ecológico, menos materialista, menos rígido y muy mutante. Al principio era un tema generacional; más ahora es un tema de masas, donde los dinosaurios que no han evolucionado tienden a extinguirse.
El gran mantra de estos primeros años del siglo XXI es el Poder de la Colaboración, como antes nunca se había visto. A nivel económico tiene muchas resultantes que es importante analizar y que están basadas en el mundo del dato, la sociedad de la información y el conocimiento, la inteligencia artificial y los smart data. Por ejemplo, ha hecho crecer muchos modelos de liderazgos organizacionales basados en estructuras colaborativas en lugar de las estructuras competitivas propias del siglo XX. Conceptos como las organizaciones que aprenden o la sociocracia son claros ejemplos de que fórmulas de colaboración hacen más eficiente, rentable y feliz a las organizaciones. También hay un resurgir de modelos anteriores como las centrales de compra, las cooperativas, etc.
¿Esto de la colaboración es lo mismo que la Economía Colaborativa? No. La llamada Economía Colaborativa se basa en el principio de la colaboración, por supuesto. Da igual que sea una plataforma de coche compartido (blablacar), de apartamentos vacacionales (Airbnb), de compra colectiva (groupon) o de ropa de segunda mano (zalando). La colaboración abarata costes, amplia oferta, mejora el servicio y mata el concepto sobrevalorado de la propiedad. Están naciendo cooperativas de viviendas, de residentes de la tercera edad, de soluciones de movilidad, de compra colectiva, etc. Todo esto impacta sobre el consumidor, pero no olvidemos que es un principio universal que aplica al cliente final, pero también a la estructura interna de las empresas y a las relaciones entre empresas.
Háblenos de esa colaboración dentro de la empresa y con otras empresas. La punta del iceberg es la economía colaborativa, porque son las aplicaciones que llevamos en el smartphone y lo que sale en la televisión; pero lo más poderoso de la nueva sociedad colaborativa que nos aporta la economía digital está en la vida interior de las empresas. Vivimos en una economía líquida, global y mutante. La gran obsesión de cualquier gestor es la sostenibilidad de la empresa, que aguante y dure por muchos años. Para eso hay que ser flexible como el junco y vivir permanentemente surfeando las olas de las disrupciones tecnológicas. Estar ahí arriba, en la ola, se hace mejor si son muchas las personas con talento que tengo en mi organización con capacidad de ver venir la ola, tener equilibrio y experiencia para surfearla, así como ser generoso y avanzar colectivamente, no en solitario.
El Talento no está sobrevalorado
La sociedad industrial que dejamos atrás con el cambio de siglo, maximizaba la importancia de la invención (I+D) y de los recursos financieros como acelerantes del grado de maduración de esas tecnologías nuevas. Era el factor de competitividad y de liderazgo sectorial. Sin embargo, en la sociedad postindustrial o de servicios en la que transitamos actualmente, lo más importante no es lo que hago hoy, sino adelantarme a lo que mis clientes me demandarán mañana.
A la empresa BQ, por ejemplo, no le servía el éxito en la venta de smartphone diseñados en un pueblo de Madrid, sino que tuvo que anticipar que el futuro estaba en las impresoras 3D y comenzar a transformar su negocio. Lo mismo ocurrió a gigantes como Telefónica, que durante un siglo había sido una operadora de redes, o a IBM, que inventó el ordenador personal para luego huir de él, o a Nike, que dejó de ser fabricante para ser generador de ilusiones en el mundo de los deportes con terceros que fabrican para él.
Y ese talento para adelantarse al cambio, generar innovaciones, potenciar la creatividad y ser flexibles como el junto estriba en contar con los mejores (captar talento), tratarlos muy bien (retención del talento) y gestionarlo para que den fruto (gestión del talento). Y esto último es lo que nos lleva a la felicacia, a la construcción de organizaciones felices.
Y esto tiene que ver con los datos y su gestión
Todo está comunicado en la Era Digital. En primer lugar, las organizaciones hay que contemplarlas como organismos pluricelulares conectadas por la información, el dato, la inteligencia artificial (on line) y la inteligencia emocional (off line). Y en todo este proceso, la lubricación de los modelos lo aportan los datos, la información generada, la inteligencia que aprende.
Hablamos de que hemos pasado de la Sociedad de la Información (dataminig, CRM, ERP, etc.) a la Sociedad del Conocimiento (smart data, inteligencia artificial, IOT, machine learning, etc.). Y en esta sociedad nueva, la gestión de la información es estratégica y vital. La necesitamos en la relación con los clientes y en la gestión de las personas de nuestra organización. No existiría una sociedad nueva en el siglo XXI si no hubiera unas bases de datos que la sustentaran en los cimientos sociales, empresariales y relacionales.
Este es el reto de los jefes de Digital, Tecnología o Innovación de las grandes empresas. Creo que a todos nos falta una visión de conjunto y de perspectiva a largo plazo. Tenemos que mirar el día a día con mirada de señor de 70 años, con visión de legado, a la par que con ojos inquietos que miren 360 grados. Si hacemos esto, trascenderemos nuestro trabajo para darnos cuenta que no es un trabajo, sino que es una misión, un propósito vital para mejorar la vida de millones de personas, de nuestros hijos y de los hijos de nuestros hijos. Con esa visión trascendente encontraremos más comprensión en el trato con las personas de nuestro equipo y de otros equipos, apostaremos por co-petir en lugar de com-petir, por colaborar.
La colaboración entre empresas
La empresa siempre ha sido muy celosa de su vida interior, sus desarrollos, sus invenciones, sus modelos. Cuando un modelo industrial te aseguraba décadas de prosperidad y liderazgo sectorial, era muy importante no compartir con nadie. La fórmula de la Coca Cola te podía aportar un siglo de larga vida. ¡Y se acabó! Esto ha muerto. Los modelos de éxito tienen ciclos cada vez más corto. La obsolescencia industrial se programa para matar con nuevos productos los que ya pusiste en el mercado cinco, tres o dos años antes. Se hace en software y en hardware, en el mundo de la moda y en el automóvil. ¡En todo!
Así que ya no se trata de tener mi fórmula mágica, sino de innovar permanentemente y estar en la fila buena de la tecnología que vaya a funcionar en el siguiente ciclo industrial o comercial. Y para estar el primero en la cola, lo mejor es estar en muchas colas. Así que no pasa nada por colaborar con tu competencia en proyectos compartidos, en consorcios y UTEs.
Por ejemplo, se creó el consorcio Alastria para desarrollar el Blockchain español… y allí se apuntaron todas las tecnológicas, todos los abogados, todo el Ibex35, etc., etc. ¡Nadie quiere quedarse fuera de una tecnología que dicen que será el nuevo Internet o el nuevo Smartphone de la revolución tecnológica!
Y más modestamente, Foro ECOFIN y la tecnológica Entelgy se han asociado para crear un Espacio de Co.Creación que quiere ser motor de competitividad colaborativa para las medianas empresas españolas. Cada tres meses crean equipos de ideación de empresas del mismo sector para sintetizar los retos comunes de los cuáles finalmente se selecciona uno para darle una solución tecnológica basado en un consorcio ad hoc liderado por la metodología Sinapsis de Entelgy. En fin, ayudar a la competitividad desde el Poder de la Colaboración.
¡Solos avanzamos más rápido, pero juntos llegaremos más lejos!
Salvador Molina, presidente de Foro ECOFIN y autor de ‘Talentocracia’.