Para la época presente…muy presente del día a día que estamos viviendo, los ciudadanos soportamos uno de los peores flagelos que pueden invadir a una sociedad moderna: la incompetencia de sus dirigentes. Pero lo peor, es que es inmediatamente seguida de la no menos importante posición que adoptan las personas que se arropan bajo el conformismo.
De ahí que el pensamiento de Wallace que da título a mi aportación de hoy, me parece importante para tomar consciencia de las consecuencias de la inacción por mantenerse en la zona de confort, creyendo que así estaremos siempre protegidos, cuando en realidad, podría ser como en una tormenta cuando nos guarecemos de la lluvia bajo un tejado endeble que antes o después caerá por el peso del agua.
También el conformismo adquiere volumen y la ley de gravedad de las acciones sociales y políticas, terminan venciendo esa protección que creíamos suficiente. Entonces nos afloran sentimientos que nos hacen dudar, las desilusiones y desesperanzas, que como en un proceso de retroalimentación del sistema del cual formamos parte, nos vuelve a frenar y como una reacción natural, nos seguimos aferrando al conformismo como única tierra conocida.
Irving Wallace (1916-1990) considerado uno de los más importantes escritores de estadounidense y uno de los grandes novelistas del siglo XX, ha sido uno de los narradores con mejor capacidad descriptiva, impactándonos por su prosa y la profundidad de los diálogos de sus personajes.
Cuando describe la importancia de la democracia frente a los sistemas totalitarios lo dice con mucha clase y estilo: “esa gente pobre sabe que el comunismo les da pan, mientras que la democracia les da un voto y una carta al editor". Eso sí, que puedan dar su opinión en los medios de comunicación, facilitado hoy día por la tecnología cuyo máximo exponente son las redes sociales y toda forma de capacidad de participar y opinar, no garantizan por sí solos el pan al que Wallace se refiere. Lo que sí es claro, que a pesar de los pozos de pobreza y desigualdad que aún existe en el mundo, la democracia tiene mejores probabilidades de dar ese pan al que los sistemas totalitarios terminan quitando, sumado a que también roban la libertad y dignidad de las personas.
En uno de sus pasajes de la obra “The Man” (El hombre), dice: "todos los honores del hombre son pequeños además del mayor premio al que puede y debe aspirar: el hallazgo de su alma, su espíritu, su fuerza y valor divinos, el conocimiento de que puede y debe vivir en libertad y dignidad; la realización final de que la vida no es una muerte diaria, no es un final sin sentido, no cenizas a cenizas y polvo al polvo, sino un regalo altísimo y cegador arrebatado de la eternidad". Leyendo estas palabras… nos dejan sin palabras (valga la expresión). Da prioridad a que hombres y mujeres tengamos como prioridad conocernos mejor a nosotros mismos. Tener consciencia de lo que realmente somos para aspirar siempre a ser libres de pensamiento y tener dignidad, al menos la mínima aceptable a la que debemos exigirnos los seres humanos y especialmente a la que deben imponerse los líderes políticos mundiales respecto al impacto de sus decisiones en millones de seres en el orbe.
Porque sin duda son una mayoría silenciosa cuya dignidad está muy condicionada por unos pocos líderes que toman las decisiones que mueven la rueda del progreso y el desarrollo, pero que sabemos también deja fuera de esta categoría a millones de ciudadanos que por diversos motivos van siendo excluidos del sistema y casi siempre sin posibilidad de volver a ser reincorporados en él. La inclusión social no es un verbo que se conjugue fácilmente. Más bien, la exclusión se considera un fatalismo histórico…algo que sucede y que en función del porcentaje que tenga en un país, se le dará una categoría estadística como para que los políticos limpien sus consciencias.
O sea, que la paradoja del pensamiento de Wallace sobre ser lo que podemos ser, acertados o no, con ilusión y con sufrimiento, pero por contrario al conformismo, termina siendo también parte de la esencia de las decisiones de la alta política que apelando a esa cifra que un dato macro económico o macro-social nos brinda como la exclusión, por lo que entonces asume valor de aceptación por estar plasmado en un papel aunque corresponde a la realidad de seres humanos que están bajo el umbral de la pobreza.
El conformismo nos está invadiendo a todas y todos, porque ¿puede soportarse más incompetencia e irregularidades en la clase dirigente? La respuesta debería darse de manera contundente,
al menos desde la clase intelectual que tiene mucho que decir. Habría que presionar para que erradiquemos el conformismo derivado de la falta de iniciativas y especialmente aquel que está soportado por la cobardía de algunos políticos que se rinden (en términos de Wallace) frente a la conformidad que se han construido sin ningún tipo de sensibilidad hacia el resto de ciudadanos que son los que pagan las consecuencias de sus actos.