Joanne Rowling (1965), que escribe bajo los seudónimos J. K. Rowling y Robert Galbraith, es escritora, guionista y productora de cine británica que ha traspasado fronteras por ser la autora de la saga Harry Potter, además de ser una de las mujeres más ricas y poderosas de Reino Unido.
Sus pensamientos son auténticos dardos, que además de obligarnos a una inmediata reflexión, nos facilita la comprensión de situaciones y circunstancias, que de otra manera no nos detendríamos a observar. Este ha sido siempre el mérito de los grandes escritores.
Cuando afirma que “son nuestras elecciones las que muestran lo que realmente somos...mucho más que nuestras habilidades”, nos está advirtiendo (y esto nos duele a la gran mayoría de seres mortales) cuántas veces creyéndonos que íbamos sobrados en un trabajo o en alguna materia específica, terminábamos trasquilados por una simple decisión mal tomada, o que habiendo sido correcta fuese absolutamente inoportuna.
Cuando Rowling dice que “si quieres ver la verdadera medida de un hombre, mira cómo trata a sus inferiores, no a sus iguales”, está en línea con el presidente Abraham Lincoln que decía “si quieres medir el carácter de un hombre dadle poder”. Si bien Lincoln acierta de pleno en cuáles son los puntos débiles de la personalidad humana, que generalmente sale mal parada en posiciones de mando y poder, Rowling logra convertir la sentencia de Lincoln en algo más cotidiano.
¿Por qué? Porque cree (lo compartimos al 100%) que de la manera en que, por ejemplo, una persona con jerarquía y poder, o simplemente una persona que en su casa tiene personal doméstico, en cualquier situación en la que exista una manifiesta inferioridad en la posición jerárquica y/o social, el comportamiento del que más poder situacional tiene, estará mostrando su mayor o menor sensibilidad hacia los demás.
Cuando en 2008 tuvo que dar el discurso frente a la promoción de Harvard de ese año, se refirió a dos cuestiones que son parte de su mensaje permanente: el fracaso y cómo afrontarlo; la fantasía, especialmente la manera de potenciar la imaginación. Dos palabras que son mucho más que su valor semiótico. Es el alcance de las mismas. Porque la manera en que afrontamos nuestros fracasos, también termina siendo una medida de nuestro carácter. De la capacidad que tengamos para levantarnos ante la adversidad cuando está nos ha pasado por encima y nos está exigiendo que nos adaptemos al cambio y por supuesto, a las nuevas circunstancias.
En cuanto a la imaginación, pareciera ser que el alcance de la palabra es patrimonio exclusivo de los novelistas, cineastas, artistas en general, pero poco hábito de imaginar nos encontramos en la clase política. Desde ya que imaginar nuevos escenarios tecnológicos y cómo se están transformando los mercados y a la velocidad que lo hacen, también es parte de la esencia de la iniciativa privada, de aquellos pioneros como Herry Ford o grandes precursores como Steve Jobs, que cambiaron no sólo mercados sino culturas enteras.
La transformación de una sociedad viene dada por la capacidad de hombres y mujeres en lograr nuevos estadios de mejora en las condiciones de vida. Por ello, Rowling le dice a los graduados de todo el mundo, no sólo a los de Boston de una prestigiosa universidad, que lo que hay que desatar, o dicho de otra manera, liberar, es el pensamiento creativo. Dar rienda suelta a la imaginación, al mismo tiempo que no desalentarnos jamás por una caída o por las decenas de obstáculos que la vida nos pone delante.
Dije que Rowling lanza dardos que nos hace ver donde en realidad no vemos, por más simple que parezca o quizás absolutamente normal, por lo cotidiano de tales acciones. Pero comprobémoslo nuevamente con un pensamiento que le vendría muy bien a la clase política. Bueno… primero el dardo de Rowling que lo hace sobre su propia persona: “¿Por qué hablo de los beneficios del fracaso? Simplemente porque el fracaso significa despojarse de lo que no es esencial. Dejé de fingirme a mí misma que era otra cosa que lo que era y comencé a dirigir toda mi energía para terminar el único trabajo que me importaba”.
En su circunstancia particular, era terminar la saga de un personaje que leen niños y adultos. En nuestro mundo y experiencias, si somos honestos con nosotros mismos, deberíamos también dejar de fingir que somos una cosa distinta de la que realmente somos. Entonces…recién entonces…nos energizaremos de manera suficiente como para o terminar lo que tenemos entre manos, o para afrontar ese reto al que le tememos, sea por el miedo a fracasar o porque no sabemos imaginar aún los necesarios cambios de escenarios que tales acciones requieren.
Rowling siempre me ha parecido aguda e inteligente, pero más me ha impactado por la pertenencia a esa estirpe de mujeres y hombres de la cultura y las artes, que nos permiten ver donde creemos que vemos una cosa y es otra; que nos permiten imaginar una historia que es posible y que también podría suceder si cambiásemos nuestros principios y valores.
Lo que Vargas Llosa dice respecto a la Literatura, que los “escribidores” son los que crean situaciones de ficción para que antes o después terminen ayudando a mejorar la vida de las personas. Y desde ya que si siguiésemos esta sentencia, nuestras sociedades se enriquecerían muchísimo, porque ya no sólo se trata de innovación tecnológica, sino de un incremento sustancial en los principios y valores que nos humanicen cada vez más.