Lo ha dicho por ejemplo uno de los fundadores de YouTube, Chad Hurley: "Se produce demasiada información y la gente empieza a desconectar, lo que va a producir en los próximos años una fatiga de social media". Incluso los jóvenes empiezan a mostrar mayoritariamente que cada vez les importan menos las redes sociales.
Facebook tiene un problema existencial. Se ha descubierto que detrás de sus lemas edulcorados de "acercar a las personas" y "construir comunidad", se encuentra una máquina implacable, diseñada para ser adictiva y alimentar a un monstruo publicitario que incluso se aprovechaba del racismo y la selectividad social, según ha puesto en evidencia una investigación de ProPublica al respecto.
Hay unas declaraciones de hace unos meses muy significativas de Chamath Palihapitiya, exvicepresidente de crecimiento de usuarios en Facebook. Dijo que sentía "una gran culpa" por su trabajo en la red social: "Creo que hay herramientas que están desgarrando el tejido social de cómo funciona la sociedad y deberíamos tomar un descanso de las redes sociales. Los ciclos de retroalimentación a corto plazo impulsados por la dopamina que hemos creado, están destruyendo el funcionamiento de la sociedad (...). Sin discurso civil, sin cooperación, tenemos desinformación y falsedad. Y no es un problema estadounidense, este es un problema global".
La filtración de Facebook pone en juego la reputación del regulador de EEUU. Facebook se comprometió en 2011 con la Comisión Federal de Comercio a vigilar estrechamente cómo se compartía la información personal que existe en la Red. Facebook se enfrenta a multas de hasta 40.000 dólares por día si se determina que ha violado el acuerdo.
Facebook está en un problema profundo, que amenaza su propia existencia. A pesar de sus 2.000 millones de usuarios, está lejos de haber consolidado su servicio. Zuckerberg podría no tener tiempo para lograr este objetivo.