El siglo XIX y el siglo XX estuvieron preñados de un movimiento feminista igualitario y justiciero que perseguía trascender el mensaje de la reivindicación para alcanzar una justicia social, cultural y de derechos.
Acceder a los cotos privados de los hombres pareció una afrenta hasta que se entendió como algo lógico. Nadie podía negarlo ni desde la Iglesia, ni desde la Política, ni desde la Empresa. El Derecho, la Justicia, la Antropología o la Ética no podían mirar para otro lado a algo tan obvio.
Otra cosa fue vencer la resistencia al cambio. Es humano el aferrarse a la zona de confort y defender los derechos adquiridos, apegarse a los privilegios y no despegarse de los asientos. La tradición, las costumbres y la cultura fueron los adhesivos más difíciles de despegar.
Incoado ya este camino. Nos enfrentamos a un siglo XXI donde Occidente no discute el qué, aunque siga negociando el cuánto y el cuándo, con cuotas y meritocracia como argumentos.
El siglo XXI se ha definido por algunos como el siglo de las mujeres, porque será el principal ingrediente transgresor frente a milenios de historia precedentes. Y también ha sido definido como el siglo de las emociones y el de la sociedad del conocimiento.
Son cosas distintas, pero no distantes. La revolución tecnológica digital ha hecho más pequeño el mundo, más ocioso y más social. Antes dedicábamos un día a la semana a ir de visitas (amigos y familia), o algunas tardes para compartir el día en el casino o la plaza del pueblo. Ahora, es un 24 horas de sociabilidad a través de un dispositivo móvil donde se mezclan círculos de amigos, círculos familiares, círculos de trabajo y círculos de influencia (postureo). Y todo eso es social, emocional, exhibicionista y voyeur (mirón).
La mujer es la recién llegada al mundo del trabajo (como genérico) y al mundo de los influenciadores: política, empresa, sociedad civil, arte y cultura. Sin embargo, es la mejor preparada para entender el siglo XXI: habilidades sociales, autoconocimiento, innovación, sociabilidad, gestión de las emociones, resiliencia, creatividad, gestión del tiempo, gestión del cambio, gestión de crisis, negociación, estrategia, personas, talento, etc.
La muerte del líder mecanicista, autocrático y patriarcal ha desprovisto de argumentos a buena parte del mundo directivo del siglo XX. Una nueva forma de entender el liderazgo bajo mecanismos de persuasión, empatía, motivación y felicidad hacen poderosa a las mujeres para dirigir el siglo XXI desde la empresa, la política y las organizaciones civiles.
Este nuevo liderazgo emocional exige al hombre entrenar en el gimnasio de las emociones para desarrollar eso que los coachs de moda llaman habilidades blandas. En el siglo XXI, los que pierden cuota son los hombres. Por eso, termino aquí la frase con la que inicié este artículo y que corresponde al genial Groucho Marx: “Solo un hombre de cada mil es un líder de hombres. Los otros 999 siguen a las mujeres”. Y el siglo XXI es el siglo de las emociones, y el siglo de las mujeres. Acostumbrémonos a seguirlas.
Salvador Molina, presidente de Foro ECOFIN y consejero de Telemadrid.