En 1911 EEUU rompió el monopolio de la Standard Oil, que llegó a tener el 85% de todas las ventas de gasolinas en el país. En 1913 se obligó a AT&T a fragmentarse en varias compañías más pequeñas. Ahora tenemos situaciones incluso más preocupantes que las que dieron lugar al desmantelamiento de aquellos conglomerados semimonopolísticos. Un informe de Edelman Trust Barometer llegó a la conclusión, examinando un total de 28 países, que el 65% de la población recibía las noticias de las plataformas de Internet y otros sitios agregadores. El año pasado Google manejó el 89% de las búsquedas en Internet en EEUU. Amazon vendió el 75% de todos los libros electrónicos. Facebook y Google controlan dos tercios de los ingresos por publicidad digital en EEUU. Todo esto coincide en un momento en el que cada vez es más evidente la degradación de la calidad informativa y el ascenso abrumador de las noticias falsas y las manipulaciones en la información. No es de extrañar que empiece a calar en la opinión pública que estas grandes empresas son demasiado grandes, anticompetitivas, altivas y destructivas para la democracia. Las acusaciones y ataques empiezan a tomar forma. La Comisión Europea ha acusado a Google de usar la enorme hegemonía de Android, su sistema operativo móvil, para darle ventaja a sus propias aplicaciones. El Senado de los EEUU está ampliando su escrutinio sobre los gigantes de la tecnología y, por varias partes, activistas, políticos e incluso ejecutivos de empresas tecnológicas, están pidiendo una investigación sobre la naturaleza adictiva de los teléfonos inteligentes y las redes sociales.
Google y Facebook han desarrollado un modelo comercial tóxico, primando la cantidad informativa sobre la calidad. Facebook domina la industria de los medios de comunicación y sus algoritmos mantienen al público en una burbuja, una especie de túnel opaco que retroalimenta las convicciones de cada uno. Un millón de americanos vieron en Facebook la noticia totalmente falsa de que el Papa Francisco había apoyado la candidatura de Trump, por poner un ejemplo. Si creemos en teorías conspiratorias, Facebook nos va a bombardear con toda clase de conspiraciones. Al final, una parte significativa de la población vive en una burbuja de falsedades. La consecuencia es un público crecientemente desinformado, proclive a decisiones muy peligrosas.
El problema es que regular a estos titanes de la tecnología no es nada fácil. ¿Puedes regular Amazon, que nos ofrece precios más bajos y entregas sin competencia? Si la castigas por su éxito, envías un mensaje antiinnovación a empresarios e inversores. ¿Puede dividirse Amazon en varias compañías? ¿Puede regularse la actividad de los buscadores de Google como si fuera un servicio público?
Tal vez el problema de fondo estriba en que el capitalismo clásico no tiene todavía buenas respuestas para una era de cambios y progreso exponencial. Amazon no es la Standard Oil ni Google es la AT&T.
Si (
No(
