Boris Leonidovich Pasternak (1890-1960) fue uno de los más sobresalientes novelistas rusos del siglo XX que obtuvo el Nobel de Literatura en 1958. Su manera directa de decir las cosas hace honor a los grandes narradores rusos de los siglos XIX y XX, porque para Pasternak “la literatura es el arte de descubrir algo extraordinario sobre la gente común y decir con palabras ordinarias algo maravilloso”.
Cuando llegan esos días de vacaciones en los que tenemos ocasión de disfrutar de ese tiempo de lectura con el que no contamos el resto del año, al menos a mí me sucede que quiero leer autores y obras contrapuestas. Me explico: un clásico como Doctor Zhivago frente a cualquier otra novela o ensayo muy actual, preferentemente de autores que no había leído hasta ahora. Pero debo admitir, que cuando más me emociona e incluso conmueve una obra, es cuando la voy leyendo y me traslada a episodios de nuestra historia reciente del siglo XX. Es que la velocidad en la creación de nuevas corrientes de pensamiento así como la destrucción de movimientos y/o tendencias, no tiene parangón en los siglos anteriores.
Obviamente, la celeridad en los procesos históricos, marcados por la mayor masacre humana que nunca antes se había dado en historia de nuestra civilización, como son las dos Guerra Mundiales, tienen mucho que ver con el espíritu de la literatura, más optimista o por contrario, realista y trágica; también por el ensalzamiento del amor en cualquiera de las épocas y circunstancias, como el eje vertebrador de casi todas las historias.
Y realmente me encantan esos matices de luces y sombras: el pesimismo ruso que emana en los narradores clásicos del gran país del frío y nieve, frente al optimismo a veces excesivo del espíritu americano de una literatura que casi siempre va en busca de la felicidad.
Los grandes escritores nos describen cómo eran las sociedades de su época y nos ayudan a comprender muchas más cosas que el propio relato histórico de los hechos que han sucedido. Y esto ocurre porque cuando existe una trama, especialmente una historia de amor como en Dr. Zhivago, se comprenden formas de ver la vida, cómo se reacciona ante hechos similares en diferentes culturas y sociedades, además de la decisiva importancia que el contexto histórico en cada país tiene sobre la existencia de sus gentes. El eterno pensamiento de Ortega y Gasset“el hombre es el yo y su circunstancia”.
En definitiva, todos los grandes intelectuales de cada siglo de la historia, son imprescindibles para comprender los porqué de las políticas que se adoptaban, o también para desentrañar las razones de las locuras que llevaron a tanta devastación y muerte a través de contiendas bélicas que en la mayoría de los casos, estaban provocadas por las ambiciones de unos pocos que comprometían el destino de millones de personas. Así ha sido siempre y así será, sino basta ver el fenómeno –por llamarlo de alguna manera- de Corea del Norte y la obsesión de su líder de lanzar misiles balísticos de medio alcance sobre el Mar de Japón.
En Dr. Zhivago, ese amor que más allá de la pasión entre dos seres humanos, es un reflejo también de las pasiones de un pueblo o de las frustraciones que una sociedad ha ido experimentando y termina estallando como lo hace con la Revolución Bolchevique de 1917, en el que dos amantes sienten la necesidad de expresar sentimientos que estaban más que ocultos, sometidos por la tragedia histórica que no daba tiempo a que afloraran. Por ello, en la novela Dr.Zhivago, Paternak dice en referencia a los dos personajes centrales que “se amaban no impulsados por la necesidad, por el resplandor de la pasión a menudo falsamente atribuido al amor. Se amaban porque todo lo que les rodeaba los quería, los árboles y las nubes y el cielo sobre sus cabezas y la tierra bajo sus pies". Impresiona la descripción como los trazos de una acuarela de un artista en la que va dando forma a su obra.
Por ello, EzraPound (1885-1972), poeta, ensayista y crítico estadounidense decía que “la gran literatura es simplemente lenguaje cargado de significado al máximo grado posible”. Es evidente que en Dr. Zhivago la carga de ese significado es el marco de la Primera Guerra Mundial y la Revolución del 17, determinantes de esa necesidad de amor frente a tanta tragedia humana.
Cuando leemos un párrafo como el que sigue nos invaden imágenes, para los que vimos la película, pero muy especialmente aquella que construíamos en nuestra mente al leer primero el libro: “alrededor todo fermentaba, crecía y subía como por efecto de la levadura en la masa mágica de la existencia. El éxtasis de la vida, cual viento silencioso, en una amplia ola, avanzaba sin saber adónde, por la tierra y la ciudad, a través de los muros y las empalizadas, a través de la madera y el cuerpo, envolviendo en un estremecimiento todo cuanto encontraba a su paso”.
Pasternak era un gran narrador pero con un dominio de la lírica y la poesía deslumbrantes, por los que ha sido comparado con Baudelaire.
Pasternak ganó y aceptó el Premio Nobel en 1958, pero como suele ocurrir en todos los regímenes opresores como fue el de la vieja URSS, fue denunciado como traidor por varios grupos comunistas soviéticos, lo que le llevó a hacer el anuncio público de que finalmente no partiría al exilio y rechazó el galardón.
La historia de Pasternak parece salida de las propias páginas de sus personajes creados en Dr.Zhivago, porque se publicó por fin en la Unión Soviética en 1987 debido a la recién inaugurada “apertura” (glasnost) política del presidente Mijail Gorbachov y su autor fue rehabilitado oficialmente.
La versión estadounidense de Dr.Zhivagoocupó durante 26 semanas el primer lugar entre los éxitos de venta del periódico The New York Times. En 1958, el caricaturista Bill Mauldin ganó el Premio Pulitzer por la caricatura que muestra a un supuesto Pasternak haciendo trabajo forzado en Siberia y diciéndole a otro prisionero: "Yo gané un Premio Nobel, ¿Cuál es tu crimen?".Una ironía que refleja como nadie la crueldad de aquel sistema político.
Fue entonces que en 1989 su hijo, Yevgueni Pasternak que se ha ocupado de la difusión de la obra, fuera autorizado para recibir el Premio Nobel en nombre de su padre.