Para entender este proceso –aconseja el analista–, es conveniente repasar un poco la historia reciente desde una perspectiva tecnológica. Hasta hace poco a cada red correspondía un servicio único y determinado: la de la televisión por cable, video; la de telefonía, voz. Ninguna estaba en condiciones técnicas de transportar el contenido de la otra. Eran claramente universos estancos. Con la digitalización, sigue, las diferencias técnicas entre los distintos tipos de contenidos desaparecieron. Las redes dejaron de ser específicamente para un contenido determinado: todo aquello susceptible de ser digitalizado podía ser transportado. Esto llevó, apunta el experto, a que hoy haya cada vez menos diferencias entre redes de televisión por cable y de telecomunicaciones. Ambas pueden dar servicios de banda ancha, telefonía o video. Como consecuencia, añade, mientras en el mundo analógico la diferencia se daba por el servicio, íntimamente ligado a la red de transporte, en el digital surgen dos sujetos claramente diferenciados: la infraestructura de distribución y los contenidos.
A esta “indifirenciación” tecnológica, observa, se sumaron los cambios de hábitos a la hora de ver televisión. Y punto seguido añade que el desarrollo de la banda ancha trajo aparejado, entre otras cosas, la popularidad de las descargas (generalmente ilegales) y del streaming, con YouTube a la cabeza. “La nueva forma de acceder al contenido en video instaló el hábito del consumo a demanda e hizo que la oferta de material aumentara exponencialmente, al no existir restricciones físicas en cuanto a la cantidad y variedad de material”, y agrega que de esa manera se pudo salir del modelo en el que sólo eran viables los contenidos más populares, dando lugar al famoso “long tail”.
Según Carrier, la separación entre infraestructura y contenidos le generó a la industria de la televisión de pago una plétora de competidores inesperados. “Mientras que hasta hace poco tiempo atrás los operadores de televisión por cable o satelital miraban con recelo a las empresas de telecomunicaciones ávidas por ingresar al negocio de la televisión de pago, ahora se suman también empresas de Internet, como Youtube (que se apresta a lanzar un servicio de alquiler de videos vía Web) así como propuestas directas de los propios proveedores de contenidos (desde Hulu a SouthPark Studios)”, sostiene.
En el caso argentino, Carrier asegura que ya se están dando los primeros pasos en este sentido. Por un lado, sostiene, Cablevisión ofreciendo, vía Movie City Play la posibilidad de acceder a ciertos contenidos desde la computadora a sus abonados. “Por el otro, Telefónica con su producto On Video, que permite ver contenido distribuido vía Internet en el televisor a sus clientes de Speedy. A estas propuestas locales, añade, podría sumársele la del cada vez más popular sitio Cuevana, cuya legalidad, si existe, parece estar basada en vacíos legales. Pero mientras, está ahí”.
Carrier augura que la tendencia a los cambios en la televisión se verá potenciada con los cambios en los dispositivos. Y explica que mientras ya existen en el mercado los primeros televisores con capacidad de conexión a Internet, “también están surgiendo las primeras aplicaciones para poder ver contenidos en video desde las famosas tablets”.
Si a estas variantes (que se multiplican diariamente) se las combina con la naciente televisión digital terrestre (TDT), podemos estar en presencia de un combo explosivo para los operadores de la televisión de pago tradicionales. En efecto, el experto destaca que la TDT completa la oferta con contenido de broadcasting y gratuito, “como es el caso de los canales de televisión abierta, que tienen además un contenido preciado en el caso argentino: el fútbol”.
En definitiva, cierra Carrier, se trata de un cóctel que exigirá a los operadores de televisión de pago tradicionales replantear sus modelos de negocios o correr el riesgo de estar en serios problemas más temprano que tarde. “A fin de cuentas, YouTube nació hace apenas seis años, y ya es claro todo lo que logró en tan poco tiempo”, reflexiona a modo de advertencia.
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