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“Tenemos dos vidas: la segunda comienza cuando nos damos cuenta de que sólo tenemos una”. (Confucio)

Por José Luis Zunni

Los ciclos vitales son inherentes a nuestra naturaleza humana, aunque es imprescindible saber cuándo se cierra un ciclo y se abre otro, si queremos asegurarnos un razonable camino de éxito en nuestra vida. No debemos cerrar ciclos por orgullo (caso de rupturas sentimentales o también de pertenencia a una organización), sino por otro tipo de razones más serias, por ejemplo, tener la certeza de que de la manera que estamos llevando nuestra carrera profesional y desarrollo personal en una organización, ya no encaja en nuestra vida. Esto lo sabemos, incluso lo presentimos con mucha antelación.

Lo que sucede, es que nos falta valor para tomar la decisión de este tipo de rupturas, porque es como si nos negásemos a aceptar que el ciclo que creemos sigue existiendo en realidad ha fenecido.

Uno de los elementos que más ansiedad provoca en las personas es la creencia de que algo es o existe cuando en realidad ya no lo es o no tiene razón de ser. Lo que llamamos siempre en nuestras aportaciones “percepción de la realidad”.

Confucio nos advierte cuál es el momento vital, en el que somos conscientes de que tenemos una sola vida diciendo que es el mismo instante en que nuestro pasado, que es la suma de años de esfuerzos, sacrificios, éxitos y fracasos, nos hace mirar frente al espejo y reconocernos, que efectivamente estamos en el punto de inflexión vital. A partir de éste deberíamos ser más cautos, menos impetuosos y más estables emocionalmente, para poder disfrutar de la vida y no agobiarnos porque creemos que nos han robado parte de nuestra existencia. Los ciclos transcurren, nuestra vida sigue y no podemos detenernos.

Cuando en las políticas económicas se toman medidas anti-cíclicas, es justamente porque lo que se quiere estimular son determinados factores que por la secuencia natural del ciclo no están funcionando como debieran y pueden ser muy perjudiciales para esa sociedad (país). Del mismo modo, nosotros tenemos biorritmos que responden a la forma en que nuestro cuerpo y mente se adaptan a los días en que vivimos: más cálidos, mucho frío, humedad excesiva, etc. Pero una cosa es el comportamiento orgánico que es un auténtico “motor de precisión” y otro muy diferente, es el acoplamiento de nuestra mente e inteligencia a los ciclos del entorno en los que nos toca expresar toda nuestra existencia y vitalidad.

De ahí que es bueno explicarnos a nosotros mismos al estar atravesando una crisis por un cambio de ciclo, ya que el enojo repentino (a veces nuestra ira), nos hace reaccionar violentamente y dejándonos invadir por el odio y la reprobación hacia los demás. En cambio, debemos llevar la situación con calma, reflexionando de manera serena e inmediatamente se abrirán nuevos caminos a la solución, en vez de tibios argumentos (justificaciones) que siempre nos generen más angustias. A menudo es mejor reaccionar sin reacción alguna.

Cada vez que experimentamos que un ciclo ha acabado para nosotros, tenemos que tener la firmeza para eliminar de nuestro pensamiento, todos aquellos viejos caminos (formas, métodos, etc.) que utilizábamos hasta ayer mismo, porque no abrirán nuevas puertas.

Un sabio monje oriental, le dijo en una ocasión a uno de sus discípulos:

”Si quieres saber lo rico que eres, enumera las cosas que tienes o de las que gozas y que no puedes comprar con dinero”. Lo que le venía a decir es que el dinero cabía en algún ciclo, pero las cosas que no podían comprar con dinero cabían en su vida entera.

Los seres humanos somos un cúmulo de sentimientos que expresamos por varios medios. Las lágrimas son oraciones también. Se expresan de manera incuestionable, cuando no podemos hablar en ese justo momento porque las emociones nos están inhibiendo de hacerlo, porque el dolor o la alegría que sentimos dejan paso a la expresión que el llanto siempre brinda a las relaciones interpersonales: hablar con la verdad porque se expresan desde el interior de nuestra alma y espíritu.

Cuando sintamos que tenemos una conexión con la vida (más allá de la nuestra), porque nos preocupamos por los demás, porque nos duele el sufrimiento del otro, porque nos revelamos ante las injusticias, etc., entonces la percepción del ciclo vital será en todo momento como que estamos viviendo nuestra vida entera, la única que poseemos, sin el miedo o la preocupación que nos provoca la advertencia de Confucio sobre el inicio de una segunda etapa vital.

Un día le preguntaron a Buda cuál era la diferencia entre “me gustas” y “te amo”, respuesta que ejemplificó con maestría: “Cuando te gusta una flor la arrancas, en cambio cuando amas a una flor la riegas todos los días. Aquel que entiende esto entiende la vida”.

Lo que Buda quería significar tenía un alcance aún mayor: si participas en la carrera de la vida porque riegas una flor en vez de arrancarla, estás amando la vida y la respetas. La única forma de entender la vida es respetarla y saber vivirla.

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