La pregunta entonces es, si realmente como afirma Quero “al pasar de una actividad individual a otra de grupo (mensajes de correo, interactuar con programas de mensajería, realizar compras, trabajar) de forma natural y constante” debemos deducir que estamos gestionando mejor el tiempo que antes. ¡Permítanme que lo ponga en duda!
Lo que hoy les vengo a decir, es que no se preocupen por la hora…tiren el reloj!! Porque creemos que con toda esa capacidad funcional que nos brinda la tecnología somos capaces de ser más eficientes y también más felices.
¿Qué le parece si a partir de mañana no tiene que preocuparse más por mirar el reloj? Esa obsesión constante que tenemos de que el tiempo no nos alcanza, o de que se nos hace tarde para llegar a esa cita y un largo etcétera.
Hace 8 generaciones atrás el reloj no era lo que más nos preocupaba. Sólo queríamos hacer lo que teníamos obligación de hacer. Había un tiempo natural para realizar las cosas. Lógicamente siempre ha habido en todas las épocas, personas altamente eficientes o que estaban muy preparadas para las tareas que debían realizar, que estaban seguras de su competencia, pero esto no hacía que fueran más rápidas en la acción por dar cuenta frente a el enemigo común del reloj, sino porque sencillamente habían sido más eficaces a la hora de resolver un problema o realizar una tarea.
¿Pero que es lo que sucede en este siglo XXI con nuestra obsesión por el reloj?
Estamos sometidos a una rutina horaria, al mismo tiempo que a una disciplina de contar horas y minutos. Aunque no tengamos un jefe inmediato que nos imponga un horario, somos tan “evolucionados” que en este presente tecnológico nos ponemos nosotros solitos los objetivos temporales por el sólo hecho de estar ocupados, siendo la gran paradoja, que nos ocupamos a nosotros mismos cada vez más.
Creemos que atiborrando nuestra agenda de tareas y compromisos, somos más eficientes cada día y que todo se resuelve si gestionamos bien el tiempo: PUES ERROR.
Creemos que si somos buenos organizadores de nuestras tareas y palabras comprometidas con el jefe o con el equipo o a nivel personal, seremos mucho más felices porque estamos sintiendo que nuestra capacidad organizativa y responsabilidad, además de gestionar bien el reloj, nos convierte en personas de alto rendimiento. ERROR.
Estamos totalmente equivocados, porque esto es lo que nos está afectando en lo más íntimo, en los lugares recónditos de nuestro espíritu en el que haciendo más y más cada día creemos que somos mejores, que nuestra eficiencia va a ser reconocida, pero lo único cierto es que estamos siendo desbordados por una SOBREOCUPACIÓN.
Creemos que cuánto más hacemos mejor gestionamos el tiempo y no tenemos esa percepción de estar atrasados, pero en realidad ésta apreciación es absolutamente falsa: porque por más que creamos que si nos organizamos mejor y nos esforzamos más nos vamos a poner al día, es como querer mover un elefante nosotros solos. Imposible.
En el salón de casa entre descanso y descanso, voy a hacer pis porque me tomo en serio la distracción de ver una película y no hacer más que eso. Porque ese espacio multifuncional al que se refiere Quero con toda la razón, en que se ha convertido nuestra cotidianeidad, es un error y no nos hace ni más eficientes ni más felices. Sólo nos creemos que los somos o que estamos quitándonos trabajo de encima porque tenemos el portátil sobre nuestras muslos, por lo que nuestra percepción de que hacemos más porque nos organizamos mejor sólo es cierta en una cosa: no nos relajamos, no tenemos ni fabricamos nuestros espacios para la reflexión, todo es una carrera contra el reloj y hacia una eficiencia que nos hemos creído que tenemos por ser hiper-funcionales.
Uno de los grandes mitos de la buena gestión del tiempo, es que cuánto más hacemos menos retrasos se producen en nuestras vidas para todas las tareas (laborales y personales) que nos hayamos impuesto, partiendo de la base que la buena organización suple al reloj, que le ganamos tiempo al tiempo. Esto sería cierto si tuviéramos un tiempo finito, pero en realidad no lo es. Tenemos que convencernos de que el mundo es infinito y nunca podremos ponernos al tanto de todo, porque cuando hemos acabado unas tareas sobrevienen otras, lo mismo que sucede con la multifuncionalidad de la información con la que nos están machacando de manera constante y no somos capaces de procesar siquiera un 5%. Esta es la realidad de la auténtica paradoja del determinismo tecnológico: cuánto de más tecnología dispone el hombre (mujer) más aislados se encuentran y también, menos eficientes nos sentimos. Todo el día hay que aprender cosas nuevas para hacer lo que ya sabíamos hacer. A veces te sientes como un idiota, por no haber incorporado el último grito tecnológico a tu vida.
Hace pocas semanas en una reunión familiar, todos…absolutamente todos los que formábamos parte de la misma (no me incluyo) estaban pendientes de los Whatsapp, sms, Internet y mientras conversaban a su vez escribían, contestaban, se informaban e interrumpían. Terminé jugando con el perro…con el cual a mi forma me unen sentimientos y especialmente compañía.
De más está decir…que me tomé tiempo para ir a hacer pis…con tranquilidad…porque ya no dejo que nada ni nadie me atropelle con el reloj.
Si (
No(
