“The Displaced”, el primer reportaje de una serie en realidad virtual de “The New York Times Magazine”, marcó un antes y un después en la industria periodística estadounidense. El vídeo pudo ser visto por un millón de suscriptores a través de la exitosa aplicación NYT VR porque recibieron gratuitamente en su domicilio el visor Google Cardboard.
Marc Thompson, CEO del grupo, aseguraba en una entrevista a “Beet.TV” que ya están empezando a hacer dinero con la realidad virtual y esperan seguir haciéndolo durante 2016. Por el momento, están invirtiendo en la creación de nuevos vídeos con la expectativa de lanzar al menos uno al mes, además de su recién anunciada asociación con el Festival de Sundance para servir como escaparate de sus películas.
Tras atraer a patrocinadores como General Electric y Mini, “NYT” está negociando con futuros socios para crear contenido de marca y abrir el camino hacia un nuevo modelo publicitario. En opinión de Thompson, “hay gran interés de comercialización: pueden ver tanto que tenemos el compromiso con la calidad del contenido y la experiencia, como los espectadores reales”.
Sin embargo, su apuesta firme por la realidad virtual no está siendo un camino de rosas para “The New York Times”. Con su documental de 11 minutos, “The Displaced”, en el que narra el viaje de tres niños refugiados que huyen de la guerra, el diario se ha tenido que enfrentar al dilema ético que surge con este nuevo relato periodístico: cómo grabar un documental sin modificar la realidad.
Ante las críticas que recibieron por parte de sus lectores, “NYT” reconoció que tuvieron que alterar levemente la rutina del niño que viaja en bicicleta para colocar los equipos de grabación y probar su buen funcionamiento. Es algo lógico a la hora de registrar un acontecimiento, pero ha vuelto a poner en la palestra la necesidad de que la comunidad periodística elabore un código de buenas prácticas que regule el uso de la realidad virtual.
Jake Silverstein, el editor de "The New York Times Magazine", asegura que “si se hace bien, la realidad virtual puede permitir aún más la transparencia que el cine documental tradicional”, al permitir al espectador “girar 360 grados y ver toda la escena”. Pero muchas veces es en la sala de edición donde se decide qué imágenes verán la luz y cuáles han de ser descartadas. La autocensura que ya se aplican los fotoperiodistas, se multiplicaría por 100 al sustituir imágenes impactantes y desagradables por escenas en las que el espectador estaría “presente”. La naturaleza inmersiva de la realidad virtual convierte esta tecnología en un arma muy poderosa que ha de ser regulada convenientemente.
En “Media-tics” recogimos los puntos que se deberían tener en cuenta para elaborar un código ético según Thomas Kent, editor de normas de Associated Press y profesor en la Universidad de Columbia.