Desde que Steve Jobs nos enseñó el primer iPhone, allá por el año 2007, han pasado muchas cosas. No nos podíamos imaginar que ese iPod con teclado táctil y tarjeta de móvil nos fuera a hacer la vida más agradable hasta el punto que ya es inconcebible que alguien pueda existir sin consultar un smartphone varias veces al día. Agenda, tiempo, correo, mensajería instantánea, fotos, vídeos, pagos del parking, pago de viajes en tren, reserva y pagos en hotel, compras en eBay, Alibaba, consulta y operaciones bancarias, y muchos etc...
No entiendo como todavía, con la tecnología que ya hay desarrollada, tengamos que seguir sacando la tarjeta de crédito para pagar el bono en el metro, o la comida en el restaurante. Algo me dice que ciertas entidades se resisten, no por convencimiento, sino porque alguien se beneficia de utilizar los antiguos terminales para pagar. Y máxime cuando el dinero físico, el papel moneda, tiende a desaparecer. Suecia, ese país que nos supera en tecnología y que fabrica los automóviles más seguros del mundo, los Volvo, por ejemplo, ya ha calculado que en cinco años desaparecerán los billetes, las monedas, por lo menos en ese país. Pero esa tendencia se hará universal y en los países desarrollados acabará imponiéndose. Es lo lógico.
En pleno siglo XXI eso de ir con el fajo de billetes es una ordinariez. Aparte de que la tecnología ya ha superado al papel moneda, cada vez se crean nuevos protocolos de seguridad que garantizan que nuestras transacciones, nuestras compras, sean muy seguras. Y si hay fraude, en parte, es por culpa del usuario que no tiene celo a la hora de guardar sus contraseñas o instalar programas maliciosos cuando navega por internet.
Lo dicho, dentro de pocos años, con el iPhone, con el smartphone lo haremos todo.
Si (
No(
