Hay personas que por las mañanas practican footing antes de dirigirse a sus actividades; otras cultivan la oración y la meditación; la gran mayoría tiene algún hábito que le es imprescindible ejercer antes de iniciar su jornada: leer el periódico aunque sea someramente frente a una tasa de café, escuchar una tertulia de radio, etc. Pero lleve o no los niños al colegio, hay cosas que su mente hace (mejor dicho, se entrena) antes de “ponerla a prueba” un día más en el ejercicio de sus tareas y responsabilidades.
Puede creer que determinados hábitos que uno tiene lejos están de ser auténticos rituales. No lo crea, ya que justamente cierta investigación científica reciente como la British Psychological Society Researh Digest que afirma que “algunos rituales pueden ayudarle incluso a los que no creen en ello, a gestionar (eliminar) la negatividad”
Peter Bregman en su libro “18 minutes: find your focurs, master distraction, and get the right things done” (18 minutos, encuentre en qué focalizar, distráigase y haga bien lo que tenga que hacer) recomienda un simple ritual que se puede añadir a su día para mejorar la focalización (elegir bien las prioridades) tanto de su vida personal como del trabajo.
El ritual puede ser perfectamente cualquier hábito que empleemos a fin de buscar una forma más eficaz de hacer las cosas o, simplemente, de hacernos sentir bien con nosotros mismos. Algo así, como que ese ritual (el hábito) nos da cierta seguridad y algunas personas (deberíamos decir la gran mayoría) cuando lo omiten un determinado día, ya les preocupa el devenir de esa jornada.
¡Cuidado! Una cosa es sentirse cómodo con ese ritual que practica que le está preparando para la “lucha” diaria y otra cosa muy distinta es, obsesionarse con su práctica creyendo que si no lo hace las cosas le van a salir mal. Esta derivada entra en el terreno de la superstición, lo que no es para nada bueno para su “higiene mental”. Mejor es creer en causalidades y no en casualidades.
Bregman explica qué es lo que debe hacer por la mañana (previo a toda su actividad), pero resulta de interés práctico la observación que hace en cómo Ud. debe gestionar su tiempo, porque cuando una tarea o determinada cuestión aparece en su lista durante tres días, es preciso darle nueva agenda o sencillamente quitarla.
Pero creemos que mejor que elaborar una lista (materialmente hablando, coger papel y tomar nota) es hacer un buen ejercicio de reflexión (por ejemplo mientras camina y ejercita la respiración profunda) poniendo en orden las ideas referidas tanto al día que tiene por delante como a otras cuestiones que no puede quitar de su mente (eventos o proyectos en los que está trabajando, o simplemente una preocupación personal derivado de la educación de sus hijos, etc.). Digamos, que su mente está priorizando y elaborando su agenda.
Bregman cree que este a este “proceso ritual” de las mañanas debe dedicarle 5 minutos. Cuestión con la cual no estamos para nada de acuerdo, porque esto dependerá de cada persona, circunstancias, etc.
Porque para una, 5 minutos puede ser suficiente y para otras no ayudarle en nada. Creemos (convencimiento absoluto) que lo que una persona debe hacer es sencillamente tomarse un respiro, comentar en silencio consigo mismo lo que le depara el día (una reunión complicada, un problema con un proveedor, etc.) y puede ser detrás de una tasa de café o haciendo marcha forzada. No hay ni 5 minutos ni ningún otro valor que pueda encajar y ajustarse bien a la forma de ser y momento que atraviesa cada persona.
Bregman afirma que a media mañana puede hacer un chequeo de cómo está llevando a cabo su lista, viendo qué cosas han sido realizadas, cuáles están aún pendientes y sorprende con la sencillez que lo propone: como que haga sonar su despertador del reloj cada hora para ver la evolución de su trabajo. Para esta actividad que va a ir haciendo reiteradamente, en total Bregman dice que debe dedicarle 8 minutos. Realmente para personal de base con tareas absolutamente repetitivas y sometidas a un efecto de fatiga física y mental, probablemente la “receta” de Bregman sea adecuada porque esos 8 minutos repartidos en distintos momentos de la mañana y parte de la tarde, en definitiva, también pueden significar un descanso. Pero cuando se trata de mandos intermedios con personal a cargo, lo mejor que puede hacer si es su caso, es “robarse” de su tiempo esos 8 minutos (así fueran 12 o 15) para irse a tomar un café fuera de la oficina, caminar un rato (dar una vuelta manzana o en su caso sentarse en un banco del parque que tiene enfrente o próximo a su lugar de trabajo) y mentalmente irá haciendo su composición de lugar de cómo está marchando el día y la manera más o menos efectiva en la que ha cumplido con su lista de prioridades que está en su mente.
Finalmente, al cierre de su jornada de trabajo, Bregman dice que debe dedicarle 5 minutos a hacerse determinadas preguntas:
- ¿Cómo ha ido el día y qué cosas he experimentado, así como a qué desafíos me he enfrentado?
- ¿Qué es lo que aprendí hoy de mí mismo y de otras personas? ¿Qué voy a planificar de manera diferente para mañana?
- ¿Con qué persona/s interactué?
- ¿Hay alguien a que tenga que agradecer?
- ¿Puedo extraer un feed-back positivo?
Toda acción humana que ejerzamos en solitario a modo de reflexión es altamente positiva para eliminar el estrés destructivo que enferma a la gente; estos hábitos (rituales) son esencialmente un “desatascador” de tensiones derivadas de exceso de tareas, responsabilidades, mala gestión del tiempo, etc. y nos ayudarán no solamente a ser más eficaces, sino a sentirnos mejor y transmitir a nuestro alrededor ese sentimiento de satisfacción y felicidad.
No debe olvidar nunca que no hay cargos sino personas. Y son éstas las que conforman una organización, no en sentido inverso.