La TV que conocemos la definió el economista Harold Vogel como "interrupciones programadas de los boletines publicitarios". Con un extraordinario éxito que se prolonga ya por más de sesenta años. Según Nielsen, los norteamericanos ven ahora cinco horas de programación televisiva de media al día, más que en los años 90. Esto significa que un telespectador permanece ante la pequeña pantalla doméstica más tiempo del que dedican al trabajo muchos empleados a tiempo completo en Europa. Este es un fenómeno que ha demostrado una extraordinaria capacidad de adaptarse y prolongarse en unas décadas caracterizadas por cambios fulgurantes y revolucionarios. Hasta ahora. Un extenso trabajo publicado en "The New Republic" (prestigiosa publicación de Washington, considerada una referencia imprescindible en el paisaje mediático de EEUU) por el especialista Tim Wu, analiza cómo Netflix, una empresa de Silicon Valley que el año pasado facturó 4.370 millones de dólares, con un beneficio neto de 112 millones, puede cambiar un pilar básico de la cultura de masas americana, para introducir un nuevo modelo fundamentado en los valores y los comportamientos de la sociedad digital. Los telespectadores digitales quieren tener el control, no permanecer pasivos ante el pasto televisivo que nos brindan las cadenas. Y todo por un precio fijo de 7,99 euros al mes. En vez de cultura de masas, nace una nueva cultura cimentada en comunidades de intereses y gustos.
En realidad, lo que pretende Netflix es muy parecido a los que intenta Amazon, que no es ya tan solo un gran vendedor digital, sino que desafía a todos los grandes editores mundiales. El pasado mes de julio, Amazon ha lanzado Kindle Unlimited, un servicio que por 9,99 dólares al mes te permite el acceso a unos 600.000 libros electrónicos. No parece que al Bezos le importe mucho que le haya declarado la guerra gigantes de la edición como Hachette, o que una larga lista de escritores de éxito hayan publicado que se bajan del carro de la oferta de Amazon, que juzgan abusiva. Es posible que aquí también vayamos a asistir a otro gran cambio, pues todo el ecosistema del libro reposa en un entramado de privilegios de la era industrial que ahora son puestos en solfa.
Según datos recopilados por "Financial Times", grandes empresas de medios de comunicación europeos han invertido recientemente cerca de 500 millones de dólares en "start ups" ligadas al negocio de la televisión, ante el declive de su modelo de negocio tradicional. Cita a Bertelsmann, Reed Elsevier y Mediaset, entre otras.
Netflix, que tiene en torno a los 50 millones de abonados, ya está presente en América Latina, en el norte de Europa y ahora abre tienda en el centro de Europa, dejando Italia y España para el año que viene. Su oferta precisa de una infraestructura digital que permita el video baja demanda. En EEUU, casi la mitad del tráfico de Internet la devoran Netflix y Youtube y ha experimentado un alza del 35% en un año, según Variety. Este es un tema de enorme interés para las grandes empresas de telecos, que se han lanzado también a por la codiciada presa de la TV del futuro, convirtiéndose, ellas también, en productoras de contenidos. El directo, con el que nació la tele, se va a reservar para los deportes, noticieros, grandes ceremonias y concursos. El resto estará disponible en "streaming" via Netflix, Amazon, CBS o HBO, se atreve a pronosticar Tim Wu. Pero es posible que surjan competidores nuevos, como empresas de telecos, tecnológicas, la gran distribución o alguna otra sorpresa. Permanezcan atentos a la pantalla, que esto se pone interesante.
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