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The Hunt for Red October (A la caza del Octubre Rojo)

Siguiendo nuestra estela de storytelling para formación en liderazgo, hemos elegido hoy un filme altamente sugestivo en cuanto al juego de poder entre dos rivales clásicos como Rusia y Estados Unidos: The Hunt for Red october (1990) del realizador norteamericano John McTiernan. Pero más interesante aún, el otro juego de poder entre los integrantes de una comisión de defensa que analizan la situación que se ha desencadenado, perfectamente extrapolable a cualquier reunión de consejo de una empresa. En definitiva, de esto trata una parte del liderazgo: de cómo debe administrarse el poder que se tiene para hacer cumplir los fines y objetivos de una organización. El poder no lo es todo, pero sí es parte esencial en la toma de decisiones.

El capitán Marko Ramius (Sean Connery) es el comandante de un submarino nuclear ruso en su viaje inaugural. Alertado por los servicios de espionaje inglés, el Dr. Jack Ryan (Alec Baldwin) que es un analista de la CIA que reside en Londres, viaja de urgencia a la sede central de esta agencia en Langley, Virginia, a pocos kilómetros Washington, para informar al almirante Greer (James Earl Jones) sobre lo que descubrieron los técnicos ingleses: unas compuertas de gran tamaño en la base del submarino y que despertaban gran preocupación sobre cuál era su finalidad. Uno de los analistas que estudia las fotos que suministra el Dr. Ryan, descubre que es un sistema de propulsión silencioso que los Estados Unidos había intentado años antes, pero no lo había conseguido.

La situación que se presentaba era, que el satélite de defensa norteamericano ubicado sobre territorio ruso, había advertido que el nuevo submarino se había hecho a la mar y que se le había escapado “en sus narices” a su nave homóloga norteamericana que tenía como misión seguirlo, cuestión que generó gran revuelo en el pentágono y en la secretaría de defensa estadounidense.

El almirante Greer y el Dr. Ryan asisten a una reunión para informar a los altos mandos y al consejero de seguridad del presidente, que no tiene pérdida en cuanto a que evidencia que el poder no le preocupa a nadie mientras cree que lo tiene controlado, o sea que depende de su decisión. Esto vale para el Pentágono como para una organización de cualquier sector de la economía. Veamos cómo puede alterar un determinado status quo, que el poder pueda estar comprometido. Y en este caso, la nave soviética estaba comprometiéndolo.

Se inicia la reunión con la explicación del Dr. Ryan de qué es lo que estaba ocurriendo a partir de que el submarino soviético zarpara esa misma mañana.

“Hemos observado gran actividad naval en el Báltico y en los puertos más septentrionales de Rusia dónde se encuentra la mayor parte de su flota, después que el “Octubre Rojo” –que así se llama en honor a la revolución rusa- se hiciera a la mar bajo el mando del capitán Ramius”.

El consejero de seguridad de la Casa Blanca le pregunta al almirante Greer, qué conclusiones pueden sacarse de este movimiento naval soviético, ante lo cual responde que: “no puede sacarse ninguna porque no hay actividad naval en el Pacífico, lo que pude indicar que solamente sea un ejercicio naval”.

El Dr. Ryan explica las características técnicas de la nueva nave, que desplaza unas 30.000 toneladas y que tiene unos 220 metros de eslora, aproximadamente del tamaño de un portaviones de la Segunda Guerra Mundial. Destaca que las dos compuertas que están en la popa, se cree que corresponden a un sistema de propulsión silencioso llamado oruga, que prácticamente lo hace indetectable para el radar y sonar, así como todos los sistemas de detección de submarinos de la OTAN en el Atlántico. Y lo que más les mete miedo en el cuerpo al generalato, es que según Ryan, puede llegar a unos 300 km de las costas de los Estados Unidos, sin advertencia alguna.

Es entonces cuando uno de los miembros del comité, explica que esa misma mañana le había llegado información absolutamente reservada, que indicaba que antes de zarpar, el capitán Ramius había dirigido una carta al alto mando de la flota soviética del cual no sabían su contenido, pero sí que provocó la decisión inmediata de que la flota rusa saliera a su caza y captura, lo que generó una reacción de gran preocupación del alto mando Norteaméricano.

El Dr. Ryan preguntó entonces al almirante Greer qué día era, y entonces dijo en voz alta que había otra posibilidad que no habían tenido en cuenta: que el comandante ruso quisiera desertar.

Frente a esta posición, se produce un “rifi-rafe” entre Ryan y uno de los generales de estado mayor.

- Cómo puede saber cuáles son sus intenciones, si Ud. es un analista”, como si esa información fuera materia reservada de los militares.

- ¡Ud. le conoce general!...yo sí. Estuve en una recepción en la embajada de Moscú a la cual asistió. Es una leyenda de la marina rusa porque prácticamente ha formado y entrenado a todos los mandos.

El consejero de seguridad le pide al Dr. Ryan que siga con su exposición y explica que era el primera aniversario de la muerte de la mujer de Ramius, que no tenía hijos y nada que perder. Que era lituano y daba a entender motivos muy personales como de cobrarse una vieja cuenta familiar con la madre Rusia.

Una vez finalizada la reunión, el consejero le pide al Dr. Ryan que se quede y le dice cuando ya la sala está vacía:

- Le paró bien los pies al general Jack.

- Esa no fue mi intención….

- Yo creo que sí. Sabe por qué. Porque decía nada más que vaguedades. Y Ud. fue al grano.

Ante la insistencia del secretario de defensa, Jack le expone un plan para contactar con el supuesto comandante ruso desertor y le parece tan bien, que le pregunta: ¿Cuándo comienza? Ante lo cual Ryan le dice, mire, el general tenía razón, yo sólo soy un analista.

Entonces el secretario le explica: “mire Jack… a ellos no le puedo pedir esta misión, primero porque no creen en ello y en segundo lugar, porque no van a arriesgar su reputación, en cambio a Ud. sí puedo pedírsela porque…

- Soy prescindible…matizó Ryan

- Algo así.

Cuántas veces hemos sido testigos en organizaciones de situaciones similares, en que el prestigio y el poder adquirido en el pasado, se comprometen de manera severa por una acción de la competencia, o por un conflicto dentro de la organización, ante la cual no hay respuesta que dar (porque o no se la tiene ni se le ocurre a esos popes que ostentan el poder), o porque reaccionan tarde o quedan paralizados por el miedo a las acciones de la otra parte, sea el contrincante en el mercado, un rival jerárquico dentro de la organización o en el caso de este filme, enfrentarse a la segunda potencia militar del mundo.

El diálogo entre el secretario de defensa y el Dr.Ryan también pone de manifiesto otra cuestión clara del liderazgo actual, incluso en el plano militar: que no hay jerarquía que valga por encima de la razón. Esto a veces cuesta entenderse en el diario accionar de empresas y gobiernos, basta ver los desaciertos que un día y otro también acometen los líderes políticos, con el agravante de que casi siempre las consecuencias afectan a millones de personas.

El liderazgo efectivo nos enseña que la cuestión no es tener el poder, sino…cómo usarlo. Como bien queda reflejado en esta obra maestra del cine postguerra fría, que un analista muy por debajo del nivel jerárquico de los jefes de estado mayor, propone una salida negociada evitando un conflicto mayor y pérdida de vidas.

Para los políticos que aún no han tenido ocasión de ver este filme…mi recomendación!!

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