Sus empleados son "ojeadores" de contenidos, videos, historias, que puedan resultar virales. Les ponen 16 titulares diferentes y les someten a un escrutinio con técnicas de Big Data. Y los prueban en las redes sociales. Así han conseguido 17 millones de contenidos compartidos en Facebook. La fórmula básica es: títulos sensacionalistas, fotos, texto simple y eficaz, desarrollado en varios puntos, etc. Es importante, porque Upworthy y BuzzFeed, entre otros, están colonizando la información digital. En España podemos ver su influencia en el líder nativo digital, El Confidencial.
Los fundadores de Upworthy argumentan que sus contenidos son serios, pero divertidos. Dicen apelar a la resonancia emotiva de un tema para abordar asuntos importantes. La réplica se la ha dado Nitsuh Abebe con un análisis en la revista "New York", que zarandea la idea de que las narrativas emocionales son la forma más eficaz para que los seres humanos procesen la información. Eso es apelar al denominador común más bajo de la población, es una simplista manipulación emotiva, dice Abebe. Tratar a los ciudadanos como niños pequeños es en última instancia destructivo. No es una cuestión baladí, porque algunos de las movimientos políticos más dañinos de la historia han manipulado las emociones de la gente, en vez de apelar a la razón. Y no en el pasado, sino ahora mismo, en el corazón de Europa: por ejemplo, el triunfo de Marine Le Pen el pasado domingo al otro lado de los Pirineos.
Pero en la naciente cultura digital encontramos todo y su contrario. Un fenómeno interesante está en esta aparente contradicción: la gente se resiste a pagar por la información, los muros de pago que funcionan lo hacen con tarifas muy baratas. Pero la información de alta calidad, la especializada, la elitista, la privada, funciona y cada vez mejor. En EEUU, E&E Publishing, digital centrado en medio ambiente y energía, triunfa con tarifas de suscripción que van desde los 2.000 dólares a los 150.000 al año. Emplea a 75 periodistas especializados y bien pagados.